CAPITULO 7. –

El gran prado se movía como si vida propia tuviera, Damián era el único que presenciaba el fenómeno, los árboles se movían en una danza.

Giro su rostro encontrándose con May en un trance total, sus ojos naranjas eran de un color oro puro, miraba un punto fijo esperando algo o a alguien.

- Debemos irnos, May…. – jaloneo su muñeca.

- Solo un poco más, espera. –

El sonido de las ramas siendo partidas por las pisadas, las voces guiándose entre los arbustos que les impedían el paso, May controlaba todo desde su lugar, miraba desde lo lejos cada paso.

- May…… debemos. –

- Aguarda. –

- Pero…… -

¡Gritos!

Damián salto de su lugar, cuando los gritos pidiendo ayuda dentro del bosque se hicieron presentes, sonaban las voces pidiendo piedad, no entendió lo que estaba pasando.

- Debemos ir. –

- ¡NO! – regaño Maylea, la insistencia de Damián era de vez en cuando irritante.

Las personas dentro del bosque eran sujetadas con fuerza por las enredaderas que se desplegaban de los árboles.

Tomaron sus armas y las lanzaron lejos del lugar.

El Marques corrió al escuchar el alboroto, cortaba y arrancaba todo lo que se interponía.

- ¡Lo sabía! – exclamo lleno de vigor y sorpresa.

Habían dicho que se había vuelto, como el Duque era capaz tan siquiera de pensar en esconder a un hechicero, pero él estaba seguro de que Rai había escondido al menos a uno entre sus territorios.

- ¡Amigo! Veremos como cae tu reputación al esconder traidores en tus tierras. –

El Marques odiaba con toda su vida a los hechiceros y siempre quiso deshacerse de ellos, ahora que era considerados una amenaza aprovecharía tal oportunidad.

Lejos de todo el show, los niños estaban fuera del bosque.

- Debemos seguir. –

Maylea se giró tomando nuevamente su camino con más tranquilidad, Damián quedo estupefacto con la tranquilidad que se cargaba May; esa mocosa lo había hecho.

- “Que miedo hombre…” –

Quería pararse a preguntar, pero escuchar los gritos de los caballeros le dieron más de una razón para callar.

- ¿Y ahora? –

- Solo camina un poco más……. –

- Y luego. –

- Ya verás. –

- Ok. –

Por fin se detuvo, dejo de caminar, dándole oportunidad a Damián de poder respirar tranquilamente, el miraba para todos lados sin seguir comprendiendo el plan de Maylea.

- Y si nos matan. –

- Entonces te volverás mi sacrificio. –

- …….. – quedo boca abierto. – Sabes, sabes tiendes a ser espeluznante cuando la situación no los necesita, pero hare caso, no por que me has amenazado, solo por que estoy cansado para hablar o pelear. –

- Bien……. Así que calla y espera. –

¡Tap! ¡Tap! ¡Tap!

A unos cuantos kilómetros el galopeo de un caballo fue escuchado; Damián se asusto e intento salir corriendo, pero a diferencia de él, Maylea se quedó parada.

- Maylea…… No correremos. –

- ¿Por qué? –

- Bueno…… -

- Estas a punto de entrar a un entrenamiento oficial como caballero del Duque y sigues sin reconocer el símbolo de la familia Duvessa. –

“Dragones”

El caballero que se acercaba tenía el símbolo que portaba la familia Duvessa, Damián volvió a su lado y espero a que el corcel llegara hasta ellos; no fue hasta que estuvo cerca de ellos que reconoció el rostro del joven.

Del bosque otras 2 personas salieron de su escondite, saludaron a todos con una sonrisa; los caballeros los subieron a los caballos para llevarlos de vuelta a la mansión Duvessa.

- ¿Hay gente del Marques en la mansión? – pregunto Maylea, a uno de los caballeros.

- No…. Por el momento solo se encuentra el Duque y los caballeros. – contesto el joven – También el Duque me dijo que siguiera cualquier orden suya. –

- Entonces…… regresen a Damián a la mansión y a mi llévame al rio más cercano. –

Las ordenes fueron acatadas, a regañadientes Damián fue enviado de nuevo a la mansión, solo dos caballeros iban con May.

Ambos estaban con la duda de lo que haría a continuación.

