Mi demonio personal

¿Desde cuándo tienes a Tazz…? – Gazz se recostó a su lado y la atrajo hacia su cuerpo para abrazarla

Hablar de Tazz era para Laura tan difícil como hablar de sí misma, amaba a Tazz, pero era la única testigo de todo el dolor y el horror que le tocó vivir durante años.

Nunca había hablado de eso con nadie más que con su abuelo, nunca había permitido que nadie hurgara en su vida pasada, porque había sido muy doloroso poder escapar de la oscuridad y aun se encontraba en el silencio ensordecedor.

Dolía. Dolía recordar, dolía darse cuenta de la soledad, dolía darse cuenta de su discapacidad, dolía reconocer que sería difícil que él continuara abrazándola como lo hacía después de que ella le contara y él tuviera conciencia de que ella no era una mujer increíble, ni siquiera era una mujer completa para poder aspirar a él.

Gazz esperó con un nudo en su estómago, a que ella se decidiera a hablar, no quería presionarla, pero necesitaba saber cómo había sido su vida y la forma más sencilla de hacerlo era preguntándole por Tazz. Comenzó a acariciarle suavemente la cabeza que se apoyaba en su hombro, podía reconocer ese aroma tan particular de las fresias y las lilas, era un aroma que coincidía con la personalidad de Laura, era dulce, un poco aniñada, pero valiente y audaz a la vez.

Si, sabía que era un cobarde por no tocar el tema de la discapacidad directamente, pero aún no estaba preparado para enfrentarlo y de otra manera, tal vez solo conseguiría que ella se encerrara en su fortaleza imaginaria.

Primero sintió un leve temblor y luego poco a poco fue sintiendo como se relajaba con sus caricias, le encantaba como Laura reaccionaba a sus caricias. No podía recordar ningún otro momento tan placentero con una mujer. Habian pasado muchas mujeres por su vida, pero eran solo encuentros sexuales y ellas lo sabían, nunca sintió que podía llegar a algo más con ninguna de ellas, pero nunca les había mentido.

Esta vez era lo inverso, recién la conocía y quería absolutamente todo con ella, cuando estaba solo, la extrañaba, cuando estaban juntos no podía dejar de mirarla o tocarla, por momentos sonreía y se preguntaba ¿quién es realmente el sumiso de quién?

Tazz se recostó en el muslo de Laura, del lado opuesto a donde estaba Gazz, casi no se movía, pero en ningún momento cerró sus ojos, simplemente los entornaba para no perder de vista a su ama.

Los latidos del corazón de Laura lentamente se fueron tranquilizando y dejo de hiperventilar como lo había estado haciendo desde que la pregunta de Gazz había quedado flotando entre ellos.

Recostada en su hombro, podía sentir la mejilla de Gazz apoyada contra su cabeza, sentía su respiración levemente cálida sobre su rostro.

La tentación de luchar por sus secretos temores y la tentación a sucumbir a confiar en él, estaban en pugna en su cerebro. Gazz comenzó a acariciar con la mano del brazo en el que estaba recostada, suavemente su antebrazo, sus dedos ascendían y descendían sobre su piel en una efímera caricia, tan suave que podía confundirse con la brisa marina, tan vivida que podía tratarse de electricidad, tan dulce que la terminaron por convencer que ese hombre le estaba diciendo a gritos que quería que confiara en él.

Laura se giró hacia él, de modo de poder verlo mientras hablaba, apoyó su mano y antebrazo en el pecho de Gazz y comenzó nerviosamente a hacer círculos incoherentes con los dedos.

Gazz aprovechó y ajustó el abrazo en torno a su espalda de modo que prácticamente todo su costado quedo en contacto con el cuerpo de Laura y la sensación que eso le producía, era infinitamente mayor a cualquier mera atracción sexual que hubiera experimentado antes. Quería conocerla, nuevamente quería someterla completamente, pero su necesidad no era física, quería avasallar su mente, quería adueñarse completamente de su interior.

Aún cavilaba en esos pensamientos cuando Laura inspiró profundamente y comenzó a hablar.

- Me la trajo mi abuelo Esteban, estaba recién nacida, era una cachorra de un mes – pareció titubear por un momento – en aquel entonces yo era ciega también y era muy difícil comunicarse conmigo… llevaba más de un año en esa condición y cuando alguien me tocaba… recién podía saber si había alguien en la habitación, a veces por los perfumes podía reconocer quien era, especialmente mi abuelo, quien era el que todos los días me visitaba y quien se quedaba mucho más tiempo que los demás.

Gazz cerro fuertemente los ojos, le impresionaba lo que estaba escuchando, podía imaginar lo sola que se había sentido y era tan solo una chiquilla en ese entonces. Tomó la mano que descansaba en su pecho y se la llevó a los labios, los apretó fuertemente contra su boca y luego los sostuvo delicadamente contra su mejilla.

Laura casi no pudo volver a concentrarse, su corazón se disparó nuevamente en forma enloquecida y su mente se negó rotundamente a hilvanar otra idea que tuviera que ver con lo que había hablado antes. Ni siquiera recordaba lo que le había dicho. Gazz aún tenía los ojos cerrados y eso le hizo recordar su ceguera.

Si, por fin se había acordado de lo que estaba hablando

- La primera vez que la sentí, fue cuando salto al sillón donde estaba sentada una tarde, solo sentí sus bigotes y su aliento húmedo y cálido en mi brazo y en ese momento me asusté, incluso hasta mi mente se imaginó, y no te rías de esto – aclaro incorporándose levemente – que era un demonio… - Gazz sonrió levemente, pero apretó más fuertemente los dedos de Laura contra su cara – en esos segundos de terror, sentí el perfume de mi abuelo y sentí la textura del pelaje de Tazz y su nariz fría… su lengua caliente cuando me estampó una lamida en el brazo y mi mente relacionó que era un perro. Mi abuelo usaba unos imanes de letras para escribir palabras sobre una pizarra de metal, así yo al tocarlas podía reconocerla y dentro de todo poder conversar, me escribió “hembra” para que supiese el sexo y entonces le dije que se llamaría “Tazz”, por el dibujito del demonio de Tasmania… ella era mi demonio personal.

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