El capitán Kristoff y su teniente Emerson se encontraban leyendo unos documentos con la lista de todas las clínicas donde fueron llevados los supervivientes de la invasión de Qarta. Si todo salía como ellos tenían planeado, esa semana le darían el alta y empezarían a investigar lo ocurrido. Pero, cuando estaban por trazar la ruta de aquellas clínicas que estaban más cerca de la ciudad, la visita de dos investigadores de la policía militar los alertó. Manteniendo la compostura, el Teniente se colocó a su derecha mientras que los investigadores rodeaban la cama donde estaba el capitán.
—Buenas tardes, capitán Kristoff. Teniente Emerson, es un gusto verlo. Somos la sub-teniente Erika y el primer oficial Michael—dijo una mujer un poco entrada en los cincuenta.
—¿Algo sucede?—era muy extraño ver a la policía militar, un frío extraño recorrió la espalda del teniente.
—En efecto, hemos venido debido a que estamos investigando la desaparición del mayor Louis de la Serre—respondió el primer oficial.
Aquella noticia los dejó sin habla por un segundo, no podían creer esa noticia. El mayor había sido su jefe directo en todos los quince años que había existido el escuadrón Nightfall. No solo lo consideran su compañero y su superior, le tenían el aprecio de un padre. Saber que se encontraba desaparecido solo hacía que el dolor, por la perdida de la mitad de sus compañeros, aumentara.
—¿El mayor está desaparecido?—Kristoff intentaba mantener su imagen seria pero le costaba.
—En la mañana del día de hoy recibimos una llamada de alerta de su esposa, la señora Elise. Lo único que recordaban era haber sido atacados por unos extraños seres y al momento de despertar su esposo no estaban—les contó Erika.
—¿Encontraron algún indicio de forcejeo?—los nervios del teniente aumentaban, pero debía mantenerse firme.
—Encontramos signos de lucha y sangre. Ya se ha lanzado una alerta de búsqueda, pero mientras tanto hemos iniciado también labores de investigación. Necesitamos hacerle unas preguntas a ustedes, ya que tenemos entendido que el mayor antes de desaparecer estuvo con ustedes—dijo Michael mientras se sentaba junto con su compañera, para empezar un largo interrogatorio de dos horas.
Casi a punto de acabarse la tarde, el teniente Emerson tuvo que dejar la habitación del capitán debido a que necesitaban hablar a solas con este. Con el fin de estirar un poco las piernas, decidió caminar un poco por los distintos pasillos con acceso libre en el piso; sin embargo, cuando pasaba justo al lado de una de las recepciones, escuchó algo que lo dejó más helado de lo que ya estaba.
—¡Ay, pobrecita!, que cruel haber dado su último respiro de esa forma. Debió haber sufrido mucho siendo también una de las supervivientes de la toma del capitolio—escuchó con sumo pesar de una de las enfermeras.
Levemente afectado se acercó a las enfermeras, quienes se asustaron al verlo pálido. Luego de explicarles la situación en la que se encontraba y de que necesitaba saber si la mujer que había muerto era una de sus compañeras en el escuadrón, las enfermeras decidieron llevarlo a la oficina de la enfermera en jefe.
—¿Dice usted conocer a la paciente que murió al medio día?—la enfermera jefe preguntó con mucho cuidado.
Emerson entendía que por temas de seguridad no podían revelar información de los pacientes; sin embargo, necesitaba confirmar que se tratara de Rebecca. En su escuadrón solo habían dos mujeres dentro a la hora de la invasión, Elena Winters y Rebecca Snow; no obstante, la primera había muerto en batalla, por ende, solo debía tratarse de la segunda.
—En efecto, señora Liliana—habló con total seriedad a la enfermera—,cuando entramos para ser tratados en esta clínica, perdimos contacto con los demás miembros. Justo cuando estábamos planeando buscarlos para visitarlos y saber cómo se encontraban, escuché que una superviviente falleció. ¿La mujer en cuestión tiene por nombre Rebecca Snow?
—¡Gracias a los dioses!, pensábamos que nunca encontraríamos a alguien que la conociera. Así es, señor Emerson. Se trata de su compañera Rebecca Snow—, el color en su rostro comenzó a tornarse más pálido—, lastimosamente murió hace cuatro horas. Ya informamos al batallón sobre su deceso; sin embargo, hemos estado buscando a algún pariente o amigo suyo, pero no hemos tenido éxito hasta ahora.
—¿De qué murió?
—Su compañera sufría un caso muy grave de cáncer pulmonar; sin embargo, las heridas sufridas en la batalla y las quemaduras en sus vías respiratorias a causa del humo provocaron que su estado empeorara. En la madrugada del día de hoy sufrió un shock debido a una fiebre de más de 40°c, intentamos por todos los medios normalizarla pero no aguantó. A las 11:45 de esta mañana los sistemas nos alertaron que estaba entrando en un paro cardiorrespiratorio y aunque fuimos notificados a tiempo, no fue suficiente para salvarle su vida.
—¿Puedo verla?—dijo tragando saliva con fuerza.
La noticia de la desaparición del mayor y de la muerte de su compañera, en un mismo día, le estaba haciendo difícil la tarea de mantenerse fuerte. No solo aun se encontraban en luto y afectados por la batalla de hace un año, ¡Ahora debían soportar dos golpes de seguido!
—En este momento, el médico forense está realizando una autopsia a su cuerpo. Sabe usted que ese es el procedimiento que debemos seguir cuando se trata de miembros del ejército; sin embargo, una vez acaben en la noche le informaré para que pueda acceder a la morgue.
—Muchas gracias, señora Liliana.
Se levantó y con paso pesado se dirigió a la puerta, necesitaba aire fresco de manera urgente. La enfermera quería decirle lo mucho que lamentaba lo ocurrido, pero sentía que era mejor dejarlo solo y estaba en lo cierto. El teniente subió con prisa al jardín y se ubicó en una zona donde estuviera por completo solo, y sin más comenzó a llorar.
¿Cuántos más de nosotros tienen que irse?
Le dolía, cada uno de sus compañeros heridos y muertos, hasta el propio mayor, a todos los consideraba su familia. Habían compartido buenos momentos y se habían apoyado para superar los malos. Pero aquella situación, no sabía que hacer. Pasado unos minutos, logró calmarse y empezó a dirigirse de nuevo a la habitación de su capitán.
Kristoff se encontraba preocupado por el teniente, habían pasado varios minutos desde que los investigadores se habían ido y nada que aparecía su compañero; sin embargo, cuando lo vio entrar con los ojos rojos sabía que algo malo pasaba. La noticia de la muerte de la curandera mágica de su escuadrón fue un cruel baldazo de agua fría, que combinado con la desaparición del mayor, lo había dejado casi sin habla. No solo le afectaba que otro miembro más había muerto, también le pesaba en el alma nunca haberse enterado de que ella se encontraba internada en la misma clínica con el. La soledad que debió haber soportado ella, estando con una enfermedad terminal, habría sido devastadora.
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Comments
Alana Restrepo
lo he dicho siempre y lo seguiré diciendo, los hombres también lloran!
2023-01-14
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