Al fin había podido llegar a la ciudad donde se encontraba internado su compañero, el sargento Oscar. Sin embargo, debido a que era pleno medio día, decidió esperar hasta la media noche para poder moverse con mayor libertad. Una vez llegó hasta la clínica, subió por un enredadera que estaba en una de las paredes laterales, para poder entrar sin ser visto por el personal médico. Como era tan tarde, había podido avanzar entre los pasillos, evadiendo a las enfermeras que estaban haciendo guardias.
Al llegar a la puerta de la habitación de su compañero, tocó cuatro veces la madera. El hombre, que se encontraba sin poder dormir, gritó a la persona que estuviera detrás de la puerta, que podía entrar. Pensando que se trataba de algún médico o enfermera, se sorprendió de que fuera su antiguo capitán de escuadrón el que entrara.
Cuando estaba por preguntarle sobre su visita, lo tomó aun más de sorpresa que este lo abrazara. Oscar no sabía el estado o el mar de emociones por el que estaba pasando su capitán, quien estaba feliz por ver a uno de sus compañeros con vida y lúcido. Lo único que si pudo notar, era la respiración pesada de Kristoff, que parecía se esforzaba por aguantar todo lo que sentía.
Una vez calmado, el capitán se sentó a su lado y escondió un momento su rostro entre las manos. Estando seguro de que no lloraría, levantó su mirada y le sonrío al sargento.
—Me alegro verlo, sargento.
—¿Capitán, ocurre algo?—preguntó al ver como sus ojos estaban rojos.
Fue allí que sin poder hacer más nada, Kristoff decidió contarle todo lo que había pasado, incluyendo sus sospechas sobre lo ocurrido en la invasión de Qarta. El capitán esperaba una reacción aturdida por parte de su compañero; sin embargo. no esperaba lo que este le dijo a continuación.
—Entonces, si era como yo pensaba—bajó la cabeza en señal de vergüenza.
Oscar le explicó al capitán que por lo menos una semana antes de la invasión al capitolio, había escuchado una conversación entre el mayor Louis y otra persona, detrás de las puerta de su despacho. Le tocaba llevarle un informe escrito sobre ese día y cuando estaba por tocar la puerta, escuchó como el mayor hablaba por lo que parecía ser un intercomunicador. No había podido escuchar mucho, solo las palabras “Tranquilos, separaré al equipo para cumplir la misión”. Con el paso de los meses había olvidado ese hecho; sin embargo, cuando se enteró de la noticia de la desaparición del mayor, no dudó en atar algunos cabos sueltos.
—Lo lamento tanto, capitán. Si no fuera tan tonto, si hubiera dicho todo desde el principio, tal vez la situación fuera otra.
Aquella revelación lo dejóo tieso del miedo, jamás pensó, ni en lo más profundo de su conciente, de que el mayor tuviera algo que ver con lo anterior. Decidido a investigar eso, dejó el tema por el momento. Lo menos que quería era que su visita fuera recordada solo por cosas tristes, así que desviando un poco el tema, empezaron a hablar sobre otras cosas. La comodidad que había dado lugar, no solo opacó por un segundo las cosas malas, también permitió que el sargento tomara un poco más de confianza con el capitán.
—Pues, no le digo que me ha ido del todo bien, pero hace poco conocí a una enfermera de esta clínica y hemos comenzado a tener una relación. Aunque claro, todo en secreto, usted sabe que no se puede tener relaciones entre pacientes y trabajadores. Pero no le voy a mentir, me gusta mucho—dijo con una leve sonrisa—¿Y usted, capitán?, ¿Ha logrado encontrar a la mujer que lo saque del ejército?
—Vaya, sargento, es usted la segunda persona que me dice algo parecido. ¿No se habrán puesto en contacto telepáticamente para lanzarme esa pulla?
La risa de su compañero inundó toda la habitación, para aquellos que estuvieron con el en todos los dos años de su recuperación, se sentirían alegres al ver que por fin el pobre hombre soltaba una carcajada sincera. Aunque Kristoff estaba preocupado porque alguien viniera, luego de escuchar las risas, también se alegraba de que Oscar cambiara un poco su rostro de tristeza.
—Lo lamento, capitán. Es que me da un poco de risa pensar que alguien más le dijo algo parecido a mi, usted que es tan serio que nadie se anima a decirle este tipo de cosas. En definitiva los hilos del destino se están moviendo para que usted piense en algo más allá del ejército—respondió el sargento mientras se limpiaba las lágrima de alegría con su pañuelo.
