EL GRAN SECUESTRO

Estando frente a la puerta de uno de los accesos de la catacumba por fin tenía un punto a favor de la diosa. Fue fácil acceder, ya que había solo un guardia custodiando la entrada pudo someterlo hasta dejarlo inconsciente. La puerta tenía una cerradura mágica, por lo que cualquiera tendría problemas para abrirla; sin embargo, tan solo le tomó influir un poco su energía interna para que se abriera sin ningún problema.

Varias veces había escuchado por parte de sus compañeros que dentro de las catacumbas habían monstruos, por eso se prohibía el paso a la gente común. Sea monstruos, demonios e inclusive dioses, seguiría adelante.

Lo primero que vio al entrar era una escalera que descendía en una oscuridad muy densas; no obstante, al momento de iluminar con la energía que emanaba de su mano, notó que al fondo podía distinguir una luz roja. Al bajar notó que había entrado en lo que parecía ser una galería llena de cráneos y huesos humanos. Lo que más le inquietaba eran las antorchas encendidas con fuego mágico y los signos de lucha, en definitiva alguien había descendido antes que el.

Siguió avanzando hasta encontrar unas escaleras que comenzaban en el piso de la galería, así que no tuvo de otra más que volver a bajar para terminar repitiendo el mismo ciclo. Rebecca creía que nunca acabarían las galerías, no fue hasta que llegó a la novena que hubo un cambio: la novena galería era veinte veces más grande que las demás, parecía una arena de batalla, y en ella habían varias personas, vestidas con las mismas túnicas que la de los guardias de la catedral, luchando contra unos monstruos humanoides que parecían una combinación de toro y cabra.

—Así que han decidido seguirme hasta acá...—gritó lleno de furia, pensando que eran los guardias de la catedral enviados a matarlo.

Tomando un fuerte impulso se abalanzó contra dos de los monstruos golpeando sus cabezas al mismo tiempo. En el pecho tenían una especie de roca incrustada de color carmesí que parecía ser su punto débil, por lo que decidió arrancarla con sus propias manos, provocando que estas y los cuerpos de sus dueños desaparecieran como cenizas. Sin embargo, debido a las emociones del momento, mientras estaba luchando dejó caer la hoja con el dibujo que su novia había hecho.

—¿Quién es el?—preguntó uno de los hombres a la vez que otro recogía la hoja y veía su contenido.

—¡Cabo!—gritó cuando leyó el mensaje escrito en el otro lado de la hoja. Al lado suyo se colocó una mujer que vestía con ropa de hombre.

—¡Alto!—furioso porque la cantidad de aberraciones no disminuía, liberó una gran cantidad de su energía para luego convertirlas en flechas y clavárselas en sus pechos. Destruyendo a esas cosas para siempre—,por su bien más les vale irse de acá—dijo mientras destruía con sus puños la puerta que le impedía avanzar.

—¡No lo haga!—gritó uno de los hombres.

—Ya es demasiado tarde, ¡No podrán salvar a nadie!—entró ignorando los gritos del hombre.

Formó una barrera que impidió que los demás lo siguieran. Frente suyo estaba un enorme pozo, por lo que, desafiando a la gravedad, comenzó a descender lentamente en el y a medida que se acercaba los cristales amplificadores se iluminaban. Aquella escena le hacía recordar el mecanismo de bomba anti-gravedad que uno de sus compañeros fallecidos estaba diseñando.

—¡Cardenal!—gritó la mujer al hombre que le dio la hoja.

—Cabo, tienes que detenerlo—ordenó.

La mujer sin esperar más descendió de la misma forma que lo había hecho Ariel; sin embargo, la barrera que el colocó la ralentizaba. Podía observar como el ex-guardia tenía sus manos en uno de los cristales y como comenzó a influir su poder en estos. Ya era demasiado tarde, una fría oscuridad la dejó ciega.

