El paisaje se extendió...
Ha caído nieve. Pasaron muchos años. — Diecisiete vueltas dio el planeta. ¿Diecisiete vueltas? ¿Giró el mundo? — Singapur se ha preguntado muchas veces, mientras caminaron tanto. Durmieron en las colinas; lo más alto posible; allí donde fieras que se arrastran, no llegaban; aves que anidan en las montañas levantadas, en el vaivén del acomodo de las piedras salidas del mar, no les molestaban para comer —Enormes piedras como huevos de aves gigantes les servían para guarecerse. — ¿Estaba acomodándose el planeta? La tierra se mueve demasiado aún. Lo sabe Singapur; entiende que esa tierra es diferente. — ¿Guanna?
¿Qué es esa palabra? ¿Alguna escuchada en su juventud? Singapur ya es un hombre mayor.— Ahora— quien luce plena juventud es su hijo Tak. Un joven de tono de piel castaño, de ojos azules, la piel está más oscura por el sol — Singapur se ha sentado a descansar como todos los que van en esa caravana, y Tak está distraído con un perrito, que salta y pasa a lamerle el pie enfundado en un zapato de cuero repujado, de cuero liviano, amarrado. En el tobillo mientras que el dorso del pie está desnudo y allí lame el mejor amigo del hombre — está creciendo. Singapur les mira. Sonríe — Tak, es su vivo retrato, como los mares son su alma, es sus dueños, pero está lejos. Tak se pone de pie, su cuerpo diseñado por su genética entre humano y su madre un pez, mujer, resultó perfecto. Su ropa es apenas un tapado de cuero suave, amarrado en la cintura con una soguilla, igual de cuero.
Tak es perfecto físicamente. El cabello le llega hasta los hombros, y los toques de sol le dan brillo — la hoguera está encendida ya. Comen de forma tribal.
Los temblores son constantes. La noche extensa, se abrió una randa en la superficie y los niños miran acostados, la profundidad de la apertura.
En una tinaja grande están preparando el almuerzo —Los niños merodean el área - están hambientos, la caminata fue muy larga.
Estos últimos meses, últimos años,
Así van, encima de un inmenso altiplano, bordeado de picos nevados. La tierra sigue abriéndose y cerrándose. Vaivenes del suelo, espantan a los animales, mujeres y niños, que gritan de tiempo en tiempo; cruje el fondo de la tierra. Avanzan como pueden — tienen que avanzar— suponen o desean en su interior, que sea lo último o lo primero, que acabe todo o continúe para mejorar. La mayoría tiene cabellos largos, despeinados, asquerosos. No hablan. Solamente es Singapur que les orienta. Han perdido los sueños de vivir, el saldo es intuición, perspicacia y sentido común de la necesidad de comer, dormir y caminar.
Tak, comanda un grupo de jovenes y niños, algunas mujeres y hombres ancianos.
Allí están varios amigos. Pero son mayores que él. esos se apegan a Singapur. ¿Recuerdan a Israel? A Indi y a Pakistan? Ellos son los único que dialogam casi siempre con él, entre señas pues no hay qué hablar.
Ese altiplano no tiene animales demasiado feroces. Ciertos dinosaurios pequeños merodean alrededor, van en la misma dirección, hacia el naciente.
¿Cuánto tiempo llevan huyendo? O vamos a decir mejor: buscando la nueva tierra ¿Dónde permanecer definitivamente?
Han cazado un animal grande, como un anfibio adaptado al aire de la superficie. Lo pelan y comen luego de asarlo y distribuirla—La vida pasó—Fue lo último en decir Pakistán a Singapur hacen muchos meses o quizá años. Ellos ya no recuerdan o no quieren recordar.
Después se calló.
Es que el joven Singapur de aquellos años de escape en la Navelogranito, ya no era joven y además había quedado solo.
La sirena América no aguantó muchos meses y años en la superficie terrestre.
Ella murió dejando varios hijos.
Tak, era el mayor.
Los otros murieron y sus nombres no los comentó nadie. Uno habría nacido con aletas.
Otro con piel de oso marino.
La hembra fue una bella criatura muy parecida a su madre, pero falleció a los dos años por falta de aire.
Habían subido a cinco mil metros sobre el nivel del mar.
Y muchos no aguantaron.
Singapur y su sirena consiguieron escalar montaña cuando la mar comenzó a subir y subir sin parar.
Y los ríos cambiaron su cauce.
Hacia el Este.
Y las montañas ganaron mayor altura pues surgió una cordillera.
El tiempo de los atlantes era otro.
Un año Atlante era como 10 años de hoy.
Los atlantes vieron transformarse el mundo.
Y así pasó un gran tiempo.
Entre tanto ellos no envejecían aún.
Singapur perdió la marcación de los años.
