Los problemas ni siquiera estaban por empezar, con una postura recta se mantuvo en silencio escuchando la charla motivacional de Orla.
- Nicolette, te parece que traigan tu equipaje al Palacio, llamare algunos escoltas para que lo traigan, si lo deseas. –
- Se lo agradezco su Majestad, pero no es necesario, solo mande un recado con alguien, mi gente todavía se quedó en el territorio Duvessa, pueden traerlo por cuenta propia. –
Orla asintió; el mensajero personal de Orla entro en la habitación, la orden fue dada, dejo la habitación para ir directamente a la Mansión Duvessa,
Christina, la niñera se llevó a Maylea dejándolas a solas para poder conversar, la actitud de Nicolette era como siempre, distante y fría.
Solo con los Duvessa era una mar de amabilidad.
- No te agrada mi nieto eh…… -
- …….. –
- Se que lo odias, puedo verlo, ese mismo brillo tan resentido y doloroso. –
- Qué más da si yo le digo, es el futuro Sol del Imperio y Brangwen esta lo demasiado lejos como para preocuparme por la capital. –
- ……. –
Cuando Orla la conoció, en esos tiempos no hubiera contestado de una manera arrogante, pero la actual Marquesa era alguien reservada y escalofriante.
Podía tener un rostro precioso y delicado, pero su actitud era una mierda comparada con otras mujeres.
- “Tal y como te gustaban ¿No es así?” –
Un rostro retador y amenazante, una mirada que era difícil ser doblegada.
- Te iras lejos con tu hija, al menos puedes quedarte a la boda. –
- Es un honor poder presenciar la boda de su Majestad, era el plan que traía en mente, me gustaría quedarme un tiempo y mostrarle la capital a May. –
- Te agrada la niña. –
- Bastante, puede ser alguien tranquila y madura para su edad, será difícil educarla conforme a su edad, no suele estar interesada en las cosas de su edad. – suspiro, absorbió la bebida caliente. - Tal parece que será un largo camino. –
Sus palabras sonaban bastante creíbles, tuvo que mirar sus comportamientos para poder describir su personalidad, tenía medio día que la conoció y ya estaba pasando todo esto; bebía tranquilamente al lado de Orla, tanto tiempo sin verla, la mujer ya se veía más acabada a como la recordaba.
No le apetecía mirar de nuevo el palacio, estar en el lugar le causaba un miedo incontrolable, en cualquier momento desfallecería.
- “Al menos Maylea estará más tranquila……” –
Eso era lo que pensaba, en cambio Maylea estaba igual o peor, volver al Palacio Imperial le causaba mareos, en todo caso era mejor caminar con una bolsa en manos por si llegaba a vomitar.
- “No sobreviviré” –
Caminaba al lado de su “niñera”, se sentía rara al decir niñera, tardaría en poder acostumbrarse.
Junto a Christina eran guiadas por los pasillos del estrecho lugar, las habitaciones donde las hospedarían estarían tan cerca de los cuartos de la Familia.
- “Mierda……. Orla la ha de querer bastante como para tenerla tan cerca de ella” – soltó un suspiro tan pesadamente.
- Sucede algo señorita Brangwen. –
- No es nada Christina, solo es algo agotador el día. –
- Comerá y podrá dormir mi Señorita, ya no tendrá de que preocuparse. –
- Gracias. –
Con una sonrisa, agradeció las palabras de la amable Christina, caminaron un poco más y con la ayuda de otras criadas entraron a la gran habitación llena de oro.
- ¡Vaya! –
- Son grandes, no cree Señorita. –
- Bastante. –
Con una mentira respondió, ya conocía las habitaciones, pero no estaba de más actuar como si fuera la primera vez.
- “Como Celeste, actúa como Celeste……” –
A unos pasos estaba el acolchonado lugar, se dejó caer en la cama, por fin podía quitarse la tensión en los hombros, a este paso hubiera terminado siendo una estatua.
- Mierda. –
Cubrió con sus manos su visión, suspiraba pesadamente y murmuraba malicias, preguntándose que había hecho mal, todo lo planeado se jodio y ya estaba de nuevo con los pies en el suelo del Palacio Imperial.