Para ¿Qué necesita un rio?

- Hemos llegado. –

La cascada frente a ella era majestuosa el agua que caía y chocaba con el rio lleno de peces de colores, era una vista maravillosa, camino hasta el lugar en silencio.

- Como puerta a de ser, permite que el otro lado pase, eh aquí ante mí, permíteme conocerla. –

El circulo que el agua creo, dejo ver una luz del otro lado, frente a los tres un carruaje atravesó sin problema alguno.

Se detuvo y un hombre bajo confundido, miro a los dos chicos y a la niña que estaba en el lugar, no había nadie más solo ellos; eso se ponía más extraño.

- Pediré un aumento…… -

- ……. –

- ¿Saben que paso? –

- ¿Disculpe señor? – pregunto uno de los jóvenes.

- El día se parece a la emperatriz…. Ja, Ja, Ja, Ja. –

- No entendemos lo que trata de decirnos Señor…… -

El hombre sonrió, con paciencia respondió.

- Se vuelve cada día más loco, primero simios con cuerpo de humano se trepaban por los árboles en el camino y ahora círculos…. –

El hombre se carcajeaba sin nadie más, los de simios con cuerpo de hombre…. Pregúntele a May quien los dejo colgados en ese lugar.

- Viene con la familia de la Marquesa…. – tomo la palabra Maylea.

- ¿Eh? –

- Nicolette Brangwen. –

El hombre asintió; May más tranquila al saber que no se había equivoca le entrego una sonrisa.

- Un placer señor, lamento que su día se convirtiera en la emperatriz. –

- ¿Tu? –

- Si. –

- Ya veo…. no importa, este viejo hombre ha visto peores cosas. –

- Entiendo, el abuelo parece ser un hombre bastante experimentado…… Aun así, lamento asustarlo. –

¡………!

El hombre volvió a sonreír, después de unos segundos más permaneció sin decir otra palabra.

- La Marquesa viene en ese carruaje. – Maylea volvió a llamar la atención.

- Oh, si, si ella está en ese lugar. –

- ……. –

Dijo sin mucha importancia.

- “No creo que sea consciente de la situación, o por lo menos reaccione en el momento, de verdad la Marquesa confía en este hombre para llevarla a todos lados” –

- Entonces…. me permitirá verla. –

- ¿A quién? –

- Aaaaaahh la Marquesa. –

- ¿La Marquesa? –

- …… -

- ¡LA MARQUESA! –

El viejo salió corriendo hasta el carruaje, estaba tan sorprendido por el fenómeno que paso ante sus ojos, que había olvidado que llevaba carga en el carruaje.

Al abrir la puerta del carruaje, no paraba de dar reverencias, entre disculpas.

- Que hombre mas descuidado. – dijo uno de los chicos que la estaba acompañando.

- La edad…. – respondió sin mucha importancia.

El abuelo ofreció su mano, otra mano salió del mismo carruaje.

El viejo ayudaba a una mujer que su rostro seguía sin poder verse.

En el instante que la mujer bajo, pudo apreciar mucho mas la belleza de la Marquesa, cabellera castaña como el trigo, ojos rosas como las flores de primavera, la gran Marquesa Nicolette estaba enfrente de ella, igual a como lo vio la última vez.

Los años eran en vanos en ella.

- Donde esta. –

- ¿Quién mi señora? –

- Me dijiste que una niña…… -

- ¿Una niña? –

- …… -

Volviendo a lo mismo el abuelo se quedó procesando la situación, miro nuevamente el lugar donde yacía la niña junto a dos caballeros.

- Oh esa niña. – señalo.

- …….. Viejo, tu edad…. –

- Ja, Ja, Ja, Ja lo lamento tanto. –

El abuelo seguía riendo y disculpándose, Nicolette acostumbrada lo dejo de lado, camino hasta llegar junto a la niña quien la miraba asombrada.

“Maylea”

Inclino un cuerpo para a la altura de la niña.

- Tu debes ser Maylea. –

- Si. – respondió.

El escaneo de pies a cabeza, era tan delgada que sus manos estaban huesudas, una piel blanca como su cabellera; su pequeño estaba tan tenso que parecía una piedra humana.

