En una ciudad cercana, ocurría algo que tenía a los locales muy asustados: una residencia había sido acordonada por la policía, se rumoreaba entre los vecinos que el dueño de la casa había sido asesinado durante la noche anterior; sin embargo, nadie había escuchado tales ruidos como disparos, gritos ni ninguna clase de tumulto.
Dentro de la residencia se encontraban ya dos agentes especializados en investigación de crímenes: la agente Madeleine, una mujer joven de cabello largo y lacio de color chocolate, y Eton Bakewell, un hombre de presencia caballerosa y de espalda ancha. El caso que se les había asignado en esa ocasión era por demás curioso:
—Seis hombres muertos, no hay señales de violencia ni ningún rastro de pólvora… —resumía en voz alta la bella agente.
—La conclusión más evidente es que fueron envenenados mientras cenaban, —añadió con un tono de voz serio y confiado su compañero— los cuerpos siguen sentados a la mesa, con visibles señales de haber vomitado violentamente antes de morir.
—Esta escena es preocupantemente similar a lo ocurrido en el caso de la familia Ricciarelli hace unos meses, ¿no te parece, Eton?
—¿Supones que se trata también de un caso de envenenamiento por esa azúcar sintética? Aún debemos esperar al análisis forense para determinar si es el caso. —reprende amablemente el agente pelinegro a su compañera, quien usualmente salta a conclusiones precipitadas.
—Ya verás que tengo razón después, cuando se revelen los resultados de los análisis y se demuestre que mi teoría es correcta. Estaré un paso más cerca de probarles a todos de una vez por todas que el culpable de todo esto, es ese tipo engreído: Don Ricciarelli.
—Así que sigues pensando que aquel magnate de la comida elegante fue quien asesinó a su esposa, hija y futuro yerno, a pesar de que las investigaciones demuestran claramente que sufrió un intento de asesinato por parte de un rival comercial… No entiendo por qué es que no puedes aceptar la versión oficial de los hechos…
—Sabes que este país está corrompido hasta la médula, —responde confiada la sensual agente— es fácil para un hombre con tanto dinero e influencia como él convencer al jurado de que solo fue una víctima inocente. Pero yo voy a probarles a todos que miente y a meterlo en prisión para toda la vida.
—Como tu compañero, es mi deber ayudarte en todo lo que esté a mi alcance, pero quiero dejar en claro que no comparto del todo tu punto de vista… —le reiteró el hombre que había sido su pareja desde que entraron a la academia habiéndose graduado apenas de la universidad— mientras tanto, ¿qué te parece si vamos a comer algo en cuanto terminemos este trabajo? Yo invito.
—Lo siento, tengo que reunirme con una vieja amiga esta tarde, será para la próxima, ¿está bien?
«Siempre sale con la misma excusa»… —Se lamentaba en su interior Eton— «¿Será que no se interesará en mí por ser mi superiora?»
\=Unos cuantos meses atrás, en el presente=
Charlotte se despertó de sobresalto a la mañana siguiente de tener la cita con Jeong, se había quedado dormida en un pequeño sofá tras haber tomado demasiado vino.
—aghh~ merde! No debí tomar tanto anoche… En fin, al menos no tuve que hacer 'nada' con ese chico con tal de tener un lugar donde dormir… Eso creo… Por cierto, ¿En dónde está?
La pelirroja observaba —aún algo mareada y con los ojos entrecerrados— a su alrededor buscando al chico pastelero, pero no parecía haber rastro de él. En cuanto pudo incorporarse, caminó hacia la cocina dispuesta a tomar un vaso de agua. Entonces encontró sobre la mesa una pequeña nota escrita a mano que decía:
"Salí a trabajar, no quise despertarte. Por favor, siéntete como en tu casa, puedes tomar lo que necesites. Espero que podamos vernos de nuevo pronto. Te llamaré por la tarde cuando vuelva del trabajo.
—Jeong"
—Este chico… —decía Charlotte en voz alta para sí misma— es demasiado honesto, pero también es tremendamente tonto y fácil de engañar.
Y Charlotte tenía razón, nadie en su sano juicio debería dejar sola en su casa a una persona que acaba de conocer; sin embargo, no es que a Jeong le faltara inteligencia, más bien solía confiar demasiado en las personas sin razón aparente; aunado a eso, aquella chica lo tenía con la cabeza en las nubes, y al parecer se le complicaba mucho razonar correctamente estando bajo la influencia del enamoramiento.
Charlotte entonces se tomó en serio la oferta del distraído joven, eso de sentirse como en su casa, así que aprovechó esos momentos de soledad para tomar un refrescante baño. Mientras ella se dirigía hacia el baño de Jeong, el astuto conejo, Mochi, la observaba a escondidas para asegurarse de que la intrusa no robara ninguna de las pertenencias de su amo.
