Sugerencias

¿Suya? Esta misma noche dejaría de ser virgen para siempre. Sentí un gran nudo en la garganta, quería llorar y gritar que me ayudaran; sin embargo, sería una pérdida porque nadie iba a venir a socorrerme.

Salí de la bañera y fui directo a la bolsa de ropa en la cual seleccione un vestido negro con encajes ¡Perfecto para mi luto! Luego de vestirme, me adentre en lo más profundo de la jaula, mientras Abed junto a varias sirvientas realizaban la limpieza del desastre que su amo había dejado.

En el silencio de tan primitiva cárcel lloré desconsoladamente, únicamente quería desaparecer para que Aiden no me tomará hoy. De tan solo imaginarme la manera en que gozaría de mi desdichado cuerpo, me producía repulsión.

Las sirvientas dejaron todo a como era antes, sustituyeron la antigua alfombra marrón por una vinotinto, hasta se tomaron la molestia de cambiar el papel tapiz manchado de sangre por otro nuevo. Y todo para complacer a su ¡Estúpido Señor!

—Disculpa —dijo Abed— Puedes salir de la jaula por favor.

¡Ahora que! Porque tenía que interrumpir mis horas de agonía ¿Es que acaso no podía lamentarme tranquila?

Salí y esta me tomo de las manos, para mostrarme una sonrisa de oreja a oreja.

—Necesito darte unas recomendaciones —dijo esta después de que sus compañeras salieran —Hoy es el día, y quiero darte algunos consejos para que no se te complique las cosas con mi señor.

¿Es en serio? Pensé que diría ¡Oh! ¡Te ayudaré a escapar! Creo que pedí de más.

—No es necesario —comenté.

—Si, lo es —apresuró a decir— Al complacer a mi señor, tus días aquí no serán tan problemáticos, dale lo que él pide y tu vida será más sencilla.

¡Vaya! ¡Qué gran consejo! La miré con atención, quería saber cuáles eran las idioteces que iba a decirme.

—Bien, hoy no estarás en la jaula. Lo esperarás sentada en la cama —explico— Debes mirarlo a los ojos cuando llegue.

—No puedo, me encerrará en el espacio —

—No, únicamente hace eso cuando se encuentra enojado —comento— De resto su iris cierra el universo y su ojo vuelve a la normalidad.

¡Ok! ¡Al menos un dato interesante!

—Debes dejar que él te desnude, de lo contrario, arrancará tu ropa sin contemplación —dijo con rapidez— Otra cosa, no lo toques, no le gusta que lo toquen. Él toca más tú no, ni siquiera un poco.

¡Cómo si quisiera hacerlo! Definitivamente Abed estaba trastornada.

—Cuando comience el acto, no te muestres débil, míralo y hazle entender que estás dispuesta a que te haga suya —recomendó— Y al momento en que te desvirgue, no lo rasguñes ni nada por el estilo. Si te pide una posición obedece, si te pide que lo complazcas de alguna forma ¡Hazlo! Pero jamás digas que no.

—¿Y qué pasa si digo que no? —pregunté curiosa.

—Será muy brusco contigo, no le importará si sufres. Te hará suya a la fuerza y con salvajismo —

Trague grueso, todos sus consejos me parecieron del asco. Injusto ¡Por supuesto que si! Todo para complacer a un imbécil asesino y sin tener derecho de protestar de que era lo peor.

—De acuerdo—conteste de mala manera.

Esta me guio hacia la peinadora junto a la cama y dio mis últimos retoques. Un labial rojo para mis labios, un poco de color para mis mejillas, unos aretes que hacían juego con el vestido y un adorno en forma de mariposa para mi larga cabellera.

¡Lista para mi funeral! Charlotte Jensen dejaría de ser virgen hoy, y por eso debía lucir lo más encantadora posible para un hombre que no se lo merecía. Después de trabajar con mi largo cabello Abed me dejó sola.

¡Y si de alguna forma intentaba defenderme! Busque en todo el cuarto algo que me sirviera para herirlo, sabía que no era un ser de este mundo; sin embargo, debía de tener alguna debilidad. Quizás si lo hería en la yugular podría lograr que se desangrara.

Encontré unas peinetas para sujetar el cabello, tenían varias puntas que podían servir para llevar a cabo mi cometido, así que remplace las que tenía por esas para no levantar sospechas.

Fui directo a la cama e hice lo que Abed me sugirió, me senté de forma natural mostrando la elegancia que me proporcionaba el vestido. ¡Ahora lo único que faltaba era esperar!

Las horas pasaron, la sirvienta vino con comida, que rechace al instante. ¿A quién le provoca comer sabiendo que va a ser violado? Me hallaba muy nerviosa para hacerlo, así que dejo la comida sobre la mesa y volvió a retirarse.

Y las horas volvieron a pasar. La oscuridad se hizo presente tras la ventana, me deje caer de espaldas sobre la cama, esa postura elegante comenzaba a doler. Mire hacia el techo y pensé los chicos, esperaba que hubiesen corrido con más suerte que yo.

Suspiré al mismo tiempo que la puerta se abrió de golpe, y por fin el peli blanco hizo presencia. Me senté de inmediato y lo miré como Abed me explico, no obstante este tenía la mirada perdida hacia otro lugar, como si tratara de buscar alguna respuesta de la nada.

Luego cambio su atención hacia mí y un manojo de nervios se posó en mi estómago, mi respiración se agitó como si estuviese corriendo en un maratón. No baje mi vista, me enfoque en su cara de hermosos rasgos, detalle cada uno de sus componentes; su cabello largo tapando su ojo derecho, sus labios de color rosa, su fina nariz, el débil parpadeo de su mirada. Se notaba cansado ¡Esperaba con ansias de que lo estuviera!

Se acercó y puso su mano sobre mi barbilla dejando una caricia en la misma. Mi piel se erizó cuando bajó sus dedos por mi cuello hasta llegar a mi escote.

—Levántate —dijo con voz tenue.

Lo hice y quedamos frente al otro. Acomodo mi cabello detrás de los hombros y sus caricias se alargaron hasta detrás de mí, espalda.

Giro y se dejó caer en la cama poniendo sus brazos como soporte para su cuerpo.

—Quítate la ropa Bestia —ordenó.

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