- Solo quería vivir en paz……. tenemos que esperar a la boda de Roxana y Sebastián. –
Sebastián.
- ¿Qué pasa con él? –
Jamás creyó que el gran Príncipe se viera demacrado, alguien que se cuidaba y deslumbraba con su hermoso rostro, actuaba de una manera diferente, tenía ese toque de lunático, habría perdido la cabeza.
Y Roxana.
No la había visto, pero la duda se quedó, al no escuchar que su nombre fuera mencionado por ninguno de los adultos, si fuera ella ya estuviera en un cuarto llorando.
- Ya paso mucho, Rox, debes seguir. –
Con la pesades que tenía, logro bajarse de la cama con sus cortas piernas, abrió la terraza dejando que el aire chocara en su rostro, se paró al final de la terraza y aprecio el precioso lugar.
- Muy pronto serás la Emperatriz, una guerra no se gana con lágrimas, deberás tomar tu título con gran madurez…… -
Aunque esta vida era diferente, no faltaba el día que por su cabeza pasara Roxana, miraba la situación y tenía miedo por ella, un blando corazón, el mundo se la comería viva.
- Rezare por ti mi querida hermana. –
Un deseo sincero, para que lograra ser feliz, Roxana brillaría en lo más alto.
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
Christina estaba adentro de la habitación con un libro en mano, levanto su cuerpo y abrió la puerta.
- Saludos Señora. –
- Adelante. –
El ruido llamo su atención, volvió adentro y se encontró con la gente de Nicolette quien cargaba maletas que parecían lo bastante pesadas.
- “Ahora que lo pienso……” –
Su ropa; miraba las grandes maletas dejadas en el piso, recordando que ella no tenía bastante ropa, lo que poseía ahora mismo era lo que Evren les compro y este vestido muy bien bordado y de bastante lujo se lo dio Nicolette.
- Pasa algo Señorita. –
- No nada Christina, solo que yo no tengo bastantes cosas. –
Todas esas maletas, estaban siendo dejadas.
No parecía que todo es perteneciera a Nicolette.
- No debe por qué preocuparse, cuando la carta le llego a la Señora se vino preparada y de paso compro algunas cosas para la Señorita May. –
- Agradeceré más tarde. –
- No debería mi Señorita, esto y más es solo suyo. –
Con una sonrisa amable, la palabra “Tuyo” era algo extraño.
Cuando vivió en el Palacio Imperial jamás tuvo codicia alguna, como joyas, grandes y glamurosos vestidos, sus ropas eran casi opacas y poco llamativas, cuando Orla le decía que podía escoger todo lo que quisiera siempre se limitó a un precio y nunca exigió más…….
Su título en esa vida, su apellido se lo impedía.
- Ahora usted es la heredera al título y el territorio, todo esto es por usted y para usted, siéntase tranquila de poder tomarlo sin pena y miedo alguno. –
- Gracias, gracias Christina. –
¿Está bien hacerlo?
Solo el tiempo se lo diría, pero no importaba, seguía sin tener codicias en esta vida.
[Campo de Entrenamiento, Palacio Imperial]
Abaddon miraba a cada aprendiz, sus ojos penetraban las almas en pena de cada uno.
¡Estamos muertos!
Tener a Abaddon que, a pesar de su juventud, era el mejor capacitado después de Rai como para entrenar a un perro sin correa.
- Morirán, es obvio, el simple movimiento de una espada los dejara tan débiles que regresaran a sus casas en muletas. –
¡Mierda!
Decían que una sonrisa sínica daba tanto miedo que podías gritar, pero un rostro que era difícil de leer y era como el hielo mismo, tú mismo terminarías arrancándote los ojos y pidiendo perdón en el infierno.
Abaddon que, sin expresión alguna, ya daba el miedo suficiente a los hombres.
Era diferente a las mujeres que les provocaba un misterio único, era lo que lo hacía más atractivo.
¡¿Qué extrañas son las mujeres?!
