Amenaza

El universo me envolvió congelándome, luego llegó la sensación de asfixia ante el oscuro vacío de la nada.

Apreté los ojos con fuerza con la esperanza de no volver a esa oscuridad. Los labios de aquel misterioso hombre rozaron mi oreja para luego soltar lo que parecía ser una advertencia.

—¡Si te digo que me mires lo haces! Pará la próxima que me ignores te encerraré en mis ojos y estarás vagando por el universo oscuro y frío. ¿A quedado claro? —

Afirme levemente.

—¿¡A quedado claro Bestia!? —gritó.

El miedo se hizo más fuerte y conteste rápidamente.

—Si, me ha quedado claro —

De inmediato su respiración se alejó. Al abrir los ojos ya no estaba en la jaula, en su lugar se encontraba la bandeja de comida.

Mire fuera y lo vi sentado en el piso cerca de la cama, aun con la vista en mí, acechando cada uno de mis movimientos. Quería que se fuera, que se acabará de una vez por todas este ambiente tan tenso. Pero por alguna razón seguía ahí plantado.

Observe la bandeja de seguro quería que comiera. La ventaja del miedo es que apagaba un poco el hambre, la desventaja es que si no comía me obligaría hacerlo, tal vez de una manera muy ortodoxa aplicando algún método de tortura. Por los momentos tomaría el lado más sencillo.

Me acerque a la bandeja y agarre un muslo de pollo. Al dar el primer mordisco mi estómago despertó, rugió furioso y con fuerza pidiendo más de eso.

El apetito se volvió voraz y comencé a comer más rápido casi sin masticar, con las dos manos agarraba y cuando vaciaba una, engullía el contenido de la otra.

Este rodeó sus ojos y por fin se levantó saliendo del cuarto. Respire profundamente soltando lo que me había aguantado.

Terminé de comer y me arrecoste un poco, mi estómago estaba lleno; sin embargo, me sentía agobiada por complacer a ese sujeto ¿Qué cosa era él? ¿De dónde venía? ¿Por qué sus ojos eran así? Quizás estos invasores provenían de otro mundo y nos superaban en todos los aspectos, nuestras esperanzas de sobrevivir parecían una en un millón.

Con ese pensamiento tan traumático me quedé dormida, navegando en un sin fin de pesadillas relacionadas con el desértico universo y lo peor es que me encontraba consciente, pero no podía escapar.

Por suerte un ruido de golpeteo me despertó. El cuarto se hallaba semi oscuro y con las cortinas bajadas ¿Cuánto habré dormido?

De pronto escuché quejidos, una chica se estaba quejando dentro de la habitación; sin embargo, pronto caí en cuenta que no se trataba de quejidos de dolor sino de gemidos placenteros.

Dirigí mi vista al lugar del sonido y pude distinguir dos siluetas. La chica tenía las piernas enrolladas en el pelo blanco mientras la embestía contra la pared.

Estaban teniendo sexo, como si yo no estuviera allí. A los dos minutos la puerta se abrió haciendo presencia otra mujer la cual él tomó del cabello e hizo que se uniera a su acto.

Sentí repulsión y quite la vista. Traté de nuevo de conciliar el sueño, pero con sus gemidos golpeteos sexuales se me hacía imposible, aparte de que tomaron la cama como lugar para su acción, causando que la bulla fuese más insoportable.

La parte positiva de toda esta cochinada era que de seguro él quedaría complacido, por lo tanto, me salvaría esta vez de que me abusara.

Agarre una de las almohadas y me la puse sobre la cabeza, tapando el conducto aditivo. Enseguida el ruido incómodo se volvió tenue ¡Problema Solucionado! No obstante los pensamientos de preocupación rondaban por mi cien ¿Qué pasaría si enloquece u me quiere unir a su orgía? ¿Así como se lo hace a esas chicas me lo hará a mí? ¿O sería más violento?

Me obligué a no pensar más, a no torturarme mentalmente. Cambié esos malos pensamientos por recuerdos, como cuando tomé la mano de Luther sobre el tejado mientras observábamos la lluvia de estrellas o los juegos de Monopoly por la tarde, con las quejas de Vanessa por perder siempre sus prioridades. Enseguida mis párpados se empaparon en lágrimas, deseaba con todas las fuerzas de mi alma que los dos estuvieran bien.

Al instante el sueño me domino y me perdí en él.

La típica alarma que daba inicio a un nuevo día fue reemplazada por una voz gruesa e imponente.

—¡Despierta! —

Abrí los ojos de a golpe con el corazón latiendo a millón. Frente a los barrotes se encontraba de nuevo el ser que se creía mi amo. Su pelo estaba enmarañado y gran parte caía sobre su cara tapando sus finos rasgos, se le notaba a leguas lo bien que la había pasado el día anterior.

Lo miré con desprecio, lo que hizo que se le marcará una media sonrisa.

—Así que la Bestia se incómodo anoche —comentó con sarcasmo—¿Por qué tanta incomodidad?

No iba a responderle, pero al ver que su expresión comenzaba a cambiar por enfado hable:

—No sé... No sé dé que hablas —

Este rio por mi respuesta.

—Es mejor que te vayas acostumbrando porque te haré mía. Pará eso te compré y solo para eso me sirves —

En un impulso de enojo solté: "Eres un..." y callé de inmediato para no decir lo demás.

Él se levantó lleno de asombro y me sacó de la jaula tomándome del aro de la correa y de un jalón me aproximó a su cuerpo semi desnudo. Evite mirar directo a sus ojos debido a que, ya sabía que volvería a castigarme mandándome hacia la nada.

—¿Qué soy un que? —dijo con firmeza.

—Yo... Yo no — musité.

—¡Repítelo! —su mano dio sobre mi barbilla, luego bajó hasta mi cuello y trague grueso. Su solo contacto erizaba mi piel.

¿Ahora que hago? Me sentía tan indefensa delante de este ser tan poderoso. Su respiración chocaba con firmeza y su otra mano libre dio en mi cintura pegando nuestros cuerpos aún más.

—Que... Que eres un... —Ni si quiera me salían las palabras únicamente me aferraba fuerte de sus brazos para no decaer.

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