Un nuevo Gazz

Ismael acaricio levemente la cabeza de su nieto, le dolía verlo tan acongojado.

Ojala la historia hubiera sido diferente para Leandro, ojala hubiera tenido a su madre y a su padre para convertirse en un hombre sin complejos ni traumas.

Ningún adolescente debería cargar con hechos tan violentos como el suicidio, la desesperanza en la que se sumergió, era imposible de contrarrestar para todos los que se quedaron a su lado, pero además el mismo hecho no solo era violento físicamente, sino también representaba el mayor abandono para un hijo.

Ya habían pasado años y su nieto aún seguía sufriendo por lo mismo, era hora de hacer algo para ayudarlo a avanzar, aún en contra de su voluntad.

- Si me permites darte un consejo… - Gazz asintió levemente – acepta el regalo de tu madre, te vendrá justo para completar mi regalo.

- ¿Tu regalo?

Ismael saco un papel doblado de su bolsillo. Era una dirección

- Es una casa playera – Ismael sonreía - pensé que te gustaría pasar una temporada en otro lugar… ya sabes cambiar de aires por un tiempo… pasarlo con tus amigos… llevar una chica… no se… lo que quieras… - Gazz comenzó a negar con la cabeza – no hay excusa y no acepto que rechaces mi regalo… te lo alquile por 6 meses, es un lugar privilegiado, unas playas fantásticas…, vida nocturna…, bonita ciudad y bonitas mujeres por si vas solo.

- Pero abuelo…

- Pon en claro tus ideas Leandro – sentencio con voz firme – no podrás asumir la cabeza de la empresa si no estás en orden contigo mismo… - contempló a su nieto cabizbajo - aprovecha este tiempo y trata de enterrar todo el dolor… trata de ser feliz.

- ¿Y de dónde sacaste la idea de este lugar…? – pregunto Gazz de mejor ánimo, sacudiendo el papel en su mano

- No lo creerás… pero me lo recomendó un amigo mío – dijo riéndose

- No me lo puedo llegar a imaginar… - también se reía - ¿voy a tener que quedarme los seis meses para seguir siendo tu nieto…?

- Hagamos un trato… - dijo pasándole la mano para sellarlo – un mes… te obligo a quedarte un mes… luego ya va a ser decisión tuya quedarte hasta el final…

- ¿Tan seguro estas que voy a querer quedarme…? – dijo dudando - ¿o hay algo más que no me estás diciendo…?

- Por mi parte no hay nada más… - aún sostenía en el aire la mano

Gazz estrechó la mano de su abuelo y no pudo dejar de sentir que su vida estaría a punto de cambiar drásticamente.

Sonrió… el brillo de los ojos de su abuelo le daba a entender que estaba tramando algo, pero fuera lo que fuera, no tendría jamás el corazón de decirle que no a Ismael, aunque le hubiera exigido que se quedase los seis meses, lo hubiera hecho por él.

Tardo menos de una semana en organizarse para el viaje, su abuelo se haría cargo de los restaurantes, retiro el auto, coloco un tráiler para su moto, una chopera que el mismo había modificado y para su tabla de surf.

Si era cierto que la playa era fantástica, podría disfrutar de un pasatiempo que hacía mucho que no disfrutaba

Sus amigos acordaron de reunirse en su casa. Llegaron al mediodía y apenas pudieron acomodar todos sus bártulos en lo que quedaba de lugar.

Fabián, era el más desenfrenado, no había límites para él, rubio de ojos marrones, delgado y con un porte desgarbado por su altura, siempre buscaba nuevos desafíos y nuevas aventuras…

Diego, era el Casanova, se pasaba el día buscando mujeres a quienes conquistar, cuanto más difícil fuera la situación más mérito estaba dispuesto a dedicar, con unos cabellos broncíneos y unos ojos verdes que solían tener la extraña facilidad de humedecerse sin estar emocionado, su máxima expectativa era el placer.

Y Pablo, con unos cabellos castaños y ojos celestes, era el organizador de eventos perfectos, no sabían cómo lo hacía, pero en parte era ese don de tratar a la gente lo que le facilitaba tanto las cosas.

Cuando salían los cuatro, Gazz no podía dejar de sentir que era el patito feo del grupo, aunque en realidad era todo lo contrario.

Su belleza era tal, que sumado a su aire reservado, lo hacía el centro de las miradas en cualquiera de los lugares donde se encontraba.

Sus ojos negros, tenían la profundidad de la mirada de quien ha sufrido, sus largas pestañas eran el marco perfecto para delinear una mirada que siempre era cálida, excepto cuando miraba a su padre, momento en que sus ojos negros se volvían de piedra.

El cabello negro levemente ondulado y semilargo, le caía sobre la frente y le brindaba un aire aniñado, solía soplarse esos mechones, cuando estaba distraído, era un gesto que si bien su abuelo se lo había indicado, nunca se percataba de hacerlo.

La barba era muy tupida y oscurecía su piel, a pesar de que metódicamente se afeitaba todos los días, consideraba que tal vez eso era lo único que había copiado de su padre, no recordaba haberlo visto con la barba crecida nunca en su vida.

Siempre había envidiado, en el sentido bueno de la situación, las características de sus amigos, quería ser atrevido como Fabián, seductor como Diego y practico como Pablo, pero en definitiva… el solo era Gazz.

Los años de dolor y abandono habían dejado sus huellas: la inseguridad de Gazz era tal que hasta parecía algo irrisorio que no se condecía con la fuerza que su cuerpo y su mirada emanaban.

La campera de cuero para la moto y los lentes oscuros le quedaban perfectos, una imagen de rebelde que se proyectaba aún sin buscarlo y sin ser consciente del efecto que ejercía.

Tenía razón su abuelo, era hora de enterrar el pasado y poner en orden su cabeza, no podía seguir escudándose tras viejos rencores, ni en las fantasías que había abrigado en su corazón, fantasías en las que nada de lo malo había ocurrido.

Mientras conducía hacia la playa y la música sonaba estridente en los parlantes, se prometió que desde ese día habría un nuevo Gazz, un Gazz que se atreviera a ser más como siempre había querido ser.

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