Entre los pasillos del gran Palacio, sus manos derechas e izquierdas le gritaban con gran furia.
- ¡Sebastián! Deberá tomar esto de forma un poco más seria. –
¡A la mierda!
Quien le pregunto sí quería tener el título de Emperador, bueno, aunque hizo mucho para llegar a ese lugar, tenía otras cosas en mente.
- Es bastante complicado, que su Alteza se la pase prensando cosas que no lo valen. –
- …… -
Sebastián se detuvo, miro con un rostro enojado a cada uno de ellos.
- ¿Que no lo vale? –
- Bueno, bueno. –
- Te atreves a decir ¿Qué yo el Emperador? No sabe cómo pensar. –
- No ha sido mi intención insultarlo. –
- Te crees mejor, toma la corona y haz mi trabajo si no te gusta como lo hare yo…… -
Los hombres se inclinaron.
¡Lamentamos nuestro error!
- Yo Sebastián, seré el siguiente Emperador, a mi manera gobernare y será mejor a la de mis ancestros. –
Con vigor respondió, orgulloso como un pavo real.
Que mal estaba Sebastián, si tan solo Abaddon hubiera tomado la corona.
Mejor Emperador, Abaddon era el único que entraba en esa categoría, pero ahora solo quedaba esperar a que el camino de Sebastián se torciera y comenzara el mismo camino que sus ancestros.
¡Que mala racha!
- “Debo demostrarlo” –
Sentía presión en este momento, veía los rostros de los nobles y sabía perfectamente en lo que están pensado.
¡Abaddon!
¡Abaddon!
¡Abaddon!
El siempre seria su comparación, que mejor líder si no es Abaddon, quien tenía a todos de su lado, exacto era Abaddon.
Que hombre más serio había en este mundo, pese a tener un rostro de mierda, se ganó el favor de todos.
- Es mejor tenerlo a mi lado. – murmuro.
Si Abaddon estaba a sus pies, todos los nobles lo seguirán.
Pero ¿Qué debilidad tenía ese hombre?
Algo que anhelara, un territorio, un animal, un arma…… O una mujer.
¿Qué deseaba Abaddon?
Si tuviera la respuesta lo tendría atado con una cadena a sus pies, pero era un hombre misterioso, de que servía que fueran familia si era bastante lejanos.
- Delante. –
Como si el destino estuviera de su lado, el Duque Abaddon estaba a unos cuantos pasos suyos, caminaba con bastante tranquilidad.
- Abaddon. – llamo al chico, el detuvo sus pasos sin mirarlo.
Junto a los nobles se dijeron a él.
- Abaddon, tanto tiempo. –
- Exagera su Alteza, solo han sido 2 días. –
- Este chico” –
Sus dientes rechinaron, que clase de actitud tenía y quien sería capaz de aguantarlo.
No se había percatado de lo que traía en manos, Abaddon cargaba el cuerpo de Maylea quien dormía flácidamente.
- La hija de Nicolette. – señalo.
- Estuvo todo el día afuera, debo llevarla con su madre. –
Era una preciosa niña, de eso no cabía duda, sus preciosa mejillas acolchonadas, deseaba poder tocarlas al menos una vez.
- “¿Qué precioso seria?” –
Maylea no parecía tener contacto con él, pero en cambio con Abaddon se sentía tan a gusto que podía dormir a su lado sin problema.
“Que jodida envidia” y todo por una niña.
- Es bueno……… Debería darle un acceso completo para que pueda estar con los animales del Palacio, escuche a los niños de su edad le encantan los animales. –
- Puede ser, debería preguntarle, o simplemente yo le preguntare por usted y le daré su respuesta. –
- Vamos…… Ella puede venir por su cuenta. –
- …….. –
- La cuida bastante y apenas la conoces. –
- Porque es hija de Nicolette. –
- …….. – carraspeo.
- Nicolette es muy querida por mis padres, todo lo que ver con Nicolette debe ser cuidado y protegido…. Como usted entenderá. –
Su rostro se puso rojo, no sabía si era por la ira o vergüenza; Abaddon lo trataba como a los ancestros.
- “Seres repugnantes…… Soy mejor que eso” –
El gran ego de Abaddon, tendría que ser educado de mejor manera; si al menos todavía existiera una ley donde los nobles sean castigados por su arrogancia.
- Bueno Aba…. –
- Por cierto. –
Fue destino por Abaddon.
