Su rostro

Abed bajo la mirada ante mi comentario y guardo silencio.

Al rato me paso la toalla y la tomé de mala manera, seque como pude la parte de mi cuello dónde tenía el collar y luego me envolví con ella.

Cuándo regresamos, en la cama se encontraba dos bolsas. Una de lencería y otra de ropa casual, aunque no tan casual.

Después de ponerme la ropa interior por debajo de la toalla, saqué un vestido color vino semi corto. Abed se apresuró en ayudarme, parecía entusiasmarle el hecho de que los regalos robados por su señor me quedaban.

—¡Este color te queda hermoso! Contrasta con tu piel! —aludió.

¿Pará qué tanta elegancia? Sí de todas maneras estaría encerrada en esa jaula, tal vez por el resto de mi vida o menos, si me llegase el valor de suicidarme.

—Te traeré algo de comer ¿Podrías entrar en la jaula? —

—¿Tan rápido? ¿Por qué tan rápido? —

—¡Por favor! Hazlo de mi mano y no la de él —suplicó.

Enseguida capté la referencia, se acercó a la jaula y abrió la pequeña reja.

—¡Por favor! —repitió.

Una vez había quedado atrapada en un ascensor, esa sensación de pánico y ansiedad que experimente en ese instante, se hizo presente en este momento. Así mismo pensé que se sentiría una persona inocente llevada a prisión por algo que no cometió.

Arrastre los pies y aún con este método el camino se hizo corto, llene mis pulmones de aire y me adentre por la pequeña puerta. En el momento en el que toque el suave edredón de seda púrpura, me deslice quedando sentada entre las almohadas.

Abed al verme ya acomodada cerró con una llave que colgaba de su cuello.

—¡Buena Chica! Vuelvo enseguida —dijo con una gran sonrisa.

Se marchó y la soledad se adueñó del lugar. Dicen que la mente humana es capaz de llevar a una persona desesperada a la locura y conmigo ese mito estaba resultando.

Veía cómo los barrotes se venían contra mí, achicando más y más el espacio de la jaula. Flexione las piernas y hundí mi cabeza en ella abrazándome a sí misma.

Recordé las sabias palabras de mi padre «Cuando te sientas aturdida y con temor solo cuenta hasta 10 lentamente y respira Charlotte ¡respira!»

Siguiendo su enseñanza al pie de la letra me pude relajar un poco. Aunque me sobresalte cuando escuché un portazo de parte del hombre, quién se daba marcha a una mesita que se hallaba en la esquina.

Parecía molesto pues no paraba de maldecir, tomó la máscara y la lanzó lejos. Lo mismo hizo con el turbante y por fin vi su verdadero aspecto.

Quedé boquiabierta, debido a que, solo era un joven tal vez de mi edad. Su cabello platinado caía hasta sus hombros y su cara se definía como belleza pura. Parecía un personaje élfico de las novelas del "Señor de los Anillos" que tanto me gustaban leer.

Este me miró y una luz resplandeció en su mirada. Sus ojos, ese color no era común ¿Cómo podían verse tan brillantes? Parecía los ojos de un gato en la oscuridad de la noche.

—¿¡Que estás mirando!? —dijo de forma arrogante rompiendo el encanto.

—Nada —Baje la mirada de inmediato. Esa mezcla entre hermosura sobrenatural y maldad me intimidaba; sin embargo, no le daría el gusto de tratarme como una escoria.

Abed regresó con una bandeja repleta de comida y la puso en la mesilla. El olor impregnó mis fosas nasales, lo que provocó que mi estómago rugiera. Ni siquiera recuerdo mi último alimento.

—Señor, me permite abrirle la reja para que venga a comer —preguntó su sirvienta con timidez.

Este se cruzó de brazos y la miró con seriedad.

—En pocas palabras estás sugiriendo que venga y se siente a comer en mi mesa —soltó con sarcasmo.

Ella se inmutó y bajó la cabeza en señal de disculpa.

—¡Que coma en su jaula como debe de ser! —protestó el peli blanco.

Sus palabras chocantes e hirientes ocasionaron una explosión de enojo en mi ser.

—¡No te preocupes no pienso comer nada! —

En su rostro se marcó una sonrisa.

—¿En serio? ¿Veamos cuanto aguantas? —

Hizo una seña con su mano y Abed salió dejándonos a solas. Tomó la bandeja y se sentó en el suelo frente a la jaula, se quitó los zapatos al igual que el fino smoking dejando desnudo su torso.

Se llevó una manzana a la boca y le dio un gran mordisco, soltando sus jugos los cuales resbalaron por sus labios carnosos.

—¡Qué delicia! —dijo provocándome.

Él creía que con eso iba a lograr algo, pues estaba muy equivocado, puesto que mi boca se hiciera agua no desistiría.

—Me preguntó cuantos días llevas sin comer ¿Dos? ¿Quizás tres? —comentó mientras comía la manzana— Apuesto a que tu estómago te duele del hambre.

Lo ignore y mire hacia el oscuro fondo de mi prisión. De pronto el sonido de sus masticadas cesaron. Cuando volví la vista hacia él, me sorprendí de que ya no estaba allí, sino dentro de la jaula conmigo ¡En qué momento había entrado!

Se acercó a tal punto que podía sentir su respiración cálida y pesada. Me agarro del cuello y me acercó a su cara.

—¡A mí nadie me ignora! Y mucho menos una simplona como tú —dijo enojado.

No lo miraba, apretaba mis labios, aguantando las inmensas ganas de llorar por la ira.

—¡Mírame! —grito—¡Mírame o esto va a empeorar!

Este me sujeto de la barbilla y alzó mi rostro. Poco a poco subí la vista hasta encontrarme con sus enigmáticos ojos. Pará mi gran sorpresa no eran normales, puesto que en lo más profundo de su iris se podía ver el espacio exterior.

Miles de estrellas, galaxias e inclusive uno que otro planeta flotaban como partículas en todo su iris. Me sentí abrumada, perdida e indefensa, este ser que se hallaba a pocos centímetros de mi, no era un humano, se trataba de algo más, algo que para mí no tenía explicación ni sentido.

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Comments

Jesus Castro Montero

Jesus Castro Montero

Recien me esta atrapando parece la historia la guerra de las galaxias ahora ella no le hace nada por que el es tan nalo si se supone que los seres de otros mundos no son malos

2023-11-30

5

Gloria Rodríguez raya

Gloria Rodríguez raya

me gusta mucho la novela pero no entiendo porque se porta tan mal el muchacho

2023-11-20

0

Nereida Martinez Restrepo

Nereida Martinez Restrepo

estoy encantada...

2023-11-18

0

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