6 - Magnetismo

Las olas están picoteadas, se levantan y caen rápidamente.

Hay choques de viento y corrientes marinas. Aguas vienen del sur, aguas del oeste, aguas del norte y el este.

 

Las velas de la Navelogranito se inflan y luego quedan flácidas.

Singapur llega al puente.

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Se pregunta dos veces, una mental otra en voz alta. El Bárbaro y Groenlán, le miran.

—¿Queréis que yo siga timoneando? —le pregunta el Bárbaro.

El príncipe no le contesta. Mira hacia la infinita línea de horizonte. Allí donde cielo y agua son todo y nada.

—Groenlán – llama Singapur —¿Has visto este fenómeno, antes, en algún viaje tuyo?

—Una vez.

—¿Qué significa?

— Fuerza contraria... pero...

—¿Qué?

—No era igual... esto es...

—Habla hombre, me estáis preocupando.

—Muy extraño.

—Parece magnetismo —interviene Persia.

—¿Qué palabra es esa? —Le pregunta a la preciosa adivina.

— Magnetismo es fuerza de atracción física, provocada por neutrones, electrones, plutones y otros ones, duros y blandos, tanto de materia como de aire.

—No entendimos nada —reclama Groenlán.

—Magnetismo, es una palabra que haide usarse, en un tiempo donde todo será diferente, un tiempo que vendrá... Si ésto es fuerza magnética, podremos tener un fuerte golpe, que sería, sino fatal, muy peligroso para la Navelogranito.

—¡Singapur! —llama Macedonia a su hermano – Indi está vomitando y delira, mientras que la piscina de América, se ha roto en una esquina y el agua fluye sin remedio deslizándose a las calderas. La nave tiembla en su interior por esos terribles golpes de las olas. El vapor ha llenado de calor los recintos y las ventanillas no se pueden abrir por la espuma marina, que se está poniendo densa. ¿Qué haremos con tanto problema?

 

Singapur vuelve el rostro, mira a Persia, después a Groenlán y las inmensas velas de la Navelogranito. Baja la vista, observando detenidamente el oleaje, sintiendo dudas, cansancio y temor. Sin embargo, respira hondo y repone el aliento.

—¡Id todos dentro! —pide.

Las nubes se desvanecen en los días siguientes. Como si les hubieran absorbido pulmones gigantes.

El cielo queda despejado, luego de tempestuosas granizadas que obligaron a bajar velas.

El mar queda verde y calmo.

La Navelogranito descansa sobre el agua en suave vaivén.

Todos se han echado a dormir. Algunos por fuerza de la desmoralización.

Singapur, tiene que hablarles con palabras ásperas.

“Son difíciles de educar”, piensa mientras camina por la cubierta silenciosa. El viento está solitario como él. Parece haber criado cuerpo de monstruo y que de lejos observa, con ansias, para tragarse ese pequeño banquete de carne humana, aún viva.

El joven príncipe está decidido a enfrentar la masa de viento estacionado en la distancia. No hay otro paso. Volver, es para él como caer en un abismo. Si todo el cataclismo sucedió allá, no hay vuelta que darle. El camino es siempre al frente.

Su cabello ha crecido un poco, le llega a los hombros. Quiere recordar, cuándo fue la última vez que los hizo cortar, pero deja esos pensamientos, pues parece no haber respuesta. Su mente está muy ocupada en la cuestión de supervivencia.

Se aproxima al estanque, que ya han compuesto. En el fondo, duerme también la hermosa sirena América.

Pakistán ronca sonoramente, mientras que Aladín se encarama en sus propias cobijas y almohadones, traídos de su tierra.

Aladín sabe mucho de magia y encantos, sin embargo, no pudo vaticinar el escape de Europa.

—¿Continuamos viaje hoy o ayer mismo? —Le pregunta el moreno Indi, al levantarse del sueño tranquilizador, después de días de terribles delirios de fiebre. Singapur comprende que la mente de Indi está confusa.

