Los días transcurrían con total normalidad y mientras que la policía militar se encontraba investigando lo sucedido, el teniente Emerson y el capitán actuaban por lo bajo. Ya que si alguien se enteraba de lo que estaban por hacer, los catalogarían de adoradores de la magia negra. Gracias a unos contactos del teniente, pudieron conseguir unos ingredientes para un ritual que necesitaban realizar, justo en la noche anterior al día en que le tocaba volver al servicio.
—Capitán, ¿Está seguro de esto?, sé que le dije que lo apoyaría en todo lo que usted dijera, pero esto ya roza con magia negra—preguntó Emerson muy preocupado.
—Es ahora o nunca, teniente. Comience—ordenó Kristoff.
Se encontraban en lo alto de una de las montañas, donde los arboles los protegían de ser vistos y que a su vez permitían que ingresara la luz de la luna. En un estanque, donde el satélite natural se reflejaba, el teniente comenzó a verter varios materiales. Lo primero que derramó en el agua cristalina fue una jarra con una arena tan blanca; que parecía irradiar la misma luz de la luna, lo segundo fue una esfera rojiza; que contenía madera de roble negro y hojas de salvia junto a otros compuestos, que emanaban un humo de color grisáceo, y por último sangre fresca del capitán; la cual obtuvo cortando, en ese mismo momento, la mano del hombre con una daga de cobre.
El agua del estanque comenzó a hervir con la mezcla y de un momento a otro, de las burbujas, empezó a surgir una masa blanca que aumentaba su altura con el paso de los segundos. El color blanco comenzó a tornarse oscuro hasta alcanzar el tono moreno del capitán y fue cuestión de diez minutos para que la masa tomara la misma forma de este. Frente a los dos hombres, se encontraba, exactamente igual, un clon 100% hecho del capitán Kristoff.
—Capitán, debe recordar que la vida útil de su clon serán solo 2 años. A partir de cumplida esa fecha este comenzará a presentar fallas y todos notarán que no es el original—dijo el teniente.
Mientras que su compañero se encontraba limpiando la daga con la que cortó su mano, con un pañuelo que posteriormente quemó, observó con detalle a su clon. Era tan igual a el, que a simple vista no podrían encontrar ninguna diferencia; sin embargo, era cierto lo que Emerson había dicho. Necesitaba culminar todos sus planes antes de que el clon desapareciera y se revelara la verdad.
—¿Me escuchas?—preguntó a su otro yo.
—Señor, si, señor—respondió lo más directo posible su clon.
—Por dos años cumplirás mi rol en el ejército, nadie debe saber lo que ocurrió hoy. Te infiltrarás con ayuda del teniente, de modo que mientras recolectan información yo voy averiguando tanto la situación de los demás miembros del escuadrón que siguen vivos, como de la desaparición del mayor y el secuestro de Rebecca—dijo extendiéndole una bolsa con un cambio de ropa.
Una vez que el clon se había cambiado de ropa, Emerson le pasó un anillo dorado que parecía ser uno común y corriente. Dicho anillo le permitía asimilar todos los recuerdos y la información que poseía el Kristoff original, así como todas las heridas y cicatrices que tenía. Si nada malo pasaba, y el clon mantenía puesto su anillo, nadie debería descubrir su falsa antes de los dos años.
—Listo, tengo todo—dijo el capitán mientras se colocaba una túnica con capucha negra y un bolso en su hombro—, nos vemos en dos años.
—Capitán, cuídese por favor—expresó el teniente con un fuerte abrazo y un apretón de manos.
—Los que van a tener que cuidarse son aquellos que quieren ocultar lo que realmente pasó, la noche en que el rey invadió el capitolio. Se lo juro teniente, nuestros compañeros tendrán justicia. No podrán ocultar la verdad, así como no pueden ocultar el sol con un dedo—respondió Kristoff devolviéndole su abrazo.
Esa noche, faltando unas cuantas horas antes del amanecer, el que había sido el líder del escuadrón Nightfall, por más de quince años, desaparecía como un ninja entre las sombras, preparándose para una ardua batalla. Sin embargo, lo que no sabía el, así como el teniente y su clon, que lo observaban desaparecer, es que aquel viaje que había emprendido sería a la par de una cruel prueba que debía pasar Rebecca.
A lo lejos, casi a dos horas de distancia de la ciudad de Qarta, en una isla ubicada en el territorio de Karmin, se alzaba lo que era uno de los sitios más hermosos pero terroríficos del mundo: la isla de las rosas. Aclamada por muchos, dicha isla contenía la mayor cantidad de rosas silvestres en el continente. En un inicio, los isleños estaban orgullosos de dichas rosas, debido a que su color y su fulgor no se podía conseguir en ninguna otra parte. Sin embargo, la creación de un cementerio dentro de una mazmorras milenarias, habían arruinado aquel lugar. Pero, por esa misma razón, es que era el refugio perfecto para una mujer, que estaba siendo probada con el fin de saber si era digna de un manto muy importante.
La luz de la luna iluminaba con fuerza la puerta plateada que había cruzado con anterioridad, mientras que los pétalos de rosas caian con suma belleza. Los dos dioses se encontraban observando, sentados en una roca, todo lo que ocurría puertas adentro. Para ellos era muy facil espiar a la chica, que no tenía conocimiento alguno de lo que le esperaba; no obstante, algo molestaba a Aión y para Aletheia era muy evidente.
—Desahoga tu duda, Aion—dijo la diosa.
—Aletheia, hermana menor de mi padre. Te debo haberme acogido una vez que mi padre murió arrasado por Ápate, siempre te he respetado por eso y más aún tu criterio. Pero, necesito saber, ¿Todo eso valdrá la pena?, lo que está jugandose esta humana es su posibilidad de extender su hora de muerte. Es decir, en cualquier momento ella puede abandonar todo.
—Una vez que ella avance en los recuerdos del primer paladín, sabrás porque tengo esperanza en esta mujer—respondió.
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Comments
Alana Restrepo
pero que peligro! es como entrar en meditación pero esta vez es ver los recuerdos de los otros.
2023-01-14
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