8 - Un hombre sin memoria

El numeroso grupo de supervivientes se reúne en el puente mayor para escuchar la explicación de lo sucedido.

Sientan a Singapur frente a todos, en un gran sillón de madera en cuyo respaldo, se aprecia en alto relieve el perfil del rey. Sin embargo, el príncipe no sabe para qué está allí. El último golpe planetario, no supo ya de qué provenía. Era por supuesto, que un enorme pedazo de luna debió caer al otro lado del mundo antiguo.

“Un hombre sin memoria, no es un hombre” piensa.

“No vale nada”.

“¿Para qué estaré yo aquí?

“¿Por qué me mirarán así?

“¿Y este Indi, y este otro Marujo, que se pasean de ese modo tan tímidos y doblados, como esperando terrible castigo?...

“¿Por qué estarán mirándome, con esa cara de idiotas?”.

La mirada de todos, atentos.

Inquietos, frente al hermoso Singapur, que por primera vez luce su cabeza rapada ante todo su séquito.

Macedonia, se le aproxima y hablando en voz baja, le dice:

—Te veo horrible, Singapur. Hubiera querido que continúes usando la gorra imperial para estas situaciones.

—Vuestros ojos me ven así —alcanza a decirle Singapur.

—¿Qué haréis ahora?

—Bien querida Macedonia, dicei mi... ¿Qué hago yo aquí sentado... o es sólo para que esta gente me mire la cabeza desnuda?

—¿Acaso no recordáis?

—No sé qué es lo que debería recordar para recordar.

—Hemos perdido a América —se atrevió a decirle Persia.

Singapur mueve los labios.

—¡América! —Repite Macedonia.

Su hermano sonríe.

—¿Y ellos quiénes son?

Macedonia y Persia, comprendiendo que será inútil la reunión de juicio, piden a la tripulación para volver a sus lugares. Pero Indi llora y el Marujo tiembla.

Quedan parados allí mismo, frente al príncipe.

—Singapur —solicita respetuoso Madagascar—, debéis hacer o decir algo.

“Singapur... Singapur... Singapur...” Las voces resuenan en el perdido espacio mental del príncipe marino.

—Primero fue Europa.

—Ahora es América.

Dijeron casi juntas Persia y Macedonia.

El viaje continúa.

Groenlán y Madagascar, no desprenden el timón, horas y horas, siempre con la vista hacia ése lugar que no existe... esperanzados y desesperados interiormente, pues han perdido al líder, cuyo rostro está sereno, pero su cerebro sigue sin noción del tiempo y ya ni de su nombre propio, ni del de sus padres y amigos.

 

Memoria mía...

Como poderte decir glorias

Edificarte altares de agradecimiento,

Para adornar con flores tibias,

De aromas dulces...

Memoria mía...

Dónde puedo encontrarte

En qué lugar del cielo y la tierra

Amarte, más que a mi propia vida,

Diciendo a Dios con la bondad de la historia,

Que es un don benéfico

En mi mente colocado

Para recordar por siempre

De la creación divina.

Singapur alcanza a recordar palabras, creando frases poéticas.

—Es una gran pena —le comenta Madagascar a la hermana del príncipe.

—¿Lo perderemos?

—Sería terrible, princesa —. Se entristece Madagascar —¿Dónde iríamos, si sólo él conoce los vientos y las estrellas? Groenlán y yo, nomás sabemos de velas y mareas, habiendo navegado en el mar interno de nuestro antiguo mundo, que ahora está partido en tres.

—Precisamos tener una reunión entre nosotros, dividirnos las tareas y buscar la forma de sobrevivir sin él —manifiesta la bellísima Persia.

—Eso sería como conspirar contra su inteligencia —opina Aladín —. Tenemos que esperar y esperar y esperar que reaccione, que vuelva en sí.

Pakistán mira al cielo:

—¿Por qué las lunas estarán demorando tanto en pasar?

Ésa tarde llueve de pronto. Son gotas frías, magnetizadas. Golpean fuerte. La humedad refresca el aire. Los marineros que intentan recibir agua para beber, tienen que desistir, bajo la advertencia de que podría ser peligrosa para la salud mental.

Un marinero llama al joven Pakistán para decirle:

—Hoy tu hablabas de las lunas... hemos visto la luna de agosto, la de abril ya ha pasado.

—¿Por quéhabrai de ser así? —cuestiona Pakistán.

— Tú vienes de un país donde el sol y la luna son símbolos profanos y no eternos mitológicos o religiosos, como los dioses — agrega el viejo marinero.

—No entiendo lo que quieres decir.

—Las lunas y el sol, fueron detenidos por algún motivo en el otro mundo — sostiene el marinero — ¿Habéis notado, como el sol tardó en salir los últimos días?

— Pero ya van cuarenta días que no aparecen las lunas.

— Alguien ha querido usarlas para inspirarse creando algo nuevo —ensaya una broma otro de los marinos.

Pakistán queda triste. Realmente ya hacen tantos días que ha pasado la catástrofe y aún continúan los sucesos extraños. Las cosas en el universo y en la Navelogranito, supuestamente lo único salvado, no andan del todo bien.

Su íntimo amigo Aladín, se aproxima y juntos, mirándose fijamente a los ojos, elevan sus mentes al espacio del pensamiento, intentando encontrar una verdad.

 

 

Final de la primera parte

Continúa...

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