Ira

El corazón me palpitaba rápidamente, aunque me sentía nerviosa abrí la puerta del estudio de mi padre. Dentro se encontraba él, su rostro estaba oculto por el libro que estaba leyendo. Cuando me miró dejó aquel libro sobre la mesa y cruzo los brazos de una manera imponente.

— Estás aquí — declaró serio.

— Sí — susurré.

Tras mi débil susurro, mi padre se levantó de su asiento y se acercó con pasos pesados hacia mi dirección. Intente decir algo más, pero, no pude hacerlo debido a la fuerte bofetada que mi padre me propinó.

Todo paso tan rápido que solo pude sentir el dolor en mi rostro cuando estuve en el suelo.

— ¡Descarada! — gritó mientras me jalaba de los cabellos.

— ¡Suélteme! — grité mientras trataba de alejarme de él.

— ¿Sabes siquiera lo que hiciste? — señaló — ¿Acaso buscas destruirnos? Te dije claramente que seas prudente — cuestionó con ira.

— Yo...

— Elizabeth Castilla, no quiero escuchar tus razones ni nada, claramente dije que podías ir a la academia y que podías seguir con tu vida tal como lo has hecho, sin embargo, debías aceptar este compromiso, sino querías pasar el resto de tu vida encerrada — declaró con sorna.

Miles de lágrimas caían de mis ojos mientras veía el verdadero rostro de mi padre, él era un monstruo.

En aquellos años perdidos en el espacio del tiempo, él solo me dio la espalda, por eso, aún cuando tenía una idea de lo que significó realmente para mi padre, aún guardaba la esperanza de ser amada por él, pero, ahora comprendo que para él no soy nada.

— Padre...

Intente hablar, pero, él me interrumpió.

— Elizabeth, eres mi hija, pero, debes entender que para los nobles el amor es un lujo, lo más importante es el poder, deberías estar agradecida de que un hijo de este reino se fije en ti, sin embargo, ahí vas tú diciéndole que no lo amas y que deseas cancelar el compromiso — negó con la cabeza mientras sonreía pero su risa no era de felicidad si no de una ira que estaba apunto de estallar.

— Te dije que no quería este compromiso, no lo quiero, no deseo casarme con su alteza...

— Esto no se trata de lo que tú quieres — declaró — Tú no te casas con él — anunció — Él lo hace con toda nuestra familia, los beneficios que obtendremos serán demasiados solo por este compromiso, pero tu quieres destruirlo, ja, él es el hijo del rey, si quiere el sol deben dárselo — prosiguió.

— ¿Entonces, el compromiso se canceló? — pregunté con expectación.

— No — declaró mi padre haciendo que las esperanzas que tenía desaparezcan como olas tras olas del lejano mar — Para tu suerte, él solo me informo lo que le habías dicho, sin embargo, desea mantener el compromiso contigo y cuando intente decirle que tu ingreso a la academia quedaría anulado, él, aun con todo lo que le habías dicho habló por ti.

Je.

Empezamos con los planes, por lo visto mis sentimientos para él son importantes, claro, es mejor tener una oveja obediente que un perro rabioso.

— No creo que espere que le agradezca — murmure con sarcasmo haciendo que mi padre me diera otra bofetada más ligera que la anterior, pero, que me dolió de igual manera porque era la persona que alguna vez considere mi héroe, la persona que alguna vez amé.

— Y sigues con esa actitud nefasta — gruñó — Elizabeth, déjame decirte que su alteza podrá perdonarte lo que sea pero yo no, no sabes la vergüenza que sentí al escucharlo decir lo que le habías dicho, así que escucha bien jovencita, porque no lo diré de nuevo, tú eres mi hija y debes acatar mis órdenes, si te digo que saltes, saltas, si te digo que grites, lo haces, no quiero escuchar a nadie más hablar de lo mal que te comportas porque eso será lo último que hagas y sabes bien que no son palabras vanas porque soy capaz de todo, si este compromiso con su alteza se rompe, tú próximo compromiso es entrar al palacio para servirle en su alcoba al rey — señaló — ¿Entendiste?

Asentí con la cabeza mientras trataba de procesar las palabras que acababa de escuchar.

¿Qué es esto? ¿Qué demonios está pasando? ¿Como puede ser tan cruel? ¿Soy su hija? ¿Cierto? ¿Por qué me debía amenazar de esa manera?

— No te escuché — preguntó mientras me tomaba de la barbilla.

— Sí, señor — respondí llorosa.

Hoy perdí de nuevo, he perdido demasiado, no sé si pueda perder más.

— Retírate a tu habitación, no tienes permitido salir hasta el día en que te marches a esa academia y espero que para entonces tu actitud cambie.

Tras sus palabras me di media vuelta y corrí de vuelta hasta mi habitación, en el camino me encontré con mi madrastra la cual intento detenerme pero no lo hice caso, no quería enfrentar otro fracaso, sin embargo, antes de llegar a mi habitación recordé que debía preguntarle algo a mi padre así que a pesar de que deseaba no verlo de nuevo, tuve que tragarme mi orgullo y regresar.

Justo cuando estaba a punto de tocar la puerta escuché el susurro de voces, aunque no era el tipo de persona que le gustará escuchar conversaciones ajenas, esta vez tuve que hacerlo debido a que escuche mi nombre.

— ...te dije que ella entendería si le hablabas con palabras duras, ella es una niña que ha sido criada de manera caprichosa y arrogante.

— Sé que tienes razón pero no me siento cómodo golpeando a mi hija.

— Debías hacerlo, o querías que el príncipe se llevará a mi hija como ofrenda para el rey, Kiara es joven y mimada no soportaría algo así, en cambio, Elizabeth está actuando por capricho, tu mismo la escuchaste decir lo mucho que deseaba casarse con su alteza Antonio y de un momento a otro cambio de opinión.

— Elizabeth es una joven impulsiva — comentó mi padre con resignación.

— Lo es, por eso debemos utilizar mano dura con ella, cariño, sabes que su alteza hablaba en serio cuando dijo todas sus amenazas, si Elizabeth no se casa con él todos nosotros seremos destruidos.

Dejé de escuchar y regresé a mi habitación con el corazón palpitante. Era como si se me fuese a salir del pecho debido a lo que había descubierto.

Porque...

He malinterpretado a mi padre.

Él no era el mejor padre.

Pero...

Alguna vez lo considere mi héroe.

Y aquel hombre que me había dado la vida a estado viviendo con una serpiente que cada día le susurraba al oído palabras envolventes que lo destruían.

Él era tan similar a mí...

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