- Si tuviera que entrenar a un perro y a ustedes al mismo tiempo, el perro ya se hubiera graduado con honores, mientras que ustedes aun les limpiarían los traseros a los caballos. –
Con una espada en su mano, limpia con un paño el filoso objeto, caminaba al frente de cada uno y mostraba el filoso brillo de su espada.
- Primer día y ya los asustas. –
- Marquesa Nicolette, que honor tenerla aquí. –
Junto con Abaddon todos inclinaron sus cabezas, el respeto a la mujer y su gran admiración los hizo calmarse.
- Desea darles una lección. –
- Como podría hacerlo, es mejor que la sangre se Rai lo haga. –
- Mírelos bien, no creo poder soportar. –
Abaddon volvió a mostrar el filoso brillo, algunos ya estaban abrazándose cuerpo a cuerpo, sus piernas temblaban como un crio recién nacido.
- Si lo hago……. –
- …….. –
- Lo hare al estilo Brangwen Duque. –
- Me apetece saber cómo es su entrenamiento Marquesa. –
- Ju, Ju, Ju, Ju………. Cree poder invocar un dragón, los haremos que ardan hasta que sus corazones se pulvericen de felicidad. –
Con una sonrisa malévola, la idea de Nicolette causaba un frio como el invierno, si creían que Abaddon era un ser a temer, no debían esperar menos de la Marquesa quien entreno como perros a toda la caballeriza a su mando.
- Pero que gran idea Marquesa. –
¡…….!
- Lo sé, es tan buena que debería apoyarla para que el Imperio la autorice y sea la nueva forma de educarlos. –
- Apoyare todo…… -
¡Moriremos!
- Claro que morirán, pero por hoy no…. –
Abaddon parecía tener algún tipo de poder, les podía leer las mentes, o era que sus expresiones eran fáciles de leer.
- El entrenamiento, se pospone, mañana por la mañana los quiero antes que el Sol. –
- ……. –
- Y quien no esté a la hora, deberá estar a cargo de la seguridad de su Majestad Sebastián. –
Los fulmino con una mirada
¡Como Ordene!
Salieron corriendo del campo de entrenamiento, Nicolette se reía al ver sus reacciones.
- Ju, Ju, Ju, Ju…… Parece que nadie quiere hacerse cargo de su Gran Sol. –
- Un Sol tan……… - callo.
- Muchas palabras para decirle. –
- Encontrare la adecuada y se la hare saber. –
- Esperare entonces. –
Abaddon ofreció su mano.
- Desea tomar el té. –
- Siempre es bueno en esta situación. –
Entre la charla que mantuvieron, el camino al jardín fue mucho más rápido, ayudo a la Marquesa para poder tomar asiento, los aperitivos llegaron y esperaron que estuvieran completamente solos.
- Sebastián un hombre que parece actuar aun como un niño mimado……. ¿Qué tal le parece joven Duque? –
Abaddon se mantuvo en silencio, tomo su mentón para analizar sus palabras por unos instantes.
Roció los pétalos de rosas secas, en la tasa, un terrón de azúcar y el exquisito aroma fue aspirado complaciente.
- Un ser que ya la perdió. –
- Tan rápido……. el que menos duro de sus ancestros, que débil alma. –
Nicolette respiro el aroma a rosas que el té desprendía, un embriagante aroma que se quedaría impregno en su ropa.
- Creo que si…… El Emperador solo seguirá cayendo con el tiempo, no abra salvación para su cabeza tan retorcida. -
Abaddon suspiro con gran pesades, sus huesos tronaban y su cabeza dolía.
- El Duque ¿Qué hará?, si su primo acaba con todo. –
- No apoyo a Sebastián y solo por eso, me vere en la necesidad de meterme en la sucesión. –
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Comments
Jehiel Ortiz Cruz
cómo siempre, dejo de leer y se me va la onda 😎😃 , necesito releer para acordarme de que onda con esto
2023-07-02
0
abdaly 💘
a las mujeres nadie las entiende, somos un completo misterio para la humanidad
2022-12-30
3
~√{©£¢%}✓¶🌟💖
Que siga por el buen camino
2022-12-15
1