Cómplices

Por fin daría por culminado esta tortura, sonreí mientras mi mente hacia muchos planes alternativos. Estaba tan distraída y feliz que mi cerebro ignoro por completo los gemidos de las estúpidas y mujeres.

Luego de un buen rato, Abed entró con mi desayuno y abrieron mi reja para que me aseará. Entre al baño rápidamente, pero no me percate de que Aiden se hallaba sumergido en la bañera.

—Lo siento, vuelvo luego —me disculpe.

—¡Ey! Puedes usar el baño también — propuso.

—No se preocupe yo espero —contradije.

—Es una orden Bestia —dijo mirándome con cara de pocos amigos.

—De... De acuerdo — tartamudeé dirigiéndome hacia el lavabo.

¡Malnacido! Gracias al cielo hoy escaparé de tus garras, no volveremos a vernos jamás ¡Eso te lo aseguro!

Cepille mis dientes lo más rápido que pude, y lavé mi cara. Antes de que este se saliera y ver su desnudez; sin embargo, al girarme me lleve la sorpresa de tener su rostro cerca del mío.

Su cabello largo dejaba caer gotas sobre su piel, y varias de ellas se iban rodando hasta perderse de mi vista. ¡No mires abajo! ¡No mires abajo! Eran las palabras que mi conciencia repetía. ¿Ahora que iba a pasar? ¿Qué pretendía hacer conmigo?

Mi respiración se aceleró un poco, su mano fría palpo mi clavícula con el roce de sus dedos. Luego tomó parte de mi cabello y lo puso tras mis hombros para a continuación clavar un beso cálido sobre mi cuello.

Me inmovilicé, mientras él besaba cada centímetro de mi piel. Subió sus labios hasta mi boca y comenzó a juguetear. Al principio un beso lento, luego fue un beso que subió de intensidad. Su cuerpo desnudo se pegó un poco con el mío, una mano dio en mi cintura y la otra en la parte de atrás de mi cabeza. Como no vio reacción de mi parte se alejó, e inmediatamente baje la cabeza para no verlo.

Este salió dando un portazo ¿Qué esperaba? ¿Qué le correspondiera? ¿Qué fuera una sumisa como sus demás mujeres? ¡Pues no! ¡Conmigo se equivocó!

Las horas pasaron, regresando la noche oscura, la tensión y nervios creció en mí. Quería ya irme, dejar este lugar de una vez por todas. Aiden tenía rato que se había marchado, por lo tanto, este iba a ser el momento justo para mi gran escape y no me equivoque.

Alguien entró en el cuarto, cuando lo distinguió bien supe que era Kabral.

—¿Lista? —dijo abriéndome la rejilla con una ganzúa.

—Si, lo estoy —dije en tono de emoción.

No más me abrió, le seguí el paso. Este me llevó por el pasillo, en este había varios hombres que nos custodiaron hasta llegar a la puerta principal.

En ese momento Abed salió a nuestro encuentro venía sollozando y suplicando.

—¿Qué está pasando? Por favor no se la lleven, ella es la felicidad de mi amo —recalcó.

—¡Su felicidad! Tu amo es cruel y abusivo, déjanos pasar Abed —ordené.

Pero esta no se movió ni por un segundo, entonces uno de los hombres le dio con la cacha de su arma y está cayó al suelo desmayada.

—Lo siento Abed, no es personal —dije pasándole, por un lado,

—¿En dónde está Aiden? —pregunté rápidamente.

—Fuera, se reunió con la mitad de sus hombres —informó.

Un punto más para mi tranquilidad. Tocando el camino hacia la entrada, ellos le dispararon a varios que estaban allí y a otros que venían por el jardín. Ya con las grandes rejas abiertas salimos al exterior y me subí a una camioneta grande y arrancamos rumbo hacia mi libertad.

—Ahora puede relajarse señorita —sugirió Kabral— La llevaremos a un lugar seguro.

Afirme respirando profundo y me deje caer sobre el asiento.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—La llevaremos a una base secreta, allí hay más sobrevivientes. Tendrá todas las comodidades —dijo riendo.

¿Y esa risa tan repentina? De pronto el auto se detuvo, y este pregunto por qué había parado.

—Tenemos un problema —dijo el conductor bajando la ventanilla que nos daba acceso a él.