- “Rai, en ¿Qué me has metido?” –

Bueno la culpa no era toda de Rai, ella vino sin siquiera pensarlo dos veces.

- ¿Porque me desviaste de mi camino? –

Tomo una pequeña arcada de aire.

- La gente del palacio y el Marques…. están aquí. –

El rostro de Nicolette se deformo completamente lleno de disgusto.

- Ese lame traseros… - chasqueo su lengua. – Jode cada vez que le conviene, parece ser que no cambia ese tipo. –

Nicolette le dio una mirada al viejo, el asintió y de su cuerpo un pequeño artefacto salió a la luz, sostuvo el pequeño objeto hasta acercarlo a su boca y soplo dentro de el.

Ningún sonido fue escuchado.

¿Estaba descompuesto?

- ¿Qué es eso? – pregunto Maylea.

- Ya verás. – Nicolette respondió con una sonrisa ladina.

El abuelo camino hasta el carruaje, volvió con una ballesta que fue entregada a la Marquesa.

- “¿Qué planea?” –

El sonido de las tropas robo la atención, se dirigían hacia ellas.

El sonido se volvió cada vez mas cercano, de los arboles los caballeros de la Familia Brangwen salían montadas en corceles color blanco.

¿Por qué tanto alboroto?

- Disculpe su excelencia…. – Maylea llamo a Nicolette quien permanecía tranquila limpiando a la ballesta.

- Oh no te preocupes, solo salvare el trasero del Duque una vez más. –

La Marquesa le ofreció su mano, sin queja alguna la tomo, caminaron al frente de toda la caballería, en total silencio, era como salir a una caminata cualquiera para Nicolette.

- ¿Qué hará? –

- Solo mentiremos un poco. –

- ¿Un poco? –

La forma en que lo había dicho, no sonaba a que mentiría un poco.

- “Mi ejemplo a seguir” –

Sus ojos brillaban llenos de admiración; sin duda su ejemplo a seguir tenía cosas debajo de la manga y haría un movimiento antes que el Marques.

- Mira. –

Señalo a un ciervo.

Era un precioso espécimen, solo en el territorio se podían encontrar ciervos de un color único.

La ballesta de Nicolette resonó, el ciervo estaba muerto en el suelo.

Nicolette se sintió orgullosa ante su tiro, los demás caballeros siguieron su misma acción y les dispararon a otros animales del lugar.

No dijo más y la volvió a tomar de la mano, no sabía que había pasado, solo un momento después algunos de sus caballeros se habían alejado de ellas y solo pocos se quedaron a su lado.

- Qué bonita ropa cielo. –

- ¿Eh? –

Miro sus ropas que traía puesta, su rostro se ruborizó al mirarlas llenas de lodo y hierva.

Su vergüenza la hizo taparse con sus propias manos.

- Es, es, es que estaba haciendo unas cosas. – titubeó torpemente.

- Je…… Puedo verlo, ese hombre te la puso bastante difícil. –

Detuvieron sus pasos, un caballero le entrego unas prendas que parecían de niña.

- Muy bien parde mirones la vuelta, ahora. –

Acataron su orden y se dispersaron dejando solo a nosotras dos en el lugar.

- Ven, te ayudare a cambiarte. –

**

Mientras tanto, los gritos eran escuchados por toda la mansión Duvessa.

- ¡YO LO VI! – exclamo Baltasar.

Su gente llegaba a la mansión arrastrándose del dolor, no solo dañaron sus cuerpos, sino también su orgullo al ser burlados de tal manera.

- Vamos pelón, de ¿Qué hablas? –

Rai miraba burlón al tipo frente a su mansión, algunos que fueron detrás de Maylea regresaron casi orinándose en los pantalones.

- Maquina con ruedas ¡Me quieres ver la cara!........ Tienes gente con magia en tu territorio. –

- Oh cabeza de huevo de Dragon. – rechinaron sus dientes. - ¿Quieres verme enojado? –

Los adultos discutían entre golpes, a pesar de estar en silla de ruedas, Rai no daba marcha atrás y tomo el bastón cerca para tratar de golpear la pelona de Baltasar.

¡……..!

- El Duque jamás sería capaz de hacerlo. -

El momento fue interrumpido, ambos hombres desviaron su mirada encontrándose con la gran sorpresa de sus vidas.

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