—Aunque quisiera hacerles caso, aun no puedo. Necesito primero resolver todo el misterio que hay detrás de la batalla de hace dos años y asegurarme que ninguno de los que sobrevivieron mueran.
—Eso lo entiendo capitán; sin embargo, sino me han atacado hasta ahora, que usted ha venido a visitarme, ¿Por qué lo harían ahora?, yo solo soy un lisiado, no supongo ningún peligro.
—¡Salgan!—ordenó Kristoff luego de escuchar las palabras de su subordinado—, la razón por la que nadie ha logrado lastimarte es por ellos dos—dos hombres surgieron del suelo, tras un circulo mágico que brillaba con un fuerte resplandor violeta—ellos han sido tus guardaespaldas desde hace casi un año. Señores, ¿Pueden decirle cuantas veces han intentado atacarlo?
—Más de ocho veces—respondió el más bajo de ellos, quien junto a su compañero, vestían largas túnicas blancas que les hacía imposible a los demás ver sus rostros.
—Escuche, sargento. Más allá de su condición, usted es una pieza muy importante del escuadrón. La información que me acaba de dar, sobre el mayor, de seguro los que quieren matarlo saben de eso. Si usted vive, será un golpe para ellos.
—Entiendo, tranquilo. Hace mucho tiempo que dejé de desear estar muerto, por como resulté en la batalla; sin embargo, le prometo que lucharé para mejorar de salud—dijo con franqueza.
Las palabras del sargento, le generaron sentimientos agridulces. Sabía muy bien el sentimiento de culpa y el deseo de estar muerto que tenía Oscar, ya que por un tiempo el lo vivía en carne propia. El síndrome de superviviente no solo lo había atacado a el, también estaba seguro que a todos los que habían sobrevivido. Se sentía culpable, puesto que como líder del grupo debía transmitir confianza, pero en el fondo temía que aquellos en la sombra acabaran con todos. Sin embargo, se sentía un poco feliz, debido a que su compañero había prometido cuidarse.
—¡Capitán!—los dos hombres se pusieron en guardia.
Una bruma negra comenzó a salir por la abertura del baño y empezó a ascender hasta forma una figura visible. Kristoff se puso delante de Oscar, si iban a atacar a su compañero, sería sobre su cadaver. La figura humanoide empezó a solidificarse hasta tomar la forma de lo que parecía ser una parca. Al principio creyó que había sido la misma parca que se había llevado el cuerpo sin vida de Rebecca, pero aunque tuviera algunas cosas similares, no parecía ser una parca como tal. De un momento a otro, lo señaló con su podrida mano calcinada.
—Si sobre el mayor quieres saber, a la Isla de las Rosas deberás de llegar—dijo la criatura antes de desaparecer.
—¡Guardias! refuercen el cerco de seguridad, nada puede acercarse al sargento en un radio de mil metros—ordenó bastante impactado.
—¡Señor, si, señor!—respondieron antes de irse del lugar.
—No se preocupe, sargento. Nada será capaz de acercarse a usted—dijo sombrío, tanto que asustó un poco a Oscar—, iré a investigar sobre el asunto. Volveré en un tiempo, hasta entonces recupérese.
Se despidió para luego saltar por la ventana y desaparecer entre el refugio de los árboles. Cuando se acercaba al muelle para subir de nuevo al barco pesquero de su tío, sintió como la ira lo quería dominar. Al llegar junto con su tío, este lo vio tan mal, que primero lo sentó para calmarlo. Su sobrino siempre se había caracterizado por no dejarse llevar por sus emociones, pero esa noche era la primera vez en su vida que veía, al nieto de su querido hermano, en esa situación.
—¿Estás seguro de creer en eso? No puedes dejarte llevar por una información incierta.
—Lo estoy, tío. Pero, es mucha coincidencia que un fantasma aparezca, hablando sobre el mayor, cuando minutos antes el había sido el tema de atención. Necesito llegar a la Isla de las Rosas, ¿Cree que pueda acercarme?
—Claro que sí, aunque tendrás después que acercarte en bote—respondió preocupado.
—Entonces, vayamos hasta allá.
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Alana Restrepo
ten cuidado mi querido capitán
2023-01-14
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