REMORDIMIENTOS

El día transcurrió con lentitud para Becca, quien observaba desde la ventana de su habitación a las personas que ya habían comenzado a tocar música para el festejo. Ver que las familias se reunían con una sonrisa, los niños corrían con alegría y las parejas de jóvenes tenían sus primeras citas románticas, la llenaba de mucho anhelo.

Solo eso puedes sentir, Rebecca. Vas a morir dentro de poco, estás sola y en un estado que solo da lastima.

Eran tan crueles sus propios pensamientos que se acostó enseguida, con la esperanza de poder dormir y dejar de pensar en ellos. Cuando entraba al misterioso mundo de los sueños, estando ya en su estado de enferma terminal, por lo general tenía la misma pesadilla: despertaba después de haber sido aplastada por varios escombros y podía observar como el cielo nocturno estaba siendo iluminado por las llamas que amenazaban con consumir todo el capitolio. Herida y casi sin fuerzas, comenzaba a tambalearse buscando entre el fuego a alguno de sus compañeros. La tristeza la invadía cada que veía los cuerpos sin vida o como muchos daban su ultimo aliento mientras los sostenía en sus brazos.

Sin nada que poder hacer, con las lagrimas a todo dar, comenzó a subir los pisos para buscar a más supervivientes. El segundo piso, nada; el tercero, infructuoso; el cuarto, frustrante; sin embargo, cuando creyó que estaba sola, pudo ver que en la azotea del capitolio se encontraba su capitán en el suelo. Al momento de acelerar sus pasos, sentía un fuerte pinchazo en su pulmón izquierdo, y al intentar ver lo que ocurría, se dio cuenta que alguien la había apuñalado en su espalda. Tosiendo una fuerte cantidad de sangre, llevó una pequeña cantidad de energía mágica a su mano y la soltó en una explosión que derrumbó a su atacante. Pudo observar como un soldado azuriano, quien en pro de su causa, había intentado matarla sin éxito alguno.

Preocupada por su capitán, siguió avanzando hasta caer al suelo y poder llegar a su lado. Cuando le tomó el pulso y se dio cuenta que ya no podía sentir su fuerza vital, no tuvo otra opción que pasarle toda su raíz mágica. Aquel hechizo consistía en dibujar con su sangre, en el área del estómago, el símbolo mágico que obtuvo al momento de recibirse como maga. De tal modo, podía salvarle la vida dando toda su energía a costa de nunca más volver a practicar la magia. En el segundo que terminaba, la mano del capitán la agarró con fuerza del brazo y obligó a que lo mirara. Los ojos verde esmeralda, que tanto la habían cautivado, ahora eran negros y desde su cuello, hasta el rostro, sobresalían unas pequeñas venas de color verde oscuro.

—Voy a ir por ti y te llevaré con todos ellos, ¡MORIRÁS!—gritó con tanta fuerza que provocó que su corazón se acelerara y despertara con brusquedad de la pesadilla.

—No...lo siento...ojalá yo hubiera muerto en su lugar, perdónenme— se cubrió por completo con sus mantas.

—¡NOS MATASTE! ¡NOS MATASTE!—las voces de todos sus compañeros comenzaron a sonar al mismo tiempo.

Siempre que tenía esa pesadilla despertaba igual, pero esa noche había sido peor. Tal vez fuese porque se cumplía el primer aniversario de lo ocurrido; sin embargo, lo que sucedió después era nuevo. Sentía como todos rodeaban su cama y se acercaban a ella, con el fin de llevársela al otro mundo. No fue hasta que empezó a escuchar los fuegos artificiales que el escalofrío en su cuerpo desapareció.

¿Yo dejé la ventana abierta?

Preguntó a sí misma cuando pudo quitarse la manta de encima y observar como desde la ventana se filtraba las luces del espectáculo que prepararon para el festival. Aun con mucho miedo y con su ropa empapada de sudor, se acercó temblando a la ventana para cerrarla. No obstante, se quedó perpleja ante la belleza de la noche y del cómo las luces de los fuegos artificiales iluminaban el cielo. El piso estaba frio, muy frio para que alguien tan débil como ella pudiera resistirlo. Sentía como el frio se convertía en miles de agujas que atravesaban su piel, atormentándola más de lo que ya estaba. Sin embargo, ya le daba igual lo que ella pudiera sentir. En ese mismo momento, si ya los dioses querían arrebatarla del flujo vital del mundo, no le preocupaba en lo absoluto morir.

