3 - Ya no somos príncipes

“Todos han venido”, piensa Singapur, con cierto aire de felicidad y resignación.

A lo lejos, en la línea perdida del horizonte extraviado, donde se suponían los marineros que estaría el inmenso continente perdido del cual venían, se divisa una lengua fina de color amarillo intenso. “Es el fuego” asegura en voz alta Singapur y esto fue escuchado por Macedonia.

—Estoy sufriendo mucho, hermano querido.

—Ahora, hermana: es necesario que aprendas a ser menos autoritaria, creyendo que debes gritar, decir y mandar a todos, lo que a tu merced conviene.

—No me digas nada.

—Deja de ser necia, aprende de los otros, sus virtudes y valores, en vez de exigirles justificación de lo que hacen y piensan, de lo que sueñan o comen... Aquí mi hermana querida, viviremos mucho tiempo, por lo que será bueno que os acostumbrares, a convivir con todos, en la misma hermandad que llevas conmigo.

La bella Macedonia, altiva y principesca, calla, tragando su orgullo.

—Escupe —le pide Singapur.

—No es elegante ni educado para una princesa.

—A estas alturas, querida hermana, ya no somos príncipes ni seremos reyes, se acabó el mundo y navegamos en un mar, que ya no es mar y hacia un lugar que quizás no existe.

—¿Para qué escupiría?

—Para botar esa amargura que produce el rencor en la boca.

Macedonia fue a desahogar su tristeza envuelta en dolor, miedo y rabia, al camarote que ocupaba con las otras mujeres.

Europa la joven rara, despertó una mañana, sonriendo a todos los mares que se habían juntado.

Sacude su cabellera de muchos tonos: rubia, castaña, pelirroja, morena.

Su nariz recta y delicada en la parte superior, la hace más hermosa. Camina espléndidamente, pero exagera al vestirse.

Valientemente, carga el peso de su vanidad y lujo.

Piedras, cabelleras postizas, aretes, tejidos despampanantes, trajes que varían de forma, cada uno más estrambótico que el anterior.

 

Europa era completamente trivial.                       

“Así serán tus hijos”, le había dicho una vez su madre.

Europa recordó esas palabras y cambió rebeldemente su traje, una y otra vez. Alargó sus cabellos, acortó el vestido y apretó los senos, con la pechera repleta de joyas.

Singapur al timón de la nave, le dice sonriendo:

—¿Qué trajes son esos?

—Se llamarán “Revolutión”.

—¡Viéndolo así! — ríe él.

—¿No crees?

—Absurdo que pienses que eso, escandalizará al mundo.

—Será un cambio de tiempo y mentalidad —contesta Europa, yendo hacia la baranda. Se desnuda, se lanza al agua y nada muy lejos. Alcanza la nave al anochecer.

 

Todos la miran espantados.

Europa regresa vestida de pez.

Esto quiere decir, de sirena.

 

Europa se aproxima a la Navelogranito, nadando risueñamente...

Los marineros deliran al verla al convertida en sirena y muchos se arrojan a la mar, enloquecidos por la alucinación. Al llegar donde flota risueñamente y tocarla, aunque sea con la uña, se convierten en peces multicolores, que se sumergen felices al fondo de las aguas.

Los marineros deliran al verla y muchos se arrojan a la mar, enloquecidos por la alucinación. Al llegar donde flota risueñamente y tocarla, aunque sea con la uña, se convierten en peces multicolores, que se sumergen felices al fondo de las aguas.

—¡Detente Europa! —suplica desesperado Singapur.

—¡Está embrujada! —advierte Persia —¡Si caes a la mar, quedarás convertido en terrible pez que nunca dejará las aguas!

 

Singapur se detiene parado en la baranda, a punto de dar el salto.

Otros marineros se lanzan al agua, envueltos por el hechizo electrizante de Europa.

—¡No! — vocifera Pakistán, usando el látigo para detener la locura en masa.

