Capitulo 11

Angelo entró en la habitación, viéndola tan fijamente, que Ailén por un momento, sintió que estaba molesto con ella.

—¿Qué pasa? —preguntó la jovencita.

—¿Qué haces cuando no estás en casa?

—¿Humm? —Ailén no comprendió por qué sacaba nuevamente aquel tema —Ya te lo he dicho antes, voy a las casas de mis amigas.

—¿Estás segura de que solo haces eso? —cuestiono su hermano con frialdad, dejándole ver que él sabía algo más.

La jovencita se sintió descubierta y bajo rápidamente la mirada

—Claro, ¿acaso no me crees? —trato de hacerse la inocente.

—Ailén —su hermano pronunció su nombre de forma autoritaria, haciéndola tragar saliva al instante —. Ya lo sé todo —mencionó fríamente.

En ese momento, un silencio antinatural se apoderó de aquellas cuatro paredes. Ailén sintió que su habitación daba vueltas y que el aire le faltaba.

—Yo quería decírtelo antes, pero...

Angelo gruño, mientras que Ailén se percataba, de que en realidad aquello únicamente había sido una estrategia, para sacarle la verdad por su cuenta.

—¿Con quién diablo te estás viendo? —el hombre se había acercado tan rápido, tomándola bruscamente del brazo.

Ailén sintió miedo, por la mirada encolerizada que le estaba regalando su hermano. Si ella supuso que él se enfadaría al enterarse, pero no lo imagino a ese extremo.

—E-es un buen muchacho, te lo juro —dijo con voz temblorosa la muchachita —. Te lo presentaré. Estoy segura de que va a agradarte.

—¡Deja de decir babosadas! Y más le vale a ese infeliz que no lo llegue a ver, porque te juro, que voy a partirle la cara —amenazó él.

—¿Qué? ¡No, tú no puedes hacer eso! —Ailén forcejeo para qué la soltará.

Su hermano estaba actuando como un salvaje y eso no se lo iba a permitir. De ninguna manera, permitiría que le hiciera algo a su novio.

—Puedo. Y a partir de ahora, ni se te ocurra volver a verlo.

Ailén lo empujó, mientras las lágrimas se escurrían de sus ojos. Estaba bien si no la apoyaba en su relación, pero aun así, no podría impedir que ella lo siguiera amando.

—¡Tú no me mandas! —le dijo por primera vez Ailén, de forma atrevida —. Hablaré con mamá y papá, y te guste o no, lo traeré a la casa.

Aquella había sido la gota que rebasó el vaso y Angelo no pudo evitar perder los estribos.

Rápidamente, se dirigió al cajón donde permanecía oculta aquella pieza de lencería y se dispuso a armar un escándalo.

—¡Y crees que vamos a permitir que te estés comportando como una prostituta! —soltó, lanzando aquellas prendas al suelo con ira.

Los señores Taisho, escucharon aquel escándalo y no tardaron en hacer acto de presencia en la habitación de su hija.

—¿Qué está pasando aquí, Angelo? —pregunto Ulises, contrariado.

—Pregúntaselo a tu hijita —contesto su primogénito.

Para ese momento, Ailén ya no podía dejar de llorar. Se sentía expuesta ante la mirada de sus padres...

Los ojos dorados de su hermano tampoco la perdían de vista, mientras que ella era lentamente humillada.

—¿De quién es esto? —indagó Susej agachándose para recoger las prendas, que se hallaban en el suelo.

—Es mío —admitió en un sollozo la jovencita.

Ambos padres rápidamente se vieron las caras, evidentemente preocupados.

—¿Y por qué tenías algo tan colorido? —su madre preguntó con un tono calmado.

—Quería usarlo con mi novio —admitió Ailén bajando la mirada.

Los murmullos de asombro no se hicieron esperar y ahora Ulises también se mostraba bastante disgustado.

—¡¿Pero qué demonios estás diciendo?! —el hombre alzó la voz.

—Yo pensaba contárselo a ambos—hipo Ailén, por el incontrolable sollozo —. Les juro, que él es un buen muchacho.

Pero, para Ulises fue demasiada toda aquella situación y no pudo dejar de sentirse airado. En un rápido movimiento, en el que Angelo no tuvo siquiera tiempo de reaccionar, el hombre se descubrió dándole un bofetón a su pequeña hija.

Angelo abrió los ojos a su máxima capacidad, ante aquella atroz escena. Sintió como un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, al ver cómo su padre, golpeaba a Ailén delante de sus ojos. El hombre apretó los dientes disgustado, y por primera vez en toda su vida, quiso agredir a su padre.

Los puños de Angelo se cerraron al instante y antes de poder dar un paso en contra él, su madrastra se interpuso en su camino.

—¡¿Acaso eres un animal, Ulises?! ¡Pegándole no se resuelve nada! —la mujer abrazó maternalmente a la castaña, que se hallaba agredida en el suelo.

»—¡Largo de aquí los dos! —prosiguió Susej con una mirada desafiante, mientras le dedicaba palabras de consuelo a su pequeña hija.

Y tal como lo había solicitado, los dos hombres salieron de esa habitación. Pero al hacerlo, Angelo no pudo dejar de ver con ansias asesinas a su padre.

—No vuelvas a ponerle un dedo encima —le dijo él, en un tono bastante amenazante.

Y Ulises guardó silencio ante la amenaza, porque, en aquel momento se sentía bastante arrepentido de sus actos.

Pero simplemente el hombre no podía aceptar que la pequeña e inocente Ailén, se estuviese comportando como una mujerzuela. Se suponía que su niña se la pasaba estudiando y ahora la realidad se revelaba, de manera dolorosa ante sus ojos.

—Lo sé, me excedí —admitió el hombre —. Pero Angelo, no podemos permitir que vuelva a ver a ese sujeto.

—Eso déjamelo a mí —respondió su hijo en un tono siniestro.

Ese día Ailén lloró durante toda la madrugada.

Por órdenes de su padre, la jovencita había quedado incomunicada. Le arrebataron su teléfono celular y también su laptop, y además, le advirtieron que a partir de ese día, iba a estar completamente vigilada.

Lo único que la muchachita quería, era poder escribirle un mensaje a su novio, y así pedirle que la rescatará. Y de ser posible, fugarse con él, porque ella no iba a permitir que destruyeran el amor que ambos se tenían.

Con esa idea en mente, Ailén se quedó dormida casi al amanecer. Sin embargo, no todo era como ella creía...

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