—Si tan solo no hubiera estado enferma con este maldito cáncer, hubiera podido tener más fuerzas para ayudarlos. Lo lamento tanto, tanto...tanto...—se dejó caer al suelo sin animo alguno.

Desde su cama, el capitán podía observar como explotaban los fuegos artificiales. No había pasado ni un minuto cuando el reloj marcó las cuatro de la mañana, hora en que pudo apuñalar al rey, cuando las personas gritaron de la emoción.

Elena, Felipe, Kevin, Joseph...

Le era imposible no pensar en los nombres de aquellos que cayeron en combate, más aún cuando en la lista que se le había entregado, informándole las bajas, debería haber estado su nombre. Ese hecho fue una de las cosas que más le había atormentado por un año entero y le costaba creer que estuviera vivo de milagro.

En los cursos más avanzados de la escuela militar, recibían clases sobre teología para entender más la religión que predominaba en su pais. Según lo que había aprendido, al momento de morir una persona está justo al frente de una linea de no retorno. Justo podría recordar aquella linea frente a el, invitándolo a cruzarla y cuando estuvo apunto de hacerlo, algo lo detuvo. Una voz, desde lo más lejano de aquel lugar oscuro, le gritaba que no muriera.

Fue aquella suplica lo que impidió que el no cruzara la linea entre el mundo de los vivos y los muertos. Esa voz le parecía tan familiar, que su cuerpo comenzó a caminar en dirección a ella. No entendía en realidad qué había pasado, pero sentía en su interior que alguien había intervenido para que siguiera viviendo y ese alguien no había sido ninguno de los dioses. Sin embargo, pensar en eso era casi un callejón sin salida. Lo único cierto que sabía, aparte de que volvió de la muerte con energía mágica, es que sospechaba de la existencia de un traidor en la filas.

Se levantó de la cama para poder tomar un poco de aire fresco y al acercarse a su ventana notó que en el piso de abajo, a través de las cortinas, se podía observar como alguien estaba desmayado. Apoyado de la pared, ya que le dolía un poco las piernas, salió a la recepción e informó a la enfermera de lo que había visto.

—Debe ser un paciente del pabellón 5 que está frente a nosotros, muchas gracias capitán. Avisaré a una de las enfermeras encargadas de ese pabellón—respondió para luego desaparecer un momento del lugar.

En vez de volver a su habitación, decidió subir un momento al jardín. Había veces que dejaban abierto el techo, por lo que aprovechaba para despejar la mente en aquellas noches que no podía dormir; no obstante, esa vez se sentía tan diferente. Ya en el jardín, buscó la banca que tuviera la mejor vista de los fuegos artificiales, ver como iluminaban la noche con fuegos artificiales, en comparación a las llamas de aquella madrugada, le hacía tener sentimientos contradictorios. Varias lágrimas comenzaron a fluir, por primera vez podía sincerarse sobre como se sentía, sin tener a nadie a su lado que lo juzgara. Siempre debía mostrarse como alguien fuerte, su reputación y su papel en el ejército le habían enseñado a jamás mostrar debilidades, pero el era un humano también y tenía sentimientos como los demás, le dolía la muerte de aquellos que consideraba como su gente.

—¿Por qué solo fui yo quién volvió de la muerte?—preguntó con voz baja.

La madrugada terminó y a las seis de la mañana todos se habían retirado a sus hogares. Mientras el capitán recién se acostaba para poder descansar, Becca estaba siendo monitoreada debido a que su estado había empeorado. Había adquirido una inexplicable fiebre, luego de caer desmayada. Las enfermeras estaban preocupadas, ya que no lograban hacer que su temperatura bajara.

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Comments

Lucilenne A. Ribeiro

Lucilenne A. Ribeiro

hasta el momento, no entiendo nada.

2024-07-17

0

Alana Restrepo

Alana Restrepo

OMG! PERO QUE SUSPENSO!!!!!

2023-01-14

2

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