Estando dentro del cuarto de baño, Charlotte empezó a desvestirse. Se desabrochó primero la discreta pistolera que cargaba sobre su muslo izquierdo, la llevaba puesta a pesar de tener su revólver guardado en el bolso de mano. A continuación, dejó caer el vestido rojo de una pieza que tanto le gustaba usar. Teniendo su esbelto cuerpo cubierto solamente con su elegante lencería de encaje en color negro y medias de red, además de una pañoleta de seda en color verde que hacía juego con sus ojos, se puso a observar detenidamente las pertenencias del chico.
De reojo alcanzó a ver el cesto de la ropa sucia, se acercó a él lentamente y, mirándolo por un momento, intentaba decidirse sobre si debía o no hacer aquello que, debido a lo cuestionable que podría parecer, jamás dejaría que alguien la observara haciendo. Dejándose llevar por sus impulsos, y asegurándose que nadie podría estar observándola, metió decididamente la mano en el cesto, rebuscó un poco a ciegas el contenido dentro del mismo, y sacó una de las prendas de Jeong, una camiseta. Charlotte entonces la acercó a su rostro y se tomó un tiempo considerable para olfatearla suavemente un par de veces.
—Mmm… es muy dulce… —decía Charlotte un poco sonrojada mientras disfrutaba del aroma—. Este fetiche suyo por los olores era algo de lo cual estaba consciente que era un poco raro, sin embargo, estaba acostumbrada a juzgar a las personas, alimentos y otras cosas por el aroma que desprendían.
Habiendo "conocido un poco mejor" a Jeong, se dispuso a tomar el baño, no sin antes quitarse el resto de la ropa que aún tenía puesta, incluyendo la pañoleta en su brazo. Al quitarla, se revelaron en su brazo derecho unas cuantas cicatrices de tamaño considerable, causadas aparentemente por cortes de cuchillo. Aquellas cicatrices, al igual que su fetiche, eran detalles muy oscuros de su personalidad que solía ocultar a todos a su alrededor.
Mientras dejaba que el agua de la ducha cayera sobre su cuerpo, Charlotte reflexionaba sobre el muchacho pastelero. —Parece ser un chico amable, atento y diligente, pero sobre todo es completamente honesto… es difícil encontrar a alguien así…
Aquel chico había logrado captar su atención y despertado su curiosidad, Charlotte estaba acostumbrada a que le mintieran, después de todo, ella podía leer en los rostros de las personas si la estaban intentando engañar; sin embargo, el poder reconocer las mentiras no hacía que dejara de sentirse decepcionada de todos aquellos con quiénes tenía contacto. Pero por alguna razón, Jeong era diferente, y Charlotte sentía la necesidad de investigar cuáles eran los motivos de su comportamiento.
—¡Bah! ¡No importa! —dijo la chica mientras sacudía la cabeza, cómo intentando sacar esos pensamientos de su mente—. Nadie es completamente honesto en realidad, además, no tengo tiempo para jugar "a los novios" con el chico "pastelitos".
Al terminar su ducha, puso su ropa en la lavadora y se dirigió a la habitación de Jeong para buscar algo qué ponerse; por supuesto, en el guardarropa del joven no habría vestidos elegantes ni prendas lindas de mujer, pero podría arreglárselas con lo que encontrara.
—¡¿Esto es lo único que tiene?! —el chico pasaba la mayor parte del día trabajando, por lo cual no necesitaba demasiada ropa casual. Del armario sacó una gorra de color negro, unos tennis azules y una camiseta blanca, algo grande —considerando que Jeong es bastante esbelto— con el dibujo de un pingüino rellenito, con lentes de sol redondos, un sombrero elegante y una corbata roja.
—¡Vaya pingüino más feo! Pero no me queda de otra, no hay nada más que pueda usar.
Tras terminar de vestirse, Charlotte desayunó tranquilamente, y antes de irse, tomó el único objeto de valor de Jeong que podía llevarse: su laptop. —Quizá vendiendo esto pueda recuperar algo del dinero que perdí en el casino —pensó mientras salía del apartamento. El aterrado conejito, mascota de Jeong, solo pudo observar en estado de shock aquel hurto descarado, pero al mismo tiempo se sentía aliviado de que aquella mujer se fuera para siempre.
—¡Hasta nunca sugar! Me divertí contigo, pero por desgracia para ti, no volveremos a vernos jamás.
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Updated 37 Episodes
Comments
Luisa Gonzalez
que mala esa mujer.ella no sabe que el.mundo da muchas vueltas se encontrara de nuevo.al chico
2023-02-13
1
NekoRisu
Aaaaah, su laptoooop
2022-11-07
1
NekoRisu
Requiero ilustración
2022-11-07
1