Clandestino
Sabía perfectamente que ser madrastra no era una tarea fácil. ¿Y cómo podría serlo, cuando el niño en cuestión no dejaba ni que se le acercará?
Su hijastro no solamente tenía un carácter difícil, sino que el pequeño individuo la repelía como si ella se tratase de una plaga que debía ser exterminada.
—Solo quiero ser tu amiga —insistió, tendiendo su mano para que la tomara. Nuevamente la única respuesta que obtuvo, fue una rotunda muestra de rechazo.
No podía negar que aquello le afectaba, pues su único deseo era formar un hogar con el hombre que amaba. ¿Pero de qué hogar hablaba? Si más bien era ella la que había destruido uno.
De repente el niño de ojos ámbar, la observó de lleno con mucha frialdad —No me interesa ser el amigo de una zorra —declaró de forma contundente.
Susej se enderezó y lo miró horrorizada. Más allá del insulto, le sorprendía que él manejara un vocabulario similar. —¿De dónde has oído eso? —inquirió con suavidad.
—No necesito haberlo escuchado antes, para saber que eso eres.
La mujer sintió su visión borrosa. ¿Zorra? ¿Ramera? ¿Qué más insultos tendría que soportar? Cada uno parecía calar en su ser con mayor fuerza, pues le resultaba inevitable no creer que fueran verdad.
—Sé que es difícil de entender a tu edad, pero yo no quise interferir en tu hogar. Tus padres ya no se amaban, y yo... Lo siento —Susej hipo incapaz de contener el llanto. ¿Qué excusa se suponía que iba a darle?
El niño de cinco años, no sé inmutó ante sus lágrimas —No me interesa. Te odio por haber traído a tu peste contigo —le dijo con un rencor que la mujer pudo percibir como genuino.
Aquel pequeño no solo la odiaba por ser la causa de la separación de sus padres, sino que tampoco le perdonaba el hecho de haber traído consigo a su hermanito. Ese resultaba para él como el peor de los castigos.
Susej no sabía exactamente qué hacer. Se sentía sin fuerzas ante la situación que estaba pasando. Finalmente, podía compartir el lecho por las noches con el amor de su vida y aunque vivían en la misma casa, aquella no se sentía como un hogar...
El tiempo lo cura todo, ese era un dicho muy sabio pero difícil de aplicar. No podía simplemente sentarse a esperar a que el tiempo lo solucionará, pues con el transcurrir de los años había llegado a comprobar que esas cosas no pasaban.
Los años avanzaron y el niño alcanzó la edad de ocho años. Sin embargo, su actitud no había mermado ni un poco, por el contrario, con cada día que pasaba su rebeldía parecía aumentar un poco más.
—Ulises, siento que Angelo no es feliz viviendo con nosotros —le había comentado la mujer con pesar a su marido.
No era que ella quisiera que el niño dejara de vivir con ellos, pero si le preocupaba su infelicidad. No consideraba normal que un pequeño no sonriera y se mostrará tan fastidiado al compartir un momento familiar.
Susej se sentía culpable, puesto que no podía evitar pensar que ella era la razón por la cual el hijo de su marido no actuaba como un niño de su edad. ¿Le había arruinado su infancia?
—No te preocupes, Susej. Angelo solo necesita adaptarse —fue la respuesta tranquila del hombre.
Ciertamente, Ulises no estaba dispuesto a permitir que su hijo se mudará con su madre. Él no consideraba a Irasue como la más indicada para llevar la crianza de Angelo.
Su primogénito tenía un carácter difícil, heredado particularmente de su progenitora. Sabía perfectamente que no era un niño ordinario, cosa que Susej no lograba entender.
Su hijo amaba la soledad y jugar no era algo que él quisiera hacer. Prefería leer un libro, antes de hacer algo tan banal.
Angelo no únicamente tenía un carácter peculiar, sino que además era todo un genio. Su coeficiente intelectual superaba con creces al de cualquier otro niño de su edad.
Era por esa razón que su hijo debía permanecer en sus manos. Él se encargaría de convertir a Angelo, en un hombre respetable. Su hijo estaba creado para cosas grandes...
***
Angelo solo necesita adaptarse...
¿Qué cantidad de tiempo podría requerir una persona en acoplarse a un nuevo entorno? Ella había leído mucho sobre el tema, y en el caso de los niños se decía que ellos, generalmente, poseían una gran capacidad de adaptación.
Sin embargo, su hijastro se mostraba renuente ante la idea de querer relacionarse en su nuevo ambiente. Para él, ni ella, ni Martín eran parte de su familia. Y ni hablar, de las constantes riñas entre los dos niños.
—Angelo ¿te gustaría acompañarnos al supermercado? —Susej había entrado en la habitación del pequeño, con la intención de llevarlo consigo a hacer algunas compras.
Obviamente, no quería dejarlo solo en casa, aun cuando la señora Kaede siempre lo cuidaba muy bien. Y Angelo de por sí, era un niño bastante tranquilo.
