Capitulo 5

Esa tarde, Ailén tampoco regresó a su casa. Decidió irse directamente a la casa de su amiga y permanecer con ella contándole lo que recién había acontecido.

Estaba tan emocionada. Ahora tenía un novio, su primer novio y no podía simplemente quedarse en casa. Necesitaba hablar al respecto y saltar repetidamente sobre la cama.

Ese día, Angelo nuevamente llamó y la respuesta de su madrastra se repitió. Sintiéndose enojado por el poco tiempo que Ailén permanecía en casa, decidió resignarse y asumir que al parecer su hermanita lo había olvidado.

—Entiéndelo es una adolescente, seguramente ya tiene un novio —le dijo con malicia su compañero de habitación.

Angelo ignoró el comentario de Raimundo. Era ridículo siquiera prestar atención a lo que decía.

¿Ailén con un novio?

No entendía de dónde había sacaba eso, porque era simplemente imposible. Su hermanita era tan solo una niña.

***

Dos años transcurrieron, donde la comunicación de los hermanos se vio reducida cada vez más. Las llamadas telefónicas pasaron a ser simples mensajes de textos ocasionales.

Angelo había sido egresado con honores de la universidad de Stanford. Y se permitió inclusive realizar una maestría. Aparentemente, su vida en California, pintaba muy bien.

Había recibido una importante oportunidad de trabajo, por parte de una de las empresas más destacables en la industria tecnológica. Eso gracias a sus amplios conocimientos en cuanto a materia económica.

Angelo era todo un prodigio de los números, que había adquirido una notoria reputación. Muchos empresarios lo tenían en la mira para reclutarlo en sus negocios, sin embargo, él no quería ser un simple empleado, su deseo era fundar su propia empresa.

—¿Estás seguro de que regresar a España, es una buena decisión? —preguntó cautelosa la mujer a su lado.

El hombre no respondió de inmediato, sino que dando un sorbo a su bebida se permitió degustar lentamente la amargura de la misma. No tenía muchas razones que lo motivaran a regresar, sin embargo, algo lo instaba a hacerlo.

La verdad era que no podía simplemente decidir hacer una vida en ese país extraño, olvidando sus raíces o a los que alguna vez considero importantes. Debía regresar, su lugar era allá con su familia.

Angelo chasqueó la lengua ante semejante pensamiento tan sentimental.

¡Qué diablos!

¿Desde cuándo era tan imbécil?

Al parecer quemarse las pestañas por tanto tiempo, le había atrofiado el cerebro.

—Sí —respondió tajante, dejando perpleja a la ojos rojos.

—Entonces, supongo que ésta es una despedida —dijo disimulando su desánimo.

Vaya qué ese hombre le gustaba, pero nunca le había dado una oportunidad. Inclusive, había llegado a dudar de su sexualidad, puesto que nunca lo había visto intimando con una mujer en todos esos años. La mayoría del tiempo estaba solo, con su típica cara de piedra y un libro en la mano.

—Supongo. Me iré en un par de días.

Susana miró fijamente su perfil.

Él era condenadamente guapo y a la vez condenadamente inalcanzable... No podía creer que seis años hubiesen pasado desde la primera vez que lo vio, y que en todo ese tiempo, nunca pudo concretar nada. Ni siquiera pudo acercarse íntimamente a él y ahora, un impulso en su interior la motivaba a dejarse de tonterías y llevárselo definitivamente a la cama. De todas formas, no lo volvería a ver, así que no tenía nada que perder.

—Quisiera despedirme de ti en otro lugar —pronunció de repente la mujer de manera atrevida.

Angelo se giró a verla entrecerrado los ojos —¿Qué lugar?

Susana se terminó de un trago su bebida y decidió mirarlo directamente a los ojos. A aquellos ojos dorados, tan fríos e inexpresivos, pero que a la vez le encantaban con locura y que a partir de ese día no volvería a mirar. Eso le dio aún más valor para susurrar:

—A mi casa. Quiero darte una buena despedida —dijo en un tono ardiente, que hizo a Angelo mirarla sorprendido.

De manera inmediata un calor se apoderó de él y la abstinencia a la que se obligó a someter le pasó nuevamente factura. Era un hombre joven que necesitaba tener s3xo con regularidad, era algo natural y que no podía seguir reprimiendo.

—Vamos —se levantó del asiento que ocupaba en aquel bar y dejándose llevar por sus bajos instintos se dirigió con su acompañante a su departamento.

Apenas fue cerrada la puerta se abalanzó sobre ella besándola con rudeza. Su sangre circulaba en sus venas con una velocidad inaudita, colmando su entrepierna con una presión que necesitaba liberar con suma urgencia.

Susana jadeaba como una actriz porn0 recién pagada. La diferencia era que la mujer no actuaba, realmente se sentía en las nubes al ver cumplida su más grande fantasía.

Había soñado demasiadas veces con una escena así. Y, sus sueños más erótic0s quedaron cortos ante lo que estaba experimentando.

Angelo la estaba desnudando de una manera tan exquisita, apretando su cuerpo y clavando sus dedos con violencia en su piel. Le encantaba su rudeza, eso la hacía desbordarse y ya estaba lo suficientemente húmeda.

—Mételo ya —suplico inclinándose en el sofá, regalándole al albino una vista espectacular de su traser0. Ella ya estaba lista, no necesitaba más preparación, solo quería sentir su dureza al ser hundida en su interior.

—Pídelo más —jugueteó el hombre con su miembr0 en la entrada de su vagin@.

Susana perdió la razón y empezó arrimarse a la gruesa p0lla, mientras repetía palabras como "por favor" completamente poseída por la lujuri@. Hasta que la liberación llegó a ella en forma de una fuerte estocada que la hizo gritar de placer, la cual se repitió tantas veces que terminó sollozando de dulce agonía.

Esa noche la ojos rojos le dijo "adiós" a su gran amor.

Él le recompensó todos esos años de amor no correspondido, follánd0sela sin parar hasta que el sol salió y ella agradeció en su interior, por al menos guardar una increíble experiencia a su lado.

Dos días después, Angelo abordaba el avión que lo llevaría de regreso a su país. Se sentía ansioso, deseaba más que nada volver a ver a su pequeña Ailén y en lo que la tuviese al frente la iba a castigar por haberse olvidado de su hermano mayor...

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