Un fuerte golpe de estribor, causado por una ola alta, mueve la nave y Persia escapa la bola, que cae a la mar y se hunde.
—¡Singapur! —solicita ayuda desesperada, estirando los brazos como si quisiera llegar al agua.
El mar azul va oscureciendo en las profundidades. La bola de cristal desciende suavemente en línea recta, levantando lodo marino al asentarse en el fondo.
Singapur se lanza al agua con un filo puñal agarrado por la mandíbula.
Nadando por debajo, ve a las fieras marinas que interrumpen el sueño de la tarde de milenios, bramando algunas y eructando enormes ballenas descarnadas. Es necesario esconderse entre helechos marinos gigantes. Unos corales inmensos que caen como cortinas y unas conchas de brillante gama, que podrían cubrir el salón de un palacio atlante, le sirven para refugiarse de las embestidas fatales de los toros del mar.
La tarde concluye cuando Singapur sube a flote, llevando también entre sus brazos, a una niña rubia de largos rizos que le llegan hasta donde comienza su medio cuerpo de pez.
—Habraide llamarse América —pronuncia Persia en tono casi declamatorio, limpiando la bola de cristal, mientras Macedonia seca el dorso de la sirena con toallas de hilos dorados y esencia de palmas y los cabellos con otros paños secos, aromatizados especialmente, para quitarle ese fuerte olor a pez.
Su cabello rubio como el oro, retorna los destellos al sol, que aparece brevemente para mirarla.
Los ojos de la pequeña recién salvada, son como espejos de mar y cielo.
—¿Por qué América? —pregunta Pakistán.
—No sé, de pronto... así de pronto, vino a mi mente, una imagen y la figura de un hombre con extrañas ropas de hierro – visualiza Persia.
—¿Son presagios? —le cuestiona Singapur, mientras discretamente observa los preciosos senos de la doncella marina, que rápidamente será una mujer. —Sin embargo —piensa Singapur— una pena, mitad pez, mitad humano. ¿Podrá soportar mucho tiempo fuera del agua? ¿Podrá tener como esposo, a un hombre de la superficie terrestre? —. Disimuladamente, llama a Persia junto a la baranda de la proa y le declara esas preocupaciones: ¿Podría ser mujer? Es decir, ya era mujer—pez, pero, ¿Podría ser entonces, mujer—humano?, o en último caso, ¿Podría, así como era, juntarse carnalmente y procrear con Singapur? ¿Cómo serían los niños? ¿Qué sucedería con ambas especies?
Singapur queda prendado de la sirena.
Persia nota que Indi, también está enamorado, con miradas que incomodan a la sirena, quien abre y cierra los ojos sin entonar ninguna música, sin poder humedecer sus labios, secos por la sal, ni mostrar interés por algo, que no sea la mar. Aletea su esmeraldina cola mientras Pakistán habla quedamente con ella y le pregunta si puede amarlo.
América, baja la vista, acariciando su pelo dorado.
—¡Pakistán! —protesta Macedonia, desde las gradas del puente de mando. El joven de cejas amplias y nariz larga, se asusta y sus manos se enfrían. “Esa mujer no es para vos” escucha decir a la bella Macedonia, aunque no lo dijo con la voz sino con la mirada.
— Perdón —pronuncia el joven Pakistán y retira los ojos de América.
—En vez de hacer halagos y galantear a la sirena, debéis ir a los compartimentos de carga, a cortar maderos y palos para construir prontamente un estanque —ordena la princesa —. Y una vez concluido, le echaréis agua de mar para colocar a este ser extraño que os tiene apasionado.
Pakistán obedece. Baja a las promiscuas habitaciones de los marineros que andan aburridos, llevados por el ocio...
Y les ordena:
—Preparen un estanque de agua marina para que allí llevemos a la reina del futuro: América.
Con ese motivo, todos los hombres y mujeres trabajan y se entretienen alegremente.
Una vez concluido el trabajo, Indi alza a la bella América y sube una rampa dorada que armaron y lucieron con preciosidades almacenadas. Disparan luces de artificios al atardecer. Se enciende el cielo con todos los colores. La sirena es largada al estanque, chapoteando graciosa, para sumergirse en los tres metros de profundidad.
—Habéis hecho un buen trabajo —felicita Singapur.
La fiesta de luces se prolonga en la noche más azul de todos los tiempos.
Singapur manda a Pakistán que facilite la buena bebida y la más sabrosa comida, mientras hombres, mujeres y niños, admiran la forma de nadar ondulante y cadencioso del pez —mujer.
La bebida riega gargantas y hace delirar mentes. La música alborota ánimos y los pasos de baile retumban en el tablado de la Navelogranito.
Singapur pasea por el contorno de la piscina, sube la rampa silenciosamente, en tanto que la gente se distrae en el centro de la fiesta. La sirena lo mira. Los ojos azules de la bella, estremecen al joven marino. “Me estáis haciendo vuestro esclavo”, dice Singapur mentalmente. Ella aletea espantada y se sumerge, yendo a un rincón del estanque.
Después Singapur se dirige lejos del bullicio.
Mientras la noche pasa lentamente se escucha el canto de un hombre acompañado de instrumentos muy sonoros:
Navegando azul
Navegando mares
Al universo vamos
Del final de un tiempo
Venimos.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 22 Episodes
Comments