 

Para dejar tranquilo al muchacho, le dice:

—Ayer es hoy, hoy es mañana, mañana es el comienzo del todo. Creo que mañana mismo, levantaremos en velas la Navelogranito y continuaremos.

Al amanecer del mañana, van hacia lo desconocido.

Por la noche todos están atentos.

Indagantes en la oscuridad de los milenios idos.

Navegando una brisa de misteriosos tiempos que quieren irse.

Tibios vientos que les recuerdan el regazo de sus madres y de sus tranquilas camas. Ya perdidas, quizá en el fondo del mar, junto a casas y palacios, al lado de cementerios con tumbas de oro y altares de cristal de cuarzo y ónice, con cenefas de brillantes y zafiros.

Todo un imperio, diez imperios, quince imperios o más, perdidos.

Una civilización de semidioses. Mucha cultura ahogada por siempre, mucho arte flotando en los cuartos del olvido.

—Aquellas ropas, aquellas ropas —suspira Macedonia.

—Y los banquetes. ¡Oh!, los banquetes, ¡cuánto no quisiera ver aquí y ahora, un banquete y comerlo todo! —delira el príncipe— dándose cuenta, que está farseando su anterior poderío y riqueza, ante los menos afortunados.

—¡Mm! —Recuerda Pakistán, quien, en casa de Singapur, donde solía pasar mucho tiempo, saboreaba las delicias de las mesas más sofisticadas.

Groenlán fue mejor al decir:

—Yo recuerdo únicamente el pescado sabroso del arrecife donde construimos esta nave... ¡Mm! ¡Solamente uno de esos enormes peces cocidos en brasas, quisiera tener ahora entre mis dientes!

Y todos rieron.

La Navelogranito vuela.

Ha conseguido algo así como un canal de viento, por donde navega velozmente, contentando a los viajeros, que salieron a cubierta, para recibir el aire.

Creen que encontrarán una nueva tierra para vivir y que esos vientos, provienen de alguna sierra lejana, donde hay árboles inmensos, de los cuales podrán obtener frutos y descansar bajo sus sombras en la siesta.

Singapur manda elevar los grandes globos de aire y de ese modo consiguen tres o cuatro metros sobre el nivel de las olas, balanceando la nave como si fuese un columpio.

Pero el desesperado mar sigue igual.

Groenlán no deja de mirar hacia abajo esperando que se calme. Anhela encontrar otro mar que no haya sufrido tanto la combustión de las mareas.

Las níveas espumas que se chocan allá abajo resuenan en todo el espacio, como luchando para que las cenizas planetarias no oscurezcan su blancura.

El canal de viento, parte en dos la materia del aire, dividiendo los espacios, neblinosos, húmedos... y de pronto, la tranquilidad y alegría se convierten en gritos, cuando, una fuerza terrible los atrapa contra postes, pisos y paredes de la Navelogranito.

Todo lo que es madera, parece metal. Frío como el hielo. Los pasajeros sienten náuseas y algunos vomitan. Quieren librarse, pero no consiguen mover ni los brazos. Como agujas prendidas al imán, apenas se les escucha un gemido, cuando la Navelogranito ingresa en un tubo negro circulatorio.

Es un remolino horizontal, formado por fuerzas contrarias de vientos y mareas.

La Navelogranito pasa como una pluma aspirada violentamente.

El remolino es tan perfecto, tan veloz en el tiempo y el espacio que no es agua ni viento.

Unos breves minutos y así como empezó, acaba, en un desenlace tan raro como las pesadillas.

Allí queda la nave, bogando en un nuevo y misterioso momento universal. Entrando a la realidad como se resbala un niño en un tobogán y cae al suelo.

—¡Ah! —Se escucha a todos exclamar.

Singapur se prende a un mástil en cubierta.

El resto de marineros y amigos, quedan prendidos al piso, en los camarotes e interiores de la nave.

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