Mi Dragón
En el pasado
En un tiempo pasado, dos hombres tienen una conversación en lo oscuro de la noche. Uno de ellos ruega al otro por ayuda. Ya no sabe qué hacer, así que decidió arriesgarse y solicitar la ayuda de un poderoso Rey. Si puede salvar a su amada esposa, hará lo que le pida.
-¿Es una enfermedad?- pregunta el Rey.
-Lo es. Ningún curandero encuentra la cura. Ellos dicen que fue maldecida- responde el hombre, con la cabeza inclinada hacia el suelo. No se atrevería a levantar y mirar hacia la cara de tal peligroso Rey.
El Rey no responde de inmediato, lo que incómodo al humilde hombre.
-Puedo eliminar la enfermedad de tu mujer, pero no será un precio pequeño- expone el Rey.
El hombre traga saliva, asustado, pero había esperado escuchar esas palabras, así que de ningún modo son una sorpresa.
-No tengo riquezas, ya que soy sólo un campesino. No tengo nada más que ofrecer que mi propia vida- responde el hombre. No le importa si muere hoy, sólo necesita que su querida esposa deje de llorar y gritar de dolor, con eso le basta. De otro modo no cree poder soportar ver el sufrimiento de su mujer mucho más. Ha rogado y pedido favores, pero nada ha servido. Y mientras buscaba por algún dios que le ayudara, la historia de un poderoso Rey capaz de surcar los cielos, llegó a sus oídos. No dudó en buscarlo y por fin hoy lo encontró, así que le dará lo que este pida, aún si no puede volver a verla.
-¿Para qué utilizaría tu vida?- pregunta el Rey, con su voz plana, pero de algún modo magnífica.
-Yo haré lo que usted me pida hacer, cualquier cosa- responde el hombre sin dudar.
El Rey una vez más se queda en silencio, sopesando la utilidad de ese insignificante hombre y piensa que al menos es respetuoso y sabe que no debe mirar de igual a igual a alguien como él. También recuerda haberse cruzado con muchos de estos seres que no tuvieron tal precaución. Es por eso que decide dar una concesión a este hombre.
-Sanaré a tu mujer, así como quieres. Cuando llegues a tu casa, ella ya habrá recuperado su salud. Y ya que ofreciste tu vida, seré magnánimo y perdonaré tu vida y la de tus hijos, a cambio quiero la vida de algunos de tus desendientes.
Las palabras del Rey sorprendieron al hombre y lo asustaron, pero el saber que su esposa estaría sana al volver, fue lo que mayormente llenó su mente.
El Rey espera la decisión del hombre, dándole tiempo, porque sabe que es una decisión difícil. Sus propios desendientes están sufriendo por sus acciones. Hace mucho tiempo se enamoró de una hermosa doncella quien tenía una encantadora y melodiosa voz y transformándose en un hombre, vivió junto a ella y tuvieron hijos. Desafortunadamente, accidentalmente ella una noche lo vio tomar su verdadera forma y no soportó la verdad, terminó suicidándose, provocando una gran tristeza al Rey.
Sus hijos vivieron y fueron criados por él, más tarde estos tuvieron sus propios hijos y así pasó el tiempo. Lamentablemente todos ellos, sus preciados hijos, eran mestizos y tenían una debilidad preocupante. Todos ellos eran humanos hasta que la adultez llegaba y sus poderes también lo hacían.
-Lo haré, puede tomar lo que quiera- responde finalmente el hombre. En el fondo sabía que sus descendientes lo odiarían, pero esta era su última esperanza.
-Está bien. Tomaré a algunos de tus desendientes cada generación y ellos serán los encargados de proteger a mis niños. Si alguien se niega, será maldecido, si alguno ataca al que debe proteger, también lo será y si uno de mis niños muere antes de llegar a ser un adulto, tu desendiente a cargo de cuidarlo también lo hará. A cambio les daré a tus desendientes poderes que ningún humano tiene y una vez que mis hijos lleguen a ser adultos, tus desendientes serán libres. Les daré además una vida libre de enfermedades y por supuesto, les dejaré crecer unos años antes de que deban protegerlos. ¿Estás de acuerdo?
-Lo estoy- respondió rápidamente el hombre, pensando que si tenían poderes y era sólo por algunos años, sus descendientes estarían bien y que este era un mejor trato del que pensó que sería.
-Que así sea- declaró el Rey. Entonces, una luz brilló, pero el hombre sostuvo su cabeza abajo, aún cuando esa luz se inscrustó en su corazón y lo hizo doler. Un momento después la luz desapareció y con ella, la poderosa presencia del Rey.
El hombre comprendió que el pacto estaba sellado y no había vuelta atrás. Esperó una media hora antes de levantar la cabeza, sólo en caso de que estuviera siendo probado, pero no fue así. Cuando levantó la mirada, lo único que lo acompañaba era la oscuridad de la noche.
En conflicto, el hombre se dirigió a su pequeña granja donde lo esperaba su enferma esposa. Le tomó toda la noche y medio día más llegar.
Cuando llegó finalmente a su pequeño hogar, fue recibido por el agradable olor de pan siendo horneado. Sorprendido, el hombre corrió a la puerta y la abrió de golpe. Su mujer quien miró asustada hacia la puerta, estaba en mejor estado que hace años, casi como si la enfermedad nunca hubiera pasado por su cuerpo.
Ambos corrieron a los brazos del otro y lloraron.
La felicidad volvió a la pequeña granja y aunque los vecinos desconfiaban de ellos por esa milagrosa recuperación, a la pareja no le importó.
Los años fueron pasando y durante ese tiempo, el hombre nunca le contó cómo pudo sanarla. Ella nunca preguntó tampoco, quizá sabiendo que era algo que no le gustaría saber.
Los niños pronto llegaron y crecieron sin ningún tipo de enfermedad y aunque al hombre al principio le inquietó el pacto con el Rey, en algún momento lo empezó a olvidar.
Por supuesto, una promesa debe ser cumplida. Pensó el hombre ahora viejo, cuando vio a su quinto nieto nacer con una marca especial. Rápidamente reunió a todos sus hijos y habló de un pacto hecho en un momento de desesperación.
Todos sus hijos fueron comprensivos, por supuesto, después de todo salvó la vida de su madre y ellos pudieron nacer, todos sus hijos excepto el padre del niño que nació con la condena. El padre del niño entendió que tendría que dar su hijo y que puede que este no sobreviviera.
Más tarde, el resto de los hijos del hombre comprendió el horror de su hermano, cuando algunos de sus nietos o bisnietos nacieron con la marca del pacto.
Eventualmente, las generaciones posteriores, aquellas que nunca conocieron al hombre que hizo el pacto con el Rey y a su mujer quien fue curada, terminaron odiandolos, justo como el hombre pensó que lo harían.
Y aunque varios de esos padres con hijos condenados, fueron a rogar al Rey alado y prometieron sus propias vidas, el Rey nunca más se presentó.
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Comments
Lety(kanon)
dios como decimos aquí en México ¡¡ llegue ami mero mole!! 🤭🤭
me encantan este tipo de novelas desde este capítulo me declaró de ella 😍😍😍😍😍
2023-11-16
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