El pequeño albino elevó su mirada dorada hacía ella y asintió con un leve gesto. No consideraba necesario negarse cuando sabía perfectamente que iba a seguir insistiendo.
El recorrido hasta el supermercado fue silencioso. Los dos niños se sentaron en la parte trasera del vehículo y no se miraron entre ellos, ni por un instante.
Martín se mantuvo entretenido en su consola de videojuegos y Angelo veía el paisaje reflejado en la ventanilla con vago interés.
—¿Quieren escuchar algo de música? —preguntó la mujer con una sonrisa.
Angelo únicamente le dedicó una mirada de soslayo que decía claramente que no. Mientras que su hijo, accedió gustosamente.
Susej contempló el reproductor de música con una sensación de indecisión. Siempre se sentía en una encrucijada, hacer encajar a su hijastro era una tarea realmente agotadora.
Suspiro cansada y decidió poner algo de música. Una canción suave para no molestar a Angelo...
Al llegar a su destino, tomó a su hijo de la mano, mientras que el mayor de los albinos los seguía de cerca.
Las compras surgieron sin ningún tipo de contratiempo y por más que invitó a Angelo a escoger algo, el chiquillo no se interesó en hacer una elección.
Susej salió con el carrito del supermercado repleto de compras, y bastante atenta de que su inquietó niño de cinco años no saliera corriendo en cualquier momento.
La mujer afanada guardaba los víveres en la cajuela del auto, mientras que Angelo... Susej se horrorizó. ¡¿Dónde estaba Angelo?!
Inmediatamente, tomó a Martín en brazos y salió corriendo, en busca de su hijastro —¡Angelo! —gritó su nombre en repetidas ocasiones, mientras iba de un lugar a otro buscándolo.
Sus alaridos desesperados llamaron la atención del resto de las personas que transitaban el estacionamiento, y en cuestión de minutos, ya había un grupo resaltante de individuos buscando al niño desaparecido...
***
¿Quién había dicho que él quería ser miembro de una familia de subnormales?
La mujer que se había encargado de romper su paz interior, insistía en querer hacerlo encajar en un sitio en el que no le interesaba estar.
Esa no era su familia. Ni ese mocoso de comportamiento ridículo era su hermano. Simplemente, se negaba ante la idea de mantener lazos con esas personas. No las necesitaba...
Solamente quería que lo dejarán en paz. Tal cual, como él lo hacía con ellos, ignorándolos constantemente.
Angelo siguió caminando alejándose de ese sitio. Necesitaba un poco de soledad y tal vez también darle un escarmiento a su madrastra.
El sol de las once de la mañana, se mostraba radiante. Puso un poco de atención en la avenida que estaba transitando, grabando los detalles más resaltantes.
Afortunadamente, poseía una memoria fotográfica que le impediría siquiera perderse. Además, el número de su padre se lo sabía de memoria, así que consideraba que no había ningún factor del cual preocuparse.
Todo estaba bajo su control. El control de un niño de escasos ocho años. Ciertamente, Angelo no se esperaba que ese día ocurriera algo que desarmara por completo su temple.
El ambarino se disponía a cruzar por un callejón, solo para hacerle más difícil a aquella mujer la tarea de encontrarlo. Pero al hacerlo... Pudo distinguir perfectamente, los ladridos de un grupo de perros.
Tenía un sentido auditivo bastante desarrollado. Y además, sentía que había algo que le indicaba que debía moverse hacía aquella dirección.
Sus pasos siguieron su intuición y al llegar al final de aquel callejón sin retorno, pudo percibir un gran número de contenedores de basura, y a una manada de perros hambrientos.
Sus ojos dorados vieron la escena sin real interés. Seguramente alguien había lanzado un pedazo de carne, muy suculento y esa era la razón de tanto alboroto.
Cuando se disponía a dar media vuelta, para marcharse pudo escuchar perfectamente algo más. Algo que le heló la sangre e hizo que cada uno de los vellos de su piel se erizarán.
El llanto de un bebé provenía de aquel basurero. Una criatura lloraba muy tenuemente, mientras que los perros buscaban ansiosos atraparla.
Angelo no supo la razón por la cual se movió de una manera tan veloz, pero en cuestión de segundos, había ahuyentado a los perros lanzando patadas y haciendo uso de toda su fuerza.
Lo que miro después lo dejó boquiabierto. Realmente era una bebé, la misma estaba dentro de una canasta de verduras, envuelta en una sucia manta rosada.
El niño no sabía qué hacer ante lo que estaba presenciando. La criatura seguía llorando, y sus mejillas coloreadas reflejaban todo su esfuerzo.
Extendió su mano para intentar sacarla, pero se detuvo en el proceso. Ella se veía muy frágil y sentía que si le ponía un dedo encima iba a romperse.
Así que optó por lo que considero más sensato. Pedir ayuda. Gritó repetidamente pidiendo auxilio, hasta que alguien finalmente lo escuchó.
