Subasta

La peli roja dejó su puesto y camino a mi alrededor.

—Se te acaba de colocar una cifra en tu muñeca. Dicha cifra es tu número de esclava. Aquel que te compre en la subasta se dirigirá a ti como la 154, pero podrá cambiarte el nombre si así lo desea —explicó.

—Nadie va a cambiar mi nombre. Soy Charlotte Jensen y siempre seré Charlotte Jensen —protesté.

—¡Si claro! —bufo—¡Vestuario!

De inmediato tres personas entraron, al principio pensé que eran hombres, pero luego me di cuenta de que se trataba de tres mujeres muy bien formadas anatómicamente.

Las tres vestían iguales. Un vestido blanco largo y con la manga largas, traían un maquillaje brillante y el cabello oculto dentro de un velo.

—Ahora ellas se encargarán de ti, no intentes escapar o te harán daño —informó— Me imagino que no querrás ser maltratada por las tres al mismo tiempo ¿Verdad?

No conteste, mis protestas ya no servían solo causaban su burla. Guarde silencio mientras está se marchaba y me dejaba a solas con las fisiculturistas.

Entonces empezó la transformación, puesto que mi cuerpo aún seguía dormido se les facilitaba el trabajo. Podían moverme de aquí para allá, subir y bajar mis brazos como si fuese una muñeca Barbie.

Sacaron un spray y lo rociaron en la marca y a los pocos minutos está dejo de doler, luego me colocaron un vestido muy parecido al que portaban; sin embargo, este era un poco más corto y dejaba ver mis pies.

Tomaron mi cabello y lo ocultaron tras un velo de encajes y para el toque final una corona dorada que hacía juego con un fino cinturón.

Pusieron rubor en mis mejillas y brillo en mis labios. Cuando estuvieron satisfechas una de ellas se acercó e introdujo una inyección en mi nuca.

Enseguida sentí un líquido espeso, y a continuación un hormigueo en todo mi cuerpo. Poco a poco empezaba a recobrar la movilidad.

Las tres se marcharon y comencé a explorar la habitación, buscando cualquier método de escape o algo que me sirviera para defenderme; sin embargo, no hay ni lo uno ni lo otro. Me deje caer en un rincón y me acurruque abrazándome las piernas.

Aún podía recordar las palabras de aliento de Luther. Deseaba con toda mi alma que estuviese vivo todavía, cerré mis ojos y sentí sus besos, su mano en mi cintura, nuestra respiración agitada envueltos en un aura de lujuria y coqueteo. Recordarlo me hacía sentir bien.

Mire mi brazo y los números como cicatrices.

Semanas atrás me preocupaba los exámenes finales, tenía que aprobar el tercer semestre de relaciones públicas, quería un gran futuro. Tener un bello auto y dinero para gastar en viajes. Pero ya este futuro no existía, ahora en esta nueva realidad solo me esperaba perdición, humillación y muerte. Saber tenía que enfrentarlo dentro de poco me ponía los pelos de punta.

La puerta se abrió de golpe y dos enmascarados entraron, estos me levantaron y mi jalonearon hacia fuera, subimos una escalera qué nos llevó a un pasillo con una sola puerta al final. Al entrar en esta, nos topamos con otra escalera más empinada; mientras subíamos podía escuchar el bullicio de muchas personas que gritaban, vitoreaban, y reían.

Llegamos a un escenario, había una gran fila de chicas vestidas de diferentes maneras, como si fuesen a ir a una fiesta de disfraces.

A mí me colocaron a un lado al igual que dos más quienes poseían el mismo atuendo.

El telón rojo estaba bajado; sin embargo, Se oía la multitud enardecida e impaciente por el comienzo de la función.

Un hombre alto de tez morena y con apariencia seria, pasó por nuestro lado. Este portaba un micrófono el cual encendió al llegar al centro del escenario.

De inmediato la cortina subió dejando entrar la luz que venía de cada reflector. Mire a mi alrededor en busca de Vanessa, pero con todas disfrazadas dificultaba mi búsqueda.

—¡Buenas noches, señoras y señores! Primero que nada demos gracias por este gran logro, demos gracias a nuestros superiores por hallar este paraíso para nosotros y sobre todo demos gracias a nuestra nueva república —

Todos aplaudieron excepto las víctimas de esta barbarie.

—Hoy damos inicio a una nueva era— continuó el presentador— Una era llena de entendimiento, sabiduría y lo más importante de diversión. Por esa razón doy inicio a la subasta de esclavas —

Hizo señas dónde nos encontrábamos y pasaron a la primera chica, está vestida como enfermera. La colocaron en el medio con el presentador y empezó la subasta.

—Ya saben, señoras y señores el o la compradora que ofrezca más fichas por la esclava 450 se la llevará —explicó— Empezamos por 500 fichas.

El monto fue subiendo, hasta que llegó al máximo postor. La chica fue vendida por 1500 fichas.

Un hombre gordo y viejo fue por ella y la tomo del brazo salvajemente como si no fuese un ser humano.

La víctima gritaba pidiendo socorro, en verdad me partió el alma.

Sin perder más tiempo continuaron con la siguiente. A diferencia de la otra, está vestia con disfraz de payaso y el presentador no dudo en hacerla burla.

—¡Miren a esta payasita! Es la esclava 600 si ustedes lo desean pueden llevársela a mitad de precio —

—Debe de tener algo— dijo la chica detrás de mí— Por eso el motivo de su disfraz y su interés de dejarla a mitad de precio.

—¿Algo como que? —le susurre.

—Algún defecto que no pudieron eliminar, O tal vez una enfermedad —respondió— Eso no es nada bueno, escuché que si no eres comprada te desaparecen delante de todos.

Trague grueso y puse atención a la subasta.

—¡Vamos quién da 100 fichas! —

Nadie contestó puse mis manos sobre el

vestido y lo apreté con fuerza.

—Bajemos a 70 fichas. ¡Oigo 70 fichas! —

Sin embargo ninguno de los presentes proclamó nada.

—Ok, última oferta. 30 fichas —

Se escucharon murmullos.

—¡Muy bien! Vendida a la dama de vestido rojo... Suba por ella —

Di leve suspiro, al menos había sido comprada una oportunidad más de seguir con vida.

La mujer del vestido rojo subió las escaleras junto a un acompañante. Su postura y forma de caminar revelaba elegancia, su escote en forma de corazón dejaba ver sus grandes pechos que se movían al ascender de escalón a escalón. Traía joyas y sus brazos se encontraban escondidos tras unos guantes de terciopelo que llegaban más abajo de sus hombros.

Cuándo llegó al último peldaño, se quitó los zapatos de tacón y se los entrego a su acompañante. Luego camino hacia la chica, sonrío quitándole la peluca ridícula que cargaba y la abrazo con mucha dulzura.

Sonreí esperaba que al menos a ella le fuese mejor que nosotras.

La dama de rojo la tomó de la mano para que la siguiera; sin embargo, se había detenido a mitad de camino. ¡Algo sucedía podía presentirlo!

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Comments

Virginia M C

Virginia M C

tiene una aire al cuento de la criada

2024-03-01

0

Mirta Liliana

Mirta Liliana

Pobres niñas,que calvario!!!

2024-02-22

1

Jesus Castro Montero

Jesus Castro Montero

De verdad me da pena esa pobre chica encima subastadas como si fueran animales hu objetos bueno es novela a seguir leyendo para ver en que termina

2023-11-30

2

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