- Como el sol es brillante, debería salir con su Alteza. –
- ……. –
- Roxana parece ser feliz, como podría hacerlo…… Es bueno saber que el futuro Emperador no la ha descuidado. –
- …… -
Su boca se agrando, su rostro parecía una cereza.
¿Cómo se atrevía?
Meter a su amada Roxana, cuidarla, siempre lo ha hecho.
- “Pero……” –
Ya que lo mencionaba, hace tiempo que no se veían a la cara, estaba tan ocupado en encontrar una solución a todos sus problemas; al igual que él, Roxana de seguro estaría devastada.
- Me retiro su Alteza. – inclino su cabeza. – Que el sol no sea cubierto. –
Sin más que decir dio la vuelta dejando a todos atónitos, su comportamiento era un honor.
- Que ser más arrogante…… -
Tarde o temprano el hombre caería.
<< Dos Días para la Boda >>
- Que pesado. –
- Es parte de una caminata de madre e hija. –
En un carruaje poco ventilado, Nicolette la llevo a la fuerza para comprar un vestido para la boda de Roxana.
Fueron de tienda en tienda, nada le parecía a ella y Nicolette le parecía poca cosa, para comprarlo.
- “Al final se consiguió un juego de ropa” –
Madre e hija utilizarían el mismo color y diseño.
Fue complicado seguirle el paso, se detenía cada momento para poder recuperar el aliento; estar cerca de la gente que saltaba de felicidad sobre su muerte, le era bastante difícil mirarlos y no querer llorar.
- May. –
- ¿Sí? –
- Sabes…… Muy pronto estaremos en Brangwen, la gente tr amara, lo se. –
- Hare lo mejor. –
- Pero, me encantaría saber si tienes una pasión, además de velar por el territorio. –
Se lo prometió, cuando lograron estar a solas, daría lo mejor de ella y solo enfocaría en ver por el bien de la gente de Brangwen.
- Yo, no lo se. –
- Mmm, ¿Qué piensa Maylea de la magia? –
- ……. –
Abaddon le había comentado sobre su charla, no, a pesar de ser el, jamás iría por el mundo contando la vida de los demás.
- Sabes que tienes magia, pero ¿Quieres aprender? –
- Si le digo que sí. –
- Te apoyaría. –
Tenía razón, de verdad la estaba apreciando, no solo como una pieza.
- “Lo hace bien” –
No importaba mucho, seguía temiendo a lo que vivió en su vida pasada, si volvía a cometer los mismos errores; era una tonta que no se daba cuenta, Sebastián no estaría a su lado, Roxana seguiría su vida, entonces era ella el problema, no confiaba en ella misma.
- Lo pensare. –
- Je, Maylea, me gustaría que tuvieras más confianza en ti misma. –
- …… -
- Eres la Marquesa Maylea Brangwen, no eres mi sangre, pero eres mi apellido, me has permitido ser tu madre, yo no te escogí, tú me escogiste a mí. –
- Yo como podría. –
- Y al ser tan gran honor, quiero que seas valiente, segura, no temas, mi poder es m poder, tu poder es tu poder y yo solo me asegure de protegerlo……. Haz lo que se te apetezca. –
Poder era poder, era la regla del mundo, quien más tenga poder, será mejor.
Esperaba llegar la confianza que tenía Nicolette en ella, era bueno escuchar que alguien confiara en ti.
- Si Marquesa. –
- Oh linda…. Ju, Ju, Ju, solo dime madre. –
¡Para nada!
No sabía cómo decirlo, sus palabras se trataban cada vez que lo intentaba, era la vergüenza misma que no la dejaba decir madre, cómodamente.
- Si…. – suspiro.
Sería un largo camino, pero esperaba que fuera radiante.
[Palacio Imperial]
La habitación estaba siendo consumida por la tensión.
A su lado, la abuela Orla y su madre tenía una batalla de miradas.
¿Quién ganaría?
No le importaba, solo deseaba salir lo más rápido posible.
- Su Majestad. –
- Regina. –
- …….. Yo, solo quiero ayudar a mi inexperta hija. –
- Si sabes que Roxana no es una niña. –
Los fulminantes ojos de Orla que miraban a su madre con desprecio, sabia las intenciones escondidas de Regina quien utilizaría a su hija para ascender de posición.
- Pero, que sabe ella de todo esto. –
- Es culpa de la madre. –
- ……. –
- Ha criado muy mal a Roxana que no puede hacer las cosas por su cuenta. –
- ¡Su Majestad! ¡Es de la futura Emperatriz! –
- Y. –
- ……. ¿Cómo puede hablar así de mi hija? –
- Se lo dire. –
Orla se paró recta, miraba con desprecio a Regina, quien se hacía llamar madre, pero solo era una estúpida mujer que se aprovechó de la fama de su hija.
