La suave cabellera roja era cepillada por las criadas, el canto de las aves que provenían desde la ventana de aquella habitación llena de luz era escuchados por la mujer que estaba completamente destrozada, muchos celebraban la muerte de la bruja.
Roxana no la veía de esa forma, para ella siempre seria su preciada hermana.
- Limpie sus lágrimas Princesa Heredera. –
- No me digas de esa forma Nana, es incómodo para mí. – suspiro. – Es extraño el solo escucharlo de tu boca, querida Nana. -
- Mi dulce niña, realmente Anastasia jamás hubiera hecho lo que hizo. –
Roxana dirigió su mirada a la mujer de edad mayor, sus ojos amenazaban con soltar lágrimas.
- Realmente tú lo crees Nana. –
- Por supuesto mi niña, yo las vi crecer juntas, ella la amaba mucho y lo que hizo jamás lo hubiera provocado por cuenta propia. –
- Oh Nana. – sollozo. – Realmente la extraño, si ella me lo hubiera pedido yo, yo, yo…… -
- Entonces ella se hubiera negado. –
La mujer tomo su barbilla, limpio sus lágrimas con un pañuelo.
- Si usted le hubiera dicho que rechazaría a el Príncipe ella no hubiera aceptado. –
- Tienes razón, era muy orgullosa, pero yo realmente le dejaría el camino libre. –
Roxana cayo en brazos de su Nana quien consolaba sus lágrimas, todo lo que había pasado y ahora mismo se estaba preparando para una boda sin que nadie preguntara por su dolor, ni siquiera Sebastián que se la pasaba encerrado en su habitación, no era capaz venir a verla.
- Tranquila mi niña todo pasara. –
Su momento fue interrumpido, el anuncio detrás de la puerta, la Emperatriz Viuda se encontraba en la habitación con una postura firme.
- Deja de llorar Roxana. –
- Yo, yo lo lamento. –
La presencia de Orla, la hizo levantarse lo mas pronto posible, junto a sus criadas, inclinaron sus cabezas en su presencia.
- Gloria a su Majestad, que Liora la tenga en su gloria. –
Orla se quedó mirándola con un rostro inexpresivo, soltó un suspiro, mirarla de esa forma le causaba estrés, realmente esa niña sería capaz de gobernar.
- Roxana. –
Sin permiso alguno tomo asiento en uno de los sofás de la habitación, no tenía planeado quedarse tanto tiempo.
- Ven…. –
Estiro sus brazos invitándola a que se acercara a ella, Roxana obedientemente se dirigió a ella tomo asiento a su lado y fue recibida por caricias en su nuca.
- Mi pequeña Roxana, sé que duele. –
- Como no te imaginas abuela. –
- Ella era como mi hija. –
- Y para mí una hermana. –
Sollozo.
- A partir de ahora Roxana, deja de llorar. –
- ¿Que? –
- Roxana dentro de un mes te convertirás en la próxima Emperatriz de este país, un pueblo no se gobierna con lágrimas y una guerra no se gana mucho menos. –
Dijo Orla tomando presión en sus mejillas de Roxana que le empezaban a doler.
- Si, si majestad. –
La Emperatriz quito sus manos de sus mejillas, las sacudió en su vestido.
- De acuerdo, prepárate llego un informe, la Marquesa vendrá dentro de una semana. –
- ¿La Marquesa Nicolette vendrá? –
- Si. –
- ¿Por qué? –
- Mi hija la llamo, no se para que, pero informo que vendría a visitar el Palacio antes de volver a su territorio. –
Roxana acepto, al recibir su respuesta la Emperatriz la dejo completamente sola; a partir de ahora debía cargar con mucha más responsabilidad, no solo debía tener que cumplir con su papel de Santa también debía cumplir con su papel de Emperatriz.
- No era lo que yo quería. – susurro.
[Mansión Duvessa]
May seguía sin sentirse cómoda en el lugar, había al menos un pequeño cambio y podía sonreírles a las personas que se le acercaban con buenas intenciones, no quería aprovecharse de su hospitalidad, pero tuvo el permiso de estar dando vueltas por toda la biblioteca se había vuelto su lugar de favorito, había escuchado un rumor de su vida pasada donde todos decían que la biblioteca del Duque era mucho más variada que la del Palacio Imperial, no habían mentido.