Un idílico paisaje se extendía a su alrededor, el sol estaba en lo más alto del cielo e iluminaba unas montañas que se encontraban a lo lejos. Podía ver varios icebergs de distintos tamaños flotando y lo cual le parecía raro. No entendía cómo podía verlos tan cerca y las montañas tan lejos, fue hasta ver sus pies que lo entendió todo: se encontraba sobre el agua.

Observando con detalle el extraño mundo en el que había sido arrastrada, se sorprendió un poco al notar como una mujer la observaba, o más bien a Ariel, mientras estaba sentada en una banca. Su vestimenta se parecía a las de las monjas de la catedral pero esas eran negra; sin embargo, al notar más de cerca su rostro, supo enseguida que se trataba de la diosa Aletheia, pero de una época pasada.

—¿Quién eres?, ¿Dónde estoy?, ¿Estoy muerto?

—Oh no, muerto no estás. Te encuentras en lo más profundo de tu subconsciente, ahora mismo tu cuerpo real se encuentra frente a los cristales. ¿Y quién soy yo?, tú corazón te está dando una pista—señaló el pecho de Ariel.

—¿Tú eres la gran creadora?—preguntó muy confundido.

A su parecer solo daba la impresión de ser una mujer normal de 30 años, aunque sus características físicas entraban en las que le habían enseñado desde niño, sobre como era la gran creadora: una mujer de cabello ondulado y largo, blanco como la nieve; su piel, clara y de un color como el de la luna; y sus ojos de color rojos.

—Sí, lo soy. Bueno...aunque realmente me llamo Aletheia. Lía es una distorsión que hicieron para usurpar mi puesto.

—Tu...tu...—el dolor estaba apunto de desbordarse, de su corazón la energía comenzaba a colapsar y su poder amenazaba con explotar—¿¡Por qué no hiciste nada!?, ¡Dejaste que toda una ciudad sufriera!

—Aquella diosa que han estado alabando todo este tiempo no es más que Ápate, el dios del engaño y mi mayor enemigo. El secuestró a más de quince millones de personas y las encerró en murallas que por años les han hecho creer que eran para protegerlos.

—¿Nos secuestró?

—Y los han obligado a seguir una mentira que tiene como único fin infligir dolor en ustedes y alimentar a Ápate—la diosa Aletheia hablaba mientras observaba el rostro pálido de Ariel—, ¿No habías notado que poco a poco muchas personas desaparecían?

La pregunta lo hizo recapacitar, haciéndolo temblar del terror. Desde niño pudo ver como gente a su alrededor, incluyendo su familia, desaparecía de un momento a otro. Sin embargo, el arzobispo les decía que fueron llamados y llevados al lado de la diosa.

—¿Las personas desaparecidas son los monstruos con los que me enfrenté cuando bajaba las catacumbas?—la culpa lo invadió.

—Dejaron su humanidad atrás cuando el arzobispo mandó a atravesarles el corazón al momento de presentar signos de rebeldía. Que tu alma se apacigüe un poco, los únicos que pueden liberar las almas de los poseídos son aquellos que han despertado el gran poder elemental, cada golpe que dabas, extrayendo sus corazones petrificados, los liberabas de su tormento.

— ¿Por qué un dios causaría tanto daño?

—La razón es porque obtiene poder mediante el dolor, algo parecido a una granja de abejas para tener miel.

—¿Todos hemos sido solo una granja de humanos?—no podía creer lo que escuchaba.

—ahhh...—suspiró con pesadez—, he caminado por todo el mundo, vi innumerables paises, ciudades, religiones y dioses distintos. Todos los humanos que han decidido seguirme o seguir a los otros se han caracterizado por ser sumisos. Seres autoproclamados como los merecedores de una tierra prometida a cambio de entrega y obediencia total. He visto como de esto último ha nacido el fanatismo y que este ha evolucionado a un extremismo por poseer la única verdad. He sido testigo como manipulan los registros históricos a su conveniencia, volviendo cánones verdades a medias o mentiras totales. Es de este conflicto en que muchos dioses, sino es que casi todos, aprovechan para ser glorificados y obtener energía vital para así ganar poder.