- “Renombrada Roxana, envidias a tu propia hija” –
Que ser más gracioso, fue inevitable que una risa se le escapara.
- Le diré porque, soy la Emperatriz, seguiré siéndolo a pesar de que mi nieto tome su puesto. –
- Pero. –
- No se atreva a interrumpirme Regina. –
Agacho su cabeza.
- Y como abuela de Sebastián, deberé poner mano dura con los dos. –
- …….. –
- Recuerde que hay niveles, yo haré lo que usted no supo hacer. –
Era una mujer de la que no debía esperar mucho, pero si preocuparse, el papel de víctima le quedaba a la perfección que en cualquier momento lo utilizaría, para hacerla quedar como la mal.
- “Y todo por poder……. Se vuelve irritante con los años, esperar conseguir poder, solo para llenar tu avaricia, todas las mujeres lo buscan y las buenas mujeres son corrompidas por sus madres, sería bueno, alguien como Ileana, sería capaz de tener orden en el Palacio, pero no lo haría si yo se lo pido, tendría que tener una buena razón” –
¡Toc! ¡Toc!
- Virginia, la puerta. –
- Si Majestad. –
La dama de compañía se dirigió a la puerta, estaba agradecida de estar un poco lejos de esa tensión, estaba a punto de desmayarse.
- “Su Majestad, bastantes cosas ya tiene, ¿Qué podría empeorarlo?” –
Cuando la puerta fue abierta, sus ojos se agrandaron y su rostro palideció, estaba a punto de caer al piso de solo ver el rostro, que jamás crearía volver a ver.
¡TU!
Su voz fue escuchada por las mujeres que estaban dentro de la habitación, Orla preocupada por su dama se levantó dejando a Roxana con su madre desvergonzada.
- ¿Qué sucede? –
Su alma estaba a punto de dejar su cuerpo, si no fuera por el hombre que la atrapo en el instante de caer.
- ¡Abuela! –
Abaddon la abrazo su cuerpo.
- I, Ile, Ile…. ¡Ileana! –
Era un ángel, belleza inigualable, precioso cabello rojizo anaranjado, ojos zafiro, labios precioso color carmesí, recordaba los tiempos en que los hombres decían que ninguna mujer podría comparar su belleza, a pesar de los años, no le habían hecho efecto.
Su preciosa aura seguía ahí.
- Gloria y salud a su Majestad Orla, la mujer más bella del Imperio. –
Como era capaz de decirle, si ella era la mujer más bella del Imperio, una belleza que llevaba a los hombres al mismo infierno.
Llamada el ángel del Imperio.
Esa chica que, no perdida su fuerza, tenía esa mirada amenazante.
- El tiempo es en vano en ti Ileana. –
- Tarde o temprano me tocara. –
- Después de años vuelves. –
- Solo vine por una petición. –
“Evren”
¿Qué le dijo para convencerla?
- Virginia. –
- Si Majestad. – trago con fuerza.
- Trae más té, la Señora Ileana y mi nieto tomaran el té. –
- Como ordene Majestad. –
Abaddon seguía abrazando su cuerpo, sentía reconfortante el abrazo de su nieto querido, era muy diferente a Sebastián.
Bajo las atentas miradas de todos, incluso Regina tenía un rostro atónito, miraba con detalle a Ileana quien tomba con tranquilidad asiento al lado de Orla, seguía igual que antes.
- Que, que, ¿Qué hace esa mujer? –
Escalmo Regina, su mano la señalaba como a una pecadora.
- Que no es de su incumbencia. – defendió Orla.
- Pero, pero, pero su Majestad. –
- Mi madre tiene toda la razón. –
Evren hizo su entrada triunfal, a su lado Nicolette entraba.
- Regina, esto es un problema de familia y le yo la Princesa eterna del Imperio se lo dijo, no se entrometa. –
Las mujeres más importantes del Imperio contra ella, era una pelea perdida, ojalá su mente arrogante lo entendiera.
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Comments
~√{©£¢%}✓¶🌟💖
jajajaja que pasará cuando se juntan estás mujeres en un solo lugar....
2022-12-15
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🍒CHELI🍒
Rayos, yo no quisiera estar hay entre esas mujeres 😦😦😦, ellas juntas no auguran otra cosa que no sea más problemas,
2022-12-08
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