- Realmente tienen libros de otros territorios. – dijo maravillada.
Libros que jamás pensó que tendría en sus manos ahora mismo estaban llenándola de información.
- El encanto de esta mansión es su biblioteca. – chillo emocionado.
- Me alaga señorita. –
La voz de Duque Rai, la hizo saltar de su lugar; estaba postrado en su silla mirando con tanta felicidad a una joven que al fin deambulara por estos lugares.
- Su Excelencia, saludos. –
- Oh vamos pequeña no hagas una reverencia no es necesario. –
- Como podría hacer eso, debo acatar la orden por su hospitalidad. –
- De acuerdo. –
Rai se acerco a su lado, miraba con tanta admiración a la joven que se quedaba embobada con los libros a su alrededor, sentía una satisfacción de ver alguien en la biblioteca después de tanto tiempo abandonada.
- May. –
- Si señor. –
- Ja, señor me siento viejo. – rio. – ¿Te gusta leer? –
- Me fascina. –
- Sabes pequeña, existe una biblioteca mucho mejor que la mía o la del palacio real. –
- De verdad. –
- Si. –
- ¿Donde? –
- El territorio de Brangwen. –
Territorio Brangwen, escuchar de un territorio poco visto por algunas personas provocaba que su corazón se acelerara, alguna vez soñó con estar en ese lugar, era cuidado por la Marquesa Nicolette la mujer más poderosa del imperio después del Duque.
Una mujer que logro quitarle el título a su marido, quien estaba a punto de llevarlos a la banca rota por deudas, con sus últimos ahorros compro unas minas de cobre que resultaron ser oro y diamantes. Solicito el divorcio y que le entregaran el territorio.
May admiraba a esa mujer quien portaba elegancia y belleza.
- Nunca eh escuchado de él. – mintió.
- Bueno, una vieja amiga se encarga de él. –
Si le estaba contando sobre la Marquesa Nicolette significaba una sola cosa para ella, seria enviada a territorio prohibido, un lugar donde la Familia Imperial no podía tocar a sus personas que lo habitaran, aunque la Marquesa se había ganado el favor de la Emperatriz Viuda, no era lo mismos con los Señores que apoyaban al antiguo Emperador.
Para que jamás fuera tocada por los hombres, la misma Emperatriz puso una orden sellada con magia.
Si el Duque le ofrecía ir al territorio lo aceptaría sin pensar.
- Esa amiga te puede proteger. – afirmo.
Claro que la podía proteger, los rumores de la mansión decían que la mayoría de los hechiceros corrieron a tierras Brangwen en busca de protección. La Marquesa que es una maestra de la espada posee magia en ella y no iba a dejar que inocentes pagaran por los pecados de Anastasia.
- ¿Debo ir con ella? –
- Solo si lo deseas. –
- Yo…. –
- Y si no, hare lo que sea para protegerte en mi territorio. –
May abrió los ojos sorprendida, giro su rostro encontrándose con la cálida mirada de Rai, realmente lo apreciaba con todo su corazón y en el momento que lo apuñalo su corazón se terminó por corromper.
- Le puedo un favor. –
- Por fin. – sonrió ampliamente.
- Ja, lo dice como si fuera algo bueno. –
- Eres la única que no puedo entender. –
- Ya veo……. – pauso por un momento. – Mi pedido es…. –
[Prados Mariposa]
Cabalgaba tranquilamente junto a sus tropas, Abaddon iba de vuelta a las tierras, desde que tomo el título del gran Duque debía hacerse cargo de las tropas de su padre y del Emperador o más bien el próximo Emperador que no se dignaba a salir de la habitación.
¡Brisa de aire!
Tenía un rostro neutro al ver un paisaje lleno de color, no podía decir que tenía alegría en su corazón.
- Señor. –
- Si… -
- La Emperatriz, escuche que últimamente se la pasa en la habitación de la señorita Ana…. –
- Tienes prohibido decir su nombre. –
- Oh, lo lamento mi señor no creí que la odiara. –
- No la odio…. odio que digas su nombre como si nada. –
El hombre a su lado trago fuertemente, el aura tranquila de un joven maestro que conocía hace bastante tiempo se había desvanecido como el polvo.