—¿Entonces, todo ha sido una farsa para usarnos?

—Cuando los humanos sienten niveles de dolor tan inmensos, se manifiesta en sus corazones una energía elemental que yo llamo el Caos y que les da habilidades fuera de lo común. El Caos es el opuesto a la energía vital, ya que un humano puede vivir sin el primero. Es el poder que quiere estallar ahora mismo en tu corazón.

—¿Esto que siento en mi corazón es Caos?—aquella revelación le hizo recordar lo que dijo el arzobispo—, ¿Es el Caos Corrupto?

—Para el arzobispo todo Caos que intente ir en contra de Ápate es un Caos Corrupto, pero sigue siendo Caos. Tu pudiste verlo también en el corazón de aquella niña que ayudaste, un Caos que recién nacía. Es el poder con el que haz intentado causar un hundimiento en toda la ciudad haciendo que los cristales amplificadores generen un sismo.

—¿Estuviste observando todo este tiempo?—se levantó enojado de la banca y miró con mucha tristeza a la diosa.

—Desde el momento en que te quedaste huérfano tras la desaparición de tus familiares, cuando conociste a Elena, hasta tu entrada a la guardia de la catedral. Todo lo he visto.

—Sí sabías que todo era un engaño, que nos tenían secuestrados, ¡¿Por qué te quedaste sin hacer nada?!

—Yo no soy la única que existe y que ha participado en la creación de este mundo. Sin embargo, mientras que muchos buscan la adoración y la sumisión, yo busco que ustedes sean libres—decía con la frente en alto, observando la puesta de sol al frente suyo.

Las últimas palabras de la diosa terminaban de confirmar lo que le había dicho en el lago, antes de que ella entrara en los recuerdos de Ariel. Una parte de su ser quería creer que era mentira todo lo que escuchaba, le costaba imaginar que los dioses tuvieran algo que ver con la invasión tan sangrienta que hubo al capitolio de Qarta. No obstante, tampoco podía ignorar lo que se le mostraba frente a sus propios ojos.

—¿Tampoco me hubieras detenido con mi intención de causar el sismo?—Ariel volvió a sentarse.

—Tú eres el hombre que desafió a un dios y eres el primer humano en que despierta el poder del Caos estando en cautiverio. La razón por la que no te detengo es porque quiero ver de lo que eres capaz de hacer, necesito saber qué es lo que te ha hecho tan diferente de los demás.

—¿Qué debo hacer?, ¡Odio a esa maldita catedral y a todos sus seguidores!, ¡Odio al dios que nos secuestró!, deseo matar al arzobispo...pero no quiero que nadie muera—la desesperación llegó al punto que sentía que el oxigeno le faltaba.

Era una contradicción viviente y en cierto punto lograba entender parte de las emociones que pasaba el hombre. Mucho de lo que el sentía fue lo mismo que ella sintió cuando estaba en la clínica. En cierto modo, aunque le costaba mantener una linea entre el punto de vista de Ariel y el de ella, su alma sabía que el estaba pasando por una situación igual a la que ella estuvo.

— ¿Qué es lo que te detiene de tomar una decisión?, ¿Te detiene la esperanza de una vida mejor?, ¿Te para el deseo de destruir todo?, ¿Anhelas tanto la venganza?, ¿Te detiene el odio?, ¿Te frena la idea de sentir arrepentimiento si decides irte por alguno de los dos caminos?

—Yo...yo...—no sabía cuanto más podía contener el caos en su corazón, la confusión era muy agobiante.

—Tal vez hablando con ella sepas la respuesta—dijo señalando al frente.

—¿Elena?—levantó la mirada solo para ver a la mujer que había amado y que había creído muerta por tres meses.

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Comments

Ana Leticia Morales

Ana Leticia Morales

ufff que fuerte entonces esta viva todavía?

2023-10-09

0

Alana Restrepo

Alana Restrepo

nooooo

2023-01-14

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