UN SALTO DE FE

—Creo que ya escogiste tu camino—el Caos en su corazón se había vuelto más estable.

Se levantó de la banca, sin mirar a la diosa, y empezó a caminar rumbo al sol. Detrás suyo lo seguían su yo niño y su yo joven. La luz se hacía fuerte mientras avanzaba, provocando que se encegueciera un poco; sin embargo, aunque no pudiera ver, no le importaba, seguiría avanzando hasta volver a la realidad. El solo era un simple hombre que nació y creció en cautiverio, aunque comprendía que así como el estaba sufriendo lo hacían los demás. Tenía todo el derecho de odiar sin importar lo que los demás pensaran, pero no por eso carecía de la habilidad de empatizar con ellos.

—¿Qué es lo que harás?—preguntó el niño cuando Ariel se detuvo.

Por fin se había despertado de aquel sueño y vuelto a la realidad. Poco a poco abría sus ojos enfrentándose al mar del Caos que se había desbordado. Estar en ese lugar era enfrentarse a vientos muy bravos.

—¿Te vengarás o ayudarás?—su yo joven estaba impaciente.

Sostenía con fuerza uno de los cristales, y a diferencia de su cabello o sus ropas que volaban caóticas por el fuerte viento, su mente estaba estable. Ya sabía lo que iba a hacer.

—Cuando pensé que me había quedado solo y que se me había arrebatado lo que más amaba se me mostró que aun vivía—hizo que el Caos fuera absorbido por los cristales, provocando que la puerta frente suyo se iluminara—, la vida es una guerra constante por sobrevivir a las cosas malas y disfrutar los momentos buenos. No hay mal sin bien y no hay bien sin mal.

Un sismo comenzó, pero no era el que provocaría que la ciudad se hundiera, era uno provocado por la puerta que comenzaba a abrirse. El poder que influía Ariel en los cristales aumentaba el brillo a su alrededor volviéndose más enceguecedor que la luz del sol.

Podía ver como flashes los recuerdos más preciados de su vida: sus padres ayudándolo a aprender a manejar una bicicleta, sus abuelos durmiendo con el en una noche que no podía dejar de llorar, sus tíos festejando sus cumpleaños, su novia sonriéndole luego de haber hecho el amor por primera vez, sus cuñados invitándole una cerveza mientras hablaban con una sonrisa bien grande.

—Un salto de fe, ¿No?—preguntó el yo más joven después que el yo más niño colocara su mano por encima de la mano izquierda de Ariel. Este hizo lo mismo, pero con la mano derecha.

¿Qué es lo que quieres?

La voz de Aletheia se dirigió tanto para Ariel como para Rebecca, lo que hizo que ambos recapacitaran en lo que realmente querían. La respuesta que daría el hombre dejaría pensativa a la antigua curandera mágica.

—¡QUIERO VIVIR!—gritó mientras seguía dándole más poder a los cristales.

Se generó una fuerte onda expansiva que sacudió a los habitantes dentro y fuera de la muralla. La puerta, aunque era muy pesada de abrir, cedió y por fin un pasaje para la ciudad secuestrada fue abierto.

El sismo estremeció hasta al mismo arzobispo, quien cayó con brusquedad en el duro suelo de mármol de su oficina. Tan solo era un hombre de casi cuarenta años, con una calva muy visible, piel morena y unos ojos que mostraban un color rojo como recordatorio del pacto que hizo con Ápate. Había reconocido el Caos de Ariel y con ello supo que faltaba poco para el desastre. Asustado por lo que se avecinaba, corrió hasta un pequeño altar al lado de su escritorio y colocó su mano encima del dibujo de una runa mágica, dejando que un poco de su energía mágica se liberara en esta, como consecuencia, ocho runas, de gran escala, se hicieron visibles en las paredes internas de la muralla. Tomó solo un segundo para que, de las runas, un enorme pentagrama se dibujara en la ciudad y que todos sus habitantes fueran poseídos por demonios.

—¡Arzobispo!—entró al despacho su secretario y el guardia que estaba a cargo de protegerlo en ese momento. Ambos estaban preocupados por la cantidad de poseídos en las calles—, estamos siendo invadidos—gritó asustado.

—¡Alístense para luchar!

—¿Contra los poseídos? ¡Señor, son demasiados!—replicó el guardia.

—¡Contra ellos no!, ellos son la fuerza enviada por la diosa Lía para defendernos. Avisen que vamos a a ser atacados por los demonios del mundo exterior—estaba nervioso, le costaba ocultar su verdadera personalidad cobarde.

La orden sacudió tanto a su secretario como al guardia, ambos estaban seguros que la acción a tomar por parte de su eminencia sería otra; sin embargo, el que dijera que aquellos poseídos eran sus aliados los hizo pensar que algo anda mal. No obstante, aunque era muy extraño para ellos, no irían en contra del escogido por la diosa.

Tanto para Ariel como Rebecca, todo se volvió oscuro hasta que comenzaron a escuchar a lo lejos la voz de Irene. Su novia lo sostenía en sus brazos, ya que se había desmayado después de la explosión. Casi todo su Caos se había agotado y por poco el esfuerzo casi afectaba su energía vital. La debilidad era muy grande, no podía mover parte de su cuerpo, pero podía observar y escuchar todo lo que pasaba. Al frente suyo podía ver los rayos del sol , que se filtraban por la puerta abierta, así como los hombres del ejército entraban en la catacumba.

—¿Ire...ne?—preguntó intentando dirigir su mirada a la mujer.

—¡Shh, no hables!, lo que hiciste te ha dejado al borde de la muerte—dijo mientras besaba su frente—,no tengo modo de agradecerte

—Ire...ne...el...los...con...vir...tió—quería advertirle sobre los poseidos, ya que antes de recobrar la consciencia pudo ver pequeñas visiones sobre lo que había ocurrido en la superficie. La debilidad no dejaba que articulase bien las palabras, jamás en su vida se había sentido tan débil.

—No te preocupes por eso—expresó el cardenal, el cual estaba agachado al lado de Irene—,en definitiva necesitábamos a alguien que estuviera en el otro lado para que fuera nuestro puente, ahora nos toca a nosotros continuar. Descansa, pronto una nueva era de libertad comenzará.

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Alana Restrepo

Alana Restrepo

why?!!!!!

2023-01-14

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