- Volvamos. –
Giro su caballo y galopeo lo más rápido que pudo, en la entrada era recibido por el mayordomo y las criadas de la mansión, su madre de seguro estaba con la pequeña niña de cabellera rubia y su padre lo más probable que estaba durmiendo.
- ¡Cariño! –
- Madre. –
La Duquesa caminaba con una niña a lado y otra joven de casi su misma edad, era una de las jóvenes que habían rescatado si no mal recordaba su nombre era Lucia.
- ¿Como has estado madre? –
- Bien querido, bienvenido a casa. –
Tomo su rostro y dejo un beso en su mejilla, las comisuras de sus dedos daban suaves masajes en sus mejillas tensas.
- Me alegra que dejaras el trabajo. –
- Ahhh la abuela me envió nuevamente a casa. –
- Qué bueno. –
Caminaron juntos hasta llegar al jardín, las jovencitas que estaban a su lado ahora estaban detrás de ellos siguiéndoles el paso, Abaddon las miro por un momento, ambas parecían madre eh hija no le extrañaba nada, los informes y reportes que se le hicieron a las víctimas decían que siempre los mayores eran como los padres y madres de los más pequeños.
- Donde está la otra niña y el chico. –
Abaddon recordó la presencia de los otros dos niños, sé había quedado un poco preocupado al no verlos ahí.
- Tu padre le agarro cariño al joven Damián. –
- Como tú a las señoritas. – río.
- Oh hijo son tan lindas, hace tanto que no siento la presencia infantil en este lugar, además el chico resulto ser bueno con la espada. –
- ¿Así? –
- Se la pasaba colgado de los árboles, unos caballeros lo descubrieron y lo invitaron a verlos más de cerca, el chico se veía radiante en los entrenamientos y tu padre se le paso por la cabeza hacerle un examen y lo hizo bastante bien. –
- Ya veo. – desvió su mirada al frente sin importancia.
- Y la otra niña se la pasa en la biblioteca. –
Abaddon giro nuevamente su mirada a su madre con más curiosidad causándole una risa a la Duquesa.
- Es muy difícil de leer, pensé que solo era tímida, pero…. –
Las dos noches anteriores toda la mansión se había levantado por los repentinos gritos de alguien, todos corrieron de donde provenían, Celeste yacía llorando a lado de la cama, sujetando a Maylea quien se retorcía y gritaba.
Entre el personal la sujetaban fuertemente, la Duquesa trataba de despertarla, gritaba tan desesperada y cuando dejaba de gritar caían en un mar de lágrimas hasta quedarse completamente dormida.
- Es como si algo la estuviera atormentando. –
La voz preocupante de su madre había causado la sensación de intranquilidad.
- …….. –
- No sé qué deberíamos hacer. –
- Madre no se preocupe, todo estará bien. –
Abaddon dejo un beso en la nuca de su madre, termino retirándose del lugar dirigiéndose a la biblioteca de la Mansión, la razón por la que había vuelto no solo era por que la abuela lo saco a patadas del palacio, sino que también se había quedado con la duda, Maylea era muy diferente a los niños que se habían rescatado.
- Pareciera que ya ha vivido más experiencias aterradoras en su vida. –
Camino y camino, la puerta fue abierta dejando ver una biblioteca vacía, hace tanto que no entraba a este lugar, desde que había terminado con todos los libros.
El aroma de polvo y humedad transpiraba por todos lados, debía mandar a alguien a limpiarlo, detuvo sus pasos cuando escucho del otro lado del estante de libros la voz de su padre.
- Esa amiga te puede proteger. –
- ……. –
El incomodo silencio sofocaba a Abaddon, estaba escuchando una conversación privada y Maylea no respondía.
- ¿Debo ir con ella? –
No se quedó a escuchar lo demás dejo el lugar con pasos silencios.
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Comments
~√{©£¢%}✓¶🌟💖
Irás sola o te acompañarán los otros 3 niños
2022-12-15
5
~√{©£¢%}✓¶🌟💖
Que decisión tomarás?
2022-12-15
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