Aimee Laura Poberan, estaba llevando los registros contables del restaurante donde trabajaba, encerrada en la oficina del gerente, cuando Tazz, su antigua perra guía, levanto la cabeza y miro hacia la puerta.
Su abuelo la llamaba cariñosamente Llura, por su segundo nombre, Laura y si bien los demás integrantes de la familia la llamaban Aimee, ella muchas veces prefería darse a conocer como Laura o Llura simplemente.
Estaba a punto de cumplir los 25 años, desde que había cumplido los 21 se había ido a vivir a ese pueblo costero.
Laura venia de una serie de cambios abruptos en su vida. Había sufrido un accidente cuando tenía 12 años y había pasado muchos años en rehabilitación. No recordaba absolutamente nada de su pasado. El primer atisbo de memoria se remontaba a cuando había despertado en la clínica donde la internaron por más de un año hasta que se despertó y en realidad no sabía si estaba despierta porque solo veía sombras y eventualmente algunas chispas en la oscuridad, como si fueran reflejos sobre una superficie oscura.
Tampoco podía escuchar y eso dificultaba aún más la situación. Aparentemente no había daño cerebral y a pesar de todos los tratamientos que le instauraron en aquel momento, Laura no podía ni ver ni escuchar, lo que lógicamente derivo en que también terminara por no hablar.
Su abuelo le había traído 2 años despues a Tazz, una labrador de pelo color miel, estaba entrenada para perro guía, si bien no podría alertar a Laura con su ladrido, podría ayudarla a trasladarse e incluso hacerle compañía.
La relación de Laura con Tazz era tan fluida que prácticamente en el transcurso de 5 años, ambas se manejaban con soltura.
Tenía casi 18 años cuando había comenzado a ver luces y sombras con mayor resolución y desde ese momento había ido recuperando la visión paulatinamente, sin embargo continuo con la compañía de Tazz, ya que la alertaba de los sonidos que ella no podía oír.
Cuando fue mayor de edad, busco trabajo por sí misma, no obstante siempre había sospechado que su padre había tenido algo que ver, ya que primero habían sido reacios a aceptarla y a las pocas horas la contactaron para decirle que si podía contar con el trabajo, había comenzado lavando platos en la cocina, sin embargo su buena predisposición y su capacidad innata para los números le habían hecho cambiar de parecer al dueño y ahora se dedicaba a llevar la administración.
Su padre le había abierto una cuenta para sus gastos, en los primeros tiempos los utilizaba más de lo intencionado, sin embargo, sus escasos gastos y el buen sueldo que en los últimos meses tenia, le habían permitido mantenerse sin tener que recurrir a su padre. Eso era todo un logro para ella, sabía que era insignificante para su padre, pero siempre había sentido que el trato con él había cambiado desde el accidente, aunque no lo recordara de antes, suponía que una relación fría y distante no podía haber sido la relación que mantenían en el pasado.
Tazz habitualmente se tumbaba a su lado y permanecía allí muy quieta como todos los perros guías, sin embargo esta vez había algo o alguien que había hecho que cambiara su entrenada postura. Laura se levantó lentamente y se acercó a la puerta, primero no atisbo nada en particular, luego se percató que había un revuelo en el restaurante, aparentemente alguien se había llevado por delante a unos de los mozos y había platos tirados por todos lados, seguramente eso había sido lo que le había llamado la atención a Tazz.
Sonrió y mirando a Tazz dijo
- No fue nada Tazz… simplemente un accidente
Tazz ya se había sentado a su izquierdo, como esperando alguna indicación, hacía años que Tazz no llevaba el arnés de perro guía, sin embargo la conducta del animal era exactamente como si estuviera amarrada a su dueña, no se separaba de ella más allá del largo del brazo de Laura.
Cuando estaba a punto de volver a su trabajo, vislumbro una imagen sobre una de las paredes vidriadas del bar del restaurante, la visión la hizo parpadear nerviosamente mientras los latidos de su corazón se aceleraban injustificadamente.
Tazz coloco su hocico en la mano de Laura y gimió
- Todo bien Tazz… - dijo para tranquilizarla – solo estoy mirando…
Laura volvió a prestar atención al espejo del bar, la imagen del hombre aún estaba ahí, no era nadie del lugar, así que debía ser un turista.
En pocos segundos Laura recorrió cada facción del rostro de Leandro y se percató como soplaba divertido los mechones de su frente.
A juzgar por cómo sobresalía en la barra del bar debía medir 1,90 metros, aparentemente no era musculoso, pero estaba bien formado, como un buen nadador, llevaba una camisa manga corta clara, no podía distinguir si era crema o amarillenta, no obstante si distinguió una mata de vellos en su pecho, así como su mano cuadrada que llevaba una pulsera dorada ajustada a su muñeca.
Mientras mantenía nuevamente la mirada en el pecho que dejaba al descubierto la camisa, sonrió y dijo más para sí misma
- Tazz… ese sí que es un hombre digno de mirar
Su propio comentario la hizo sonrojar, no solía prestar atención a desconocidos, pero había algo magnético de ese hombre que la atraía, no solían gustarle los morenos en general, pero este hombre era perfecto.
Si bien era muy reservada en la vida social, tenía amigos y había tenido en su oportunidad algunos pretendientes, pero la imposibilidad de escuchar era una barrera que muchos jóvenes no incluían en lo que buscaban en sus parejas, pero eso no la incomodaba, o por lo menos nunca fue algo que le preocupara hasta ahora, hasta el momento en que lo vio.
Cuando levanto la mirada hacia el rostro, vio la encantadora sonrisa que le estaba brindando a quien estaba hablando con él y ya no pudo pensar más.
No supo cuantos segundos se quedó ahí, perdida en la forma de esa sonrisa, en la manera en que movía sus manos para dar énfasis a sus palabras, en la forma cómica de soplarse esos mechones que caían sobe su frente.
Solo se percató que la estaba mirando cuando vio moverse sus labios y reconoció lo que estaba preguntando.
El hecho de saber leer los labios era algo que en este momento hubiera querido no saber, para no sentir que una simple palabra la menospreciaba más de lo que hubiera imaginado.
Se apresuró a entrar y cerrar la puerta.
Nunca se había sentido tan desnuda.
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Comments
Graciela Peralta
que bueno que lo conozcas
2023-09-08
5
lukiy23 kuna
Excelente principio del segundo capítulo viva el amor y viva los perros guías
2022-10-08
3