 

De esa manera, se salva un numeroso grupo de hombres, que están prestos a nadar tras la enloquecedora seducción.

—¡Macedonia! —grita Persia mientras observa que las velas giran hacia el lado contrario.

—¿Qué?

—Mira prima, Europa tiene la pequeña lámpara de Aladín.

—¡Por todos los dioses! —exclama Macedonia, en cuanto detiene por las piernas a Singapur, que pretende salvar a todos, pero en el último instante, se equilibra de nuevo en la baranda de babor.

Entienden la causa del hechizo de Europa, pero ya es tarde, pues ella se aleja golpeando con su risa a las olas.

Amanece.

Singapur pasea con el pecho desnudo, sin camisa, por la amplia plataforma del puente de mando, para olvidar por instantes, la intempestiva fuga de la voluble Europa.

En momentos breves, piensa en ella, luego busca otros pensamientos.

Para distraer su mente casi hechizada, se fija en la madera blanca y fina que pisa.

—Esta madera dejará de existir un día —Asegura Persia, aproximándose a él.

—Es preciosa la madera.

— Sí —prosigue Persia—, desaparecerán muchas maderas preciosas y el monte Sahara se transformará en un desierto inmenso y la arena se elevará y volará con los vientos huracanados, arrojando las semillas hacia otras tierras.

—Si sobran tierras.

—Las sobrarán, Singapur, no te preocupes.

—¿Ves todo eso?

—Vídeo mucho más allá, Singapur — asiente Persia. Y luego, elevando su espíritu y concentrándose en el espacio posterior al nuestro, prosigue:

—Vídeo, luces en pueblos de muchos y muchos... muchísimos seres. Vídeo un universo Singapur, donde la tierra es de mayor tamaño y donde haide haber otro mundo que habraide llamarse nuevo y su capital será Nuevo Yorke. Video un grande mundo, en el que las estrellas viven como humanas y se llamarán de Marilyn, Sophia, Gretha, Elizabethe, Sara, Dolores, María, Virginia, Vivien, Joan, Ava, Brigitte, Gina, Raquel, Faye, Mia, y los astros serán Errol, Jhon, Rod, Humphrey, Pedro, Burt, Marlon, Clarki, James, Delon, Robert, Paul… y habrá otros y otras que vendrán de generación en generación, bajando de ese fulgurante estrellato universaloide, siendo adorados como semidioses, por millones de esos seres que visten muy raro y andan en unas especies de carretas ruidosas y metálicas... Los otros nombres de dicha constelación, no os puedo citar por completo, pues serán muchas esas bellas y fascinantes estrellas.

 

—No precisas, pues no me interesa ese rubro del programa universal previsto —argumenta Singapur —, prefiero hablar de lo que vendrá, después que nosotros arribemos en tierra y esta catástrofe hubiera pasado.

—Larga historia hermano mío —interviene Macedonia.

—¿Queidaremos entre ella? —interroga el príncipe.

—Europa será la más conocida —responde Persia.

—¿Qué se dirái della?

—Que es la más culta. La más antigua y aristocrática. La más bella, la más inteligente; la reina; la diosa y una serie de otras adulaciones.

—¿Cómo pudo substraer aquel invento de Aladín?

— Europa es una astuta e inteligente mujer, que sabe cuándo y dónde hacer lo que debe y quiere —. Concluye Persia y quedan mirando al mar, mientras el timón gira y la nave sobrevuela las olas, aprovechando el viento suave de la mañana soleada.

Timonea el hombre apodado de “Bárbaro”, cuando Singapur le pide el mando, para distraerse y despreocuparse.

 

Persia queda mirando la bola celeste de cristal, que brilla en sus tibias y rosadas manos.

Un fuerte golpe de estribor, causado por una ola alta, mueve la nave y Persia escapa la bola, que cae a la mar y se hunde.

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