La ayuda llegó, en forma de una mujer que desbordaba lágrimas —Angelo, gracias al cielo —fue lo primero que exclamó su madrastra.
Pero a Angelo ya no le importaba el hecho de haberse escapado, con la finalidad de hacerla sufrir. Ahora, había algo más importante que debía ser atendido con suma urgencia.
—Susej, hay una bebé —le dijo señalando en dirección al contenedor.
La mujer parpadeó confundida. En su mente aquellas dos cosas no podían asociarse. Para ella, era imposible poner la palabra "basura" y "bebé" en una misma oración.
Pero efectivamente, a sus oídos incrédulos llegó el tenue llanto de una criatura. Susej bajo a Martín de sus brazos y corrió para comprobar lo inaudito.
—¡Dios mío! —la mujer sintió que se rompía en mil pedazos. ¿Quién pudo ser tan perverso, como para abandonar a una criatura inocente en un basurero?
Poco tiempo después, la ambulancia y la policía llegaron al lugar del suceso. Lo único que se dedujo fue que la niña había sido abandonada por sus progenitores.
Unos padres desnaturalizados que no tuvieron reparo en dejarla en un sitio como ese. La bebé, de menos de un mes de nacida, estaba en un crítico estado de desnutrición. Y lo único que poseía en el mundo, aparte de una manta vieja, era un papel con un nombre: Ailén.
***
—¿Angelo, te das cuenta de lo que has hecho? —Ulises Taisho estaba de un pésimo humor.
Su hijo había decidido escaparse por voluntad propia y al encararlo sobre lo ocurrido, su única respuesta fue: "Ya no soportaba a esa mujer, ni a su estúpido engendro"
—No sé cuántas veces tendré que decírtelo, pero Martín es tu hermano. Y te guste o no, vas a tener que soportarlo.
—Pues no quiero.
—¡Pues vas a tener que querer! —el hombre estaba perdiendo la paciencia y eso Susej pudo notarlo.
—Cariño, déjalo. Angelo vivió una experiencia muy fuerte hoy, lo mejor será dejar está conversación para otro momento —intercedió.
Realmente sentía que lo sucedido horas antes, le había dejado una horrible sensación de la cual no lograba aún recuperarse.
Ulises asintió a las palabras de su esposa con una leve cabezada —No tienes justificación, Angelo —prosiguió con su corrección, pero de manera más suave.
»—Por tal razón, considero que ningún castigo sería suficiente. Pero lo que sí quiero es que de ahora en adelante, convivas más con tu hermano. Necesito que te comprometas a hacerlo...
—Imposible —murmuró el niño.
Y, Ulises tuvo que contenerse para no usar otros métodos más efectivos. Angelo era un testarudo de lo peor, pero iba a quebrar esa voluntad de hierro aún si tuviese que cambiarse el nombre.
Con lo que no contaba el hombre era que unas semanas más tarde, la solución para la unificación de su hogar, estuviera recluida en una clínica y pronta a ser dada de alta.
—¡Es tan hermosa y se ve mucho mejor!
—Así es señora. Ha aumentado un poco de peso y muestra mucha mejoría.
—Aún no puedo creer que existan personas tan desalmadas y que sean capaces de hacerle eso a una bebé —Susej se contuvo de derramar otra lágrima.
La situación de la niña la tenía en un estado muy sentimental. Al día siguiente, de haberla dejado al cuidado de las autoridades no pudo evitar seguir involucrándose.
La visitó durante semanas. Aunque no espero que su hijastro quisiera acompañarla. La mujer miró por el rabillo del ojo a los dos niños, que veían atentamente a la bebé.
—Se han visto casos peores —suspiro la enfermera, bastante acostumbrada a presenciar ese tipo de cosas —. Solo espero que realmente consiga ser adoptada pronto. Escuché que la llevaran la semana que viene, a un orfanato de la zona.
—¿Qué? —la mujer sintió una punzada en el pecho. De alguna manera, se había encariñado con la niña. Así que simplemente, no quería despedirse de ella.
—Es su destino, señora —la otra se mostró resignada. En su trabajo, sabía que no podía encariñarse con los pacientes, porque sino terminaría viviendo con el corazón roto.
—No, no puede ser su destino —Susej dijo con voz quebrada. Y al darse la vuelta comprobó que sus dos pequeños acompañantes pensaban exactamente lo mismo.
Pero lo que le sorprendió aún más, fue ver esa mirada atenta de su hijastro. Angelo veía a la bebé con tanto interés, que pudo percibir claramente como una luz de esperanza se abría paso en su camino.
Ailén era la hermanita que Angelo necesitaba, para sentirse parte de la familia...
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Comments
Fedra Paublott
buen inicio y se ve interesante
2023-10-09
1
Yuyu Leudo
la novela pinta bien pero parece la continuación de otra
2023-05-26
0
Leslie Valencia
me atrapaste con la trama
2023-03-05
0