—¿Cuál? —cuestionó Kabral mirando hacia adelante.

Aiden se encontraba en medio de la carretera, se le veía furioso pues sus ojos brillaban en medio de la oscuridad. El conductor comenzó a ir en reversa, pero las ruedas se quedaron pegadas en el pavimento.

El peliblanco con sus telequinesis hizo levantar el capo y destruir el motor. Pará nuestra pequeña suerte muchos autos aparecieron y todos iban en contra su persona, no obstante él los destrozaba al estar muy cerca.

Kabral abrió la puerta y comenzamos a correr hacia el bosque junto al conductor mientras Aiden seguía distraído. Tenía miedo, sabía lo que él era capaz de hacernos si nos pescaba.

La luna alumbraba un poco, ahora ella era nuestra única fuente de luz. Tomamos varios senderos sin detenernos, sentía un leve dolor en los pies, pero aun así no me detuve, quería llegar a mi destino.

Entonces nos detuvimos, al ver la silueta del peli blanco frente a nosotros. Este cargaba un traje completamente negro que hacía sobresaltar su cabello, al conductor lo hizo levitar y lo lanzó haciéndolo desaparecer en cuanto a Krabal lo tomó del cuello despegando sus pies del piso.

—No ¡Por favor Aiden! No le hagas daño —supliqué— Fue mi culpa.

—¡Cállate Bestia! —protesto— Luego me encargaré de ti.

Sentí el dolor que el collar me producía, era tan fuerte que me hizo desmayarme del dolor.

Unos gritos me despertaron, estaba de nuevo en la jaula y ya era de día. La jaula se encontraba abierta al igual que la puerta de la habitación.

Los gritos no cesaban, así que me atreví a salir. Los hombres de Aiden no hacían nada al verme fuera sino que me permitían el paso, en pocos minutos estuve fuera en donde provenía tales alaridos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando vi que habían colgado a los hombres que me habían ayudado. Aiden cuando se dio cuenta de mi presencia me atrajo hacia él.

—Así que intentaste escapar —

—Si —confesé mirándolo a los ojos— Escapaba de ti, y de tus torturas ¡Te odio! Espero que algún día te hagan lo mismo que le hiciste a estos pobres hombres.

—Pobres —dijo esté sarcástico— Ellos no pretendían ayudarte ¡Estúpida!

Me acercó a los cadáveres y levantó la manga de uno de ellos, luego lo hizo con los demás. Todos tenían tatuado un trébol de color rojo.

—Es la marca del ejército de Dos —explico— Ibas a ser trasladada con él.

—No, es mentira —dije aun sin creerle.

Este me miró enojado y me llevó a un sitio apartado donde torturaba a Krabal.

—Dile, lo que me confesaste —exigió Aiden.

—No… Nosotros pretendíamos llevarla con el Varón rojo —aclaró— Él la quiere y está desesperado por tenerla.

—Me mentiste —lloré, observando su trébol tatuado— arriesgue todo para nada.

Este no hablo más, solo bajo la cabeza. ¿Qué iba a pasar conmigo? Aiden ardía todavía de enojo, ordenó a sus hombres que nadie lo molestara, ni que entrará a su aposento pues estaría ocupado.

Inmediatamente que entramos, sentí una bofetada en mi mejilla que me hizo caer sobre la cama. Se subió sobre mí y comenzó a romper mi ropa.

—No, yo no... —

Pero él no me dejo hablar puso una mano en mi boca.

—Esa treta conmigo ya no va a funcionar —recalco— Se muy bien que no estas en tus días. ¡Serás mía ahora!

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Comments

Misdalia Canchila Ortega

Misdalia Canchila Ortega

La verdad es que todo sí estaba como raro

2023-12-18

4

Jesus Castro Montero

Jesus Castro Montero

Bueno Charlotte no deviste despertar a la bestua ahora pagaras caro tu osadia te lo advirtio Abed y no le hicistes caso

2023-11-30

1

Kaam Núñez

Kaam Núñez

Cuáles torturas si no te ha tocado ni un pelo, pendeja... Ahora sí te va a dar hasta en la cédula/Panic//Panic//Panic//Panic//Panic//Panic/

2023-11-29

3

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