17 - Su maravillosa mentalidad

¿Dónde había escuchado ese canto? ¿Era un recuerdo o una premonición?

Era en realidad la ligera audición del futuro.

—¡Ah! — Suspiró —y dijo su última premonición: “Es un cantor de un país lejano, surgido del fondo de los mares, cuya tierra verde será un día el pulmón del mundo... Su nombre es Caetano”.

Repentinamente, como si su mente hubiera hecho esfuerzo por resistir al bloqueo de su flamante memoria y capacidad adivinatoria, Persia entra en una especie de convulsión mental, golpeándole el pensamiento.

Tan violento es el pase de las energías a través de su cuerpo, que se forma un viento alrededor del sillón, elevando arena y sus cabellos. Algo ha pasado, Persia no ha visto ninguna imagen como sus amigos.

Simplemente, la luz fuga en su interior cerebral, quedando oscuro y volviendo a encenderse como si un mecanismo eléctrico hubiera cortado todas las imágenes de su pensamiento. Luego se apagan por completo.

Esas visiones que siempre tenía, han quedado en un fondo negro y las voces gritan en su clarividencia, como en esas salas del Olliwó, que anunciaba.

Entonces, Persia, es decir, su maravillosa mentalidad, sucumbe al olvido total.

Nunca más sabría que tuvo el don de adivinar.

Al atardecer, el jefe de los nativos, viene a pedirle para levantarse e ir a descansar. Pero ella indica que se mantendrá mirando pasar la luna en su recorrido nocturno, hasta la llegada de la aurora.

El patriarca, dispone una guardia de tres nativos, para acompañarla en esa última vigilia.

Después que pasa la luna solitaria sintiendo la ausencia de su gemela, aquella otra inmensa luna, destrozada por el asteroide ó la estrella de la muerte, Persia se levanta con las primeras aves, sonriendo al amanecer.

Persia ya no es la misma.

Y va a unirse a todos en el trabajo cotidiano de la vida sencilla, sin lujos y placeres, que otorga la riqueza.

Todo queda en paz.

La marea sube y se lleva consigo el sillón, flotando hasta la más remota lejanía.

¿A quién importaba ya ese sillón?

Entonces, sin que nadie vaya a salvarlo, el sillón se pierde en la distancia.

Días después, de pronto:

Entre las aguas, surge una pareja...

Es Singapur y la bella sirena.

Pero ella ya no tiene su cola de pez y sí unas piernas tan bellas como las otras humanas.

La pareja camina desnuda por la playa, seguida por el sol que alumbra maravillosamente sus perfectas anatomías.

Buscan ropas, se cubren rápidamente por el frío.

Pero algo extraño nota el príncipe:

Lo extraño es que no encuentra a nadie…

Todos se han ido

en busca de otras tierras

para sembrar

para aprender

para crecer

una nueva humanidad.

Singapur que todo lo recordaba, comienza a llorar.

América se aproxima a consolarlo. Buscan por todas partes. ¿Cuántos días habían pasado dentro del mar?

Singapur mira al cielo y luego a todos lados, para buscar una respuesta.

Todo le parece reciente, como si momentos antes, hubiera ido con la sirena y sus amigos se hubieran esfumado de pronto. Pero al no encontrar ningún indicio de los nativos e incluso sus armas y algunas pertenencias, se convence que han partido.

—¿Pero hacia dónde?

Con algunas señas, América propone seguirles.

—Entonces partiremos mañana al amanecer —decide Singapur.

Un largo camino

del nuevo destino

perdido en la nada

un largo camino

hay que andar

sin saber dónde se llegará

y a quienes se encontrará.

Singapur y su compañera América, inician al amanecer su viaje por ese camino sin límites ni a lo ancho ni a lo largo, pues no hay un camino.

Su destino es tan incierto, que siente más temor que al zarpar en la Navelogranito.

América, ya no es sirena.

La realidad terrena es otra.

Los problemas comienzan a aparecer y tendrá que resolverlos ayudada por su compañero. Es mujer, y de pronto lo experimenta. Tiene su primera menstruación como humana con fuertes dolores y fiebre. Por lo que Singapur, decide pernoctar en pleno campo, agazapados junto a un árbol. Al anochecer deben subirlo, pues unas fieras pintadas merodean el lugar.

Singapur ya no es un príncipe, no tiene séquito, ni criados, ni soldados a su disposición. Agradece haber aprendido muchas cosas y que sus padres le enseñaron a tomar los problemas con calma, buscando la forma de resolverlos.

América sufre, pues en su mundo encantado, todo era posible con sólo pensarlo. En la tierra hay que hacerlo. Allá en el fondo del mar, los únicos problemas, eran fenómenos naturales y algunas fieras. Pero ahora, como ser humano, verá y sentirá en carne propia el dolor, el hambre y la sed. El calor insoportable y el frío intenso.

Cada vez que avanzan, conocen algo nuevo, entre la belleza y la fealdad de todas las cosas.

Tienen que matar aves y animales para sobrevivir.

Él siempre tuvo las aves ya cocinadas en su mesa.

Ahora con pena, tenía que cazarlas, jalarles el cuello y desplumarlas.

Lo peor es que nunca ha visto esas aves raras. Son enormes y multicolores. Un día, corre tras una especie de pavo gigante, que mide algo más de un metro.

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