La tibia mañana está silenciosa.
El viento no es fuerte.
La Navelogranito, avanza muy lentamente.
Nobles, amigos, criados, marineros y viajantes comunes, toman de forma democrática, la deliciosa sopa de pescado y pese a los estómagos llenos, vuelven a caer en la desazón. En la falta de voluntad; en el cansancio de estar allí sin hacer nada.
Pasan tres días más.
Israel y Aladín, suben al palo mayor.
Casi dormidos por la rutina y el ocio, con los mentones bajo las manos, los cabellos desaliñados y tiesos, entreabriendo los párpados con esfuerzo... los dos muchachos divisan en la distancia:
— ¡TIERRA, TIERRA, TIERRA!
Gritan con alegría hasta quedar roncos.
Pero los viajeros del fin del mundo, parecen incrédulos y es que en realidad no ven nada.
La Navelogranito de pronto se detiene. Encalla violentamente. Los pasajeros observan asustados el fondo de piedras, donde han encallado.
Entonces Singapur, mira a través del lente:
Una nube redonda tapa el brillo del sol y entonces la silueta de la tierra aparece en toda la extensión del horizonte.
Con algo de esperanza renaciendo en su espíritu, Singapur, pide a los mejores nadadores para seguirlo, lanzándose al agua.
Intentan mover la Navelogranito, sumergiéndose lo más que pueden, observan la situación del casco:
No hay peligro de averías, por lo menos aparentemente. Pero está detenido entre la tierra y un abismo dentro del azul del mar, donde nadan bellas especies, asustadas ante la presencia de los extraños.
Cualquier movimiento fuerte, podría dañar o desequilibrar el casco, causando el hundimiento repentino de la embarcación monumental.
Hasta ahí, de nada les servirán más las velas.
Es necesario abandonar la nave. ¿Pero será realmente tierra lo que han visto?
Singapur, sale del agua.
—¡Allí está la tierra!
—¡Es verdad! dicen todos, ante la aparición de esa costa que aún es casi una ilusión.
—¡Será peligroso! —exclama Madagascar.
—En esta situación, nada es más peligroso que quedarnos en la nave —. Le advierte Singapur, acezando por el esfuerzo realizado debajo del agua.
—No perdáis el don de mando, príncipe —le aconseja doña Asia—. Dadles una orden de calma, con toda vuestra fuerza y poder de convencimiento. Así como creyeron en vos para embarcar, tienen que creer igualmente para desembarcar sanos y salvos.
Singapur sonríe y decide ir con dos ayudantes, en una liviana embarcación a remos. En la Navelogranito, queda la esperanza en total silencio.
¡Grande es la alegría de Singapur al ver gente!
En las orillas, les reciben unos seres morenos, afables, de cabellos largos y ojos puros como el agua, que no se asombran más que Singapur y sus ayudantes, al mirarse frente a frente.
Como es lógico, ambos tienen interés en las ropas y accesorios que usan. El príncipe pide ayuda para volver a la nave con canoas para rescatar a los supervivientes de la nave.
Singapur cree que ha cumplido y canta suavemente:
“El mundo ha cambiado,
Aunque seguirá siendo igual”
Tierra maravillosa: aves, animales diferentes y hermosos, algunos feos hasta lo increíble pero admirables para la curiosidad de los recién llegados.
Serpientes inmensas, insectos multicolores, lluvia limpia, sol brillante. Una sola luna en el azul marino de la noche saluda a los recién llegados. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto realmente?
Los sobrevivientes de la Atlántida, son llevados hacia tierra y Macedonia pisa la orilla con toda su gracia, aunque el peinado tan estrambótico que le han hecho, atrae demasiado a las nativas.
Singapur muestra la estructura de la nave al patriarca y su séquito de nativos, que se asombran al ver desinflarse los globos; el giro del timón y cómo son los compartimentos marineros. Después de correr por todo el interior, algunos nadan por debajo, mirando la quilla y la peligrosa situación de la Navelogranito al borde del abismo marino.
Singapur está aprendiendo, muchas cosas.
Se ha dado cuenta, por ejemplo, de la sencillez de esos hombres, que participan de la repartición de los alimentos en las mismas condiciones.
Observa que visten igual y trabajan lo mismo. Que enseñan a sus hijos a mirar el cielo, pero también a cuidar la tierra.
Entre señas, entiende al pueblo de ese nuevo mundo y asimila su lengua. Le dicen que, por allí, no cayó nada del cielo. Los pedazos de luna, se vieron muy de lejos.
En realidad, no sufrieron grandes movimientos.
Vieron luces en el cielo.
Sintieron temblar la tierra.
Hubo una gran noche.
Una luna desapareció.
Llovió varias semanas.
El mar subió.
Aves llegaron de todas partes.
Luego el tiempo aclaró.
Y eso fue todo para ellos.
Singapur, no sabe en qué lugar del mundo están.
Lo importante es estar allí.
Comprende, que el mundo ha tomado otro rumbo.
Que ha dado, quizás, otro giro, en torno a su mismo eje.
Que las aguas dulces de ese gran mar, son realmente producto del deshielo de los polos.
Se siente dichoso al comprender, que esas aguas bajarán y tierras fértiles que habrá en cantidad, para sembrar, cuanto quisieran y alimentar una nueva generación.Un pedazo de luna, inmenso, había caído muy lejos de allí, pero el impacto de enorme poder físico, levantó la tierra, formando una gran cordillera, en cuyos picos, comenzó a caer nieve de forma permanente.
Había que comenzar todo de nuevo.
Sin embargo, el fantasma del reciente desastre, es asustador en las mentes de los que vivieron el horror del escape. Recién ahora, se toma conciencia de lo sucedido.
Groenlán no tiene ganas de trabajar.
Macedonia llora frecuentemente.
Israel se vuelve demasiado silencioso. Pakistán malhumorado.
Indi grita en terribles pesadillas todas las noches.
Persia, no tiene interés en conversar ni enseñar su habilidad metafísica.
Se mantiene aislada, bregando con unos materiales para intentar fabricar con Aladín, una nueva esfera de cristal. Al joven mago le crecen las barbas y no le responde ningún invento más.
Doña Asia, experimenta tardíamente un cambio en su personalidad: hasta el momento de llegar, cocinaba muy bien. De pronto, no tiene más deseo de hacerlo y se dedica a reír por cualquier cosa, pretendiendo ser más joven de lo que es.
Singapur por su parte, recuerda a la sirena, siente hundirse en momentos de tristeza insoportable.
Madagascar y África, son los únicos a los que parece no importarles la situación de cambio, pues se unieron en pareja conformando un hogar.
Singapur —acostumbrado a otra vida— viendo que aquello se pone tan rutinario como estar en la nave, pide una iluminación.
Como una temible respuesta, la Navelogranito comienza a hundirse. De pronto un día se desarma por entero y manteniendo la proa con la punta al cielo, se va a pique.
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