Pues los meses aún eran diferentes.
Más días larguísimos en un mes.
En esos tiempos se habían casado Macedonia y Pakistán.
Madagascar y África también se casaron.
Varios niños engendraron.
Algunos se quedaron en el camino con otros supervivientes de la hecatombe.
Entre todo ellos, hicieron como el nacimiento de familias que se iban cruzando con otras y formaron tribus y pequeños pueblos andantes.
Les llamaron los nómades.
El grupo de nativos que encontró Singapur iba creciendo y les encontraron varias veces.
Ahora el alimento era el tesoro.
Luego el fuego el alma de la vida.
Y el agua.
Pero el agua de pronto estalla, es agua hirviente que emana de la tierra, elevándose varios metros, mientras otros tantos orificios arrojan vapor a altísimo grado.
Singapur haces señas de inmediato a las mujeres y niños especialmente.
Allá una mujer casi anciana, pide ayuda para levantarse.
Es alguien que conoce Singapur y este avanza hacia ella, mientras la tierra se resquebraja.
Tak, su joven hijo, va hacia ellos, corriendo, salta unas hendiduras que están abriéndose en línea como si fuera un rayo en el cielo. Viniendo desde la montaña.
Llega hasta la mujer y la levanta en brazos, mira a su padre y le hace señas para que avance junto a él. Lo más próximo que pueda y así se aferre a sus piernas si es necesario para no caer en las hendiduras que se van abriendo, mientras en la lejanía se divisa un nuevo escape de vapor que parece una cortina que cual avanza hacia ellos a extrema velocidad.
Aaaaaahhhh — gritan en la distancia un grupo de seres que son tragados paulatinamente por la tierra abierta que, como si fuese enseñada para hacer aquello comienza a cerrarse desde el filo terminal, que estaba abriéndose... y esa abertura estaba a pocos metros delante de Singapur, su hijo Tak y la anciana que han salvado.
El estruendo del impacto de cierre de la corteza del suelo suena en la bóveda terrestre como un golpe cual si estuvieran dentro de un gran frasco o una bandeja inmensa de cerámica, que algún gigante ha quebrado y de pronto junta de un golpe intentando de forma imposible unir la fisura quebrada.
Más personas avanzan mientras la tierra sigue impactando internamente.
El fondo del paisaje es rojo, el sol, está en la planicie maltratada por decenas de impactos de piedras que se hubieron elevado y en cuestión de segundos se cerraban.
Al fin, el estruendo iba menguando.
Los individuos, salvados de otros cataclismos en varias décadas de existencia, como es el caso de Singapur y aquella anciana que venía en la Navelogranito, la cual en esos tiempos era joven, están acostumbrados, pues ese fue el tiempo que les ha tocado para vivir.
Imaginemos esa situación de miles, cientos y tantos seres que nacieron y crecieron ya allí arriba de esas cordilleras que fueron levantándose, año tras año, mes tras mes, día tras día, hora tras hora, cuando estaban intensos los movimientos.
Sí... Tenían que estar siempre arriba, pues era imposible estar abajo, es decir en los valles, pues normalmente era en los valles donde acababan normalmente los sismos.
Abajo, en la misma planicie, sería definitivamente imposible subsistir pues, era casi todo agua.
En los valles, acababa el fuego, se cerraban las enormes brechas y zanjas descomunales abiertas, cerradas nuevamente y quedadas y para así por siempre o varios milenios quizá... Y eso sucediéndose a cada tiempo al avanzar la acción de la corteza terrestre en su acomodo, después de levantarse en diferentes distancias kilométricas.
En las llanuras y planicies bajas, a trescientos metros de altitud sobre el nivel del mar, que hubo de subir después del impacto de los pedazos de luna, que rindieron gran parte de un continente y separaron el bloque territorial hiperinmenso que se abrió en varios otros territorios descomunales que se llamarían continentes.
Después de pasar todo aquello, nuestra nueva civilización, esa que estaba allí apareciendo, si se quiere considerar así, pasaría de pronto como si fuera ya un descanso, acomodarse en esa falda inmensa de la grandiosa cordillera que atravesaba todo ese nuevo continente.
Varias supuestas vueltas del planeta, nuestros nuevos amigos, estaban listos para vivir y hacer civilización.
—Gracias Señor Universo – expresó Singapur y la anciana lo remedó juntando también las palmas de sus dos palmas
Singapur estaba muy cansado. Durmió entre la gente que se agolpó en un gran grupo, e. forma circular.
Amaneció y fue hacia la orilla de unos peñascos y divisó de allí una laguna. Bajó a revisar el área y se aproximó a la orilla.
Estaba mirando el agua tranquila y se entretuvo mirando su rostro. Entonces su mente fue al pasado. A su infancia, recordando la ciudad en aue nació: Lhiria.
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