El comienzo

Recuerdo la explosión, el sonido me había dejado completamente sorda. Lo que fue antes un aula de clases universitaria ahora eran escombros.

Sentí un líquido caliente bajar por mi frente y al palpar con mis dedos me di cuenta de que era sangre, no podía mover mis piernas, debido a que estaban atoradas bajo una pared o lo que quedaba de ella.

Mire a mi alrededor, pude notar los cadáveres de algunos de mis compañeros. De pronto algo me sacudió. Me asusté; sin embargo, sentí alivio al percatarme de que se trataba de Luther y Vanessa, mis mejores amigos. Entre los dos levantaron el escombro que me tenía presa y como pude saque las piernas.

—¿Estás bien? ¿Puedes caminar? —dijo Luther enrollando mi brazo en su cuello para poderme alzar.

—Eso creo —respondí afinando los pies hasta tener estabilidad, dolía un poco, pero si podía andar.

—¡Hay que salir de aquí! —sugirió Vanessa.

Divisamos el agujero enorme que había dejado la explosión, ya no existía la pared lateral, en su lugar, únicamente se encontraba el exterior.

Caminamos entre los escombros con un poco de dificultad pues los tres teníamos muchas heridas de modo que nos costaba movilizarnos.

Al escalar un gran pedazo de concreto, llegamos a la salida improvisada.

Quedamos boquiabiertos cuando nos dio cuenta que nos hallábamos en plena zona de guerra.

Los aviones de la Fuerza Aérea Militar sobrevolaban los cielos contraatacando a un enemigo que no alcanzaba a ver.

Fuimos desplazándonos poco a poco por las ruinas hasta tocar suelo firme.

La gente corría por las calles, huyendo de los bombardeos que venían de la nada. Apresuramos el paso dejando atrás la universidad.

Las avenidas estaban abarrotadas de autos y personas muertas, parecía estar viviendo una escena apocalíptica. Tomamos un atajo y desembocamos en una calle desierta, los disparos se escuchaban cerca y por ese motivo no nos detuvimos. No obstante el suelo comenzó a temblar como si un sismo de gran magnitud nos estuviera sacudiendo, aunque no se trataba de eso.

Justo al final de la calle se hallaba lo que se suponía que era un tanque; sin embargo, este le ganaba en tamaño a los que yo conocía.

Venía directo a nosotros dispuesto a aplastarnos como moscas.

—Co...¡Corran! —grito Luther.

Por un momento se me olvido lo lastimada que podía estar, corrí casi trastabillando. El tanque venía lento, destruyendo todo lo que había a su paso, sabía lo que nos esperaba y por eso lo hacía con calma.

¡No podía morir, tenía que haber una manera de sobrevivir!

Entonces como señal del destino, mire entre dos casas y divisé a lo lejos el bosque. ¡Esa podía ser nuestra salvación! Me desvié jalando a Vanessa del brazo e inmediatamente Luther captó mi intención y nos siguió.

Atravesamos el callejón lleno de arbustos llegando a una pequeña rejilla que conectaba con los dos patios traseros. Esta se abrió al toque de nuestros cuerpos.

El pecho me dolía por el esfuerzo de poder respirar, nunca fui buena en ningún deporte, por ende, mi energía se agotaba rápidamente.

Luther llegó primero y se apresuró en quitar algunas tablas de la barrera que daba hacia el bosque. Enseguida que lo logró, pasamos por la abertura que este creó adentrándonos.

Miramos atrás con la intención de saber si el tanque aún nos seguía y nos impresionó que el mismo desapareció.

—¡Ey! Miren allá —dijo Vanessa señalando una de las casas que acabábamos de atravesar.

Un grupo de hombres vestidos con un uniforme negro y extraños cascos estaban masacrando a la familia que allí habitaba. Tal suceso me hizo temblar de miedo, jamás había presenciado tal atrocidad.

—¡Hay que seguir! —propuso Luther; sin embargo, no podía moverme, mis pies no me respondían y mi cuerpo se paralizó.

La voz de mis dos amigos se escuchaban a lo lejos, mientras los ojos se me llenaban de lágrimas al ver como lanzaban los cuerpos por las ventanas y se reían de ese hecho.

Vanessa se atravesó frente a mí y me tomó con sus frías manos la cara, sus palabras se oían tenues y su rostro expresaba angustia. Sentí un leve bofetón en la mejilla que me hizo reaccionar y por fin volver a la realidad.

Me agarre fuertemente de su mano y seguimos nuestro curso, pero ninguno de los tres sabíamos a donde íbamos, lo único que sí teníamos en cuenta era que debíamos de alejarnos lo más posible de la ciudad.

Después de un largo rato de caminar, decidimos detenernos para recobrar el aliento. Nos mirábamos con una incógnita que pronto sería revelada por alguno de los tres.

—¿Qué rayos está pasando? —preguntó Vanessa, como si alguien con conocimiento sobre el tema le fuese a responder—¿Quiénes son esas personas?

—¿Vieron ese tanque? Eso no era un tanque... Eso... Eso era muy inmenso para ser un tanque, destruyó una calle por completo —exclamó Luther.

—¿Serán terroristas? Estaban vestidos de una forma extraña —continuó Vanessa.

—No lo sé —comentó Luther, se percató de mi silencio y se aproximó—¿Estás bien?

Lo mire a los ojos, esos hermosos ojos que siempre me hipnotizaban que en ese momento se hallaban oscuros debido al miedo y la adrenalina.

Afirme para que no se preocupara y me sonrió. Por un instante su sonrisa me brindó seguridad, lo amaba y el simple hecho de su gesto hizo fluir en mí un poco de tranquilidad.

Vanessa interrumpió el momento preguntando ¿Hacia dónde iremos ahora?

—Deberíamos seguir recto y llegamos a la granja del Señor Benson —opinó.

El Señor Benson o el “Loco de Benson” como le llamaban todos, era un viejo cascarrabias que se había alejado de la civilización y de la ciudad, a según él por motivo de salud.

Comenzamos a andar antes que nos llegara la noche y fuésemos presos de algún peligro. Sentía la pierna entumecida y ya caminaba más lento, hasta que Luther se dio cuenta de mi padecimiento y sin consultarme me cargo sobre su espalda.

Tras un rato caminando, mi reloj de pulsera cantaba la alarma de las cinco en punto, hora en que salíamos de clase y ahora avisaba el momento en que arribábamos en la granja.

El viejo se encontraba echado en su mecedora y cuando nos vio se sacudió frunciendo el ceño.

Luther me bajó y levantó los brazos mostrándole que veníamos en son de paz.

Este respondió, moviendo la mano izquierda dándonos a entender de qué podíamos acercarnos.

—Sr Benson ¡Por favor! Déjenos refugiarnos aquí, no tenemos a dónde ir —pidió Luther al paso de sus escaleras.

—Con que la ciudad ya está perdida —comentó el viejo en tono sarcástico — Lo vi en las noticias, como mataban a hombres, mujeres y niños.

Luego de sus comentarios dijo una frase que en verdad me asustó

¡El apocalipsis ha llegado muchachos!

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Comments

María E

María E

wao, me cautivo.
me hizo recordar un sueño que tuve una vez. es como si tuviese un dejavu
es serio.
me dió hasta miedito jajajajaja

2024-03-19

0

Betty Montaya

Betty Montaya

Hasta ahora no había leído una historia como esta parece prometer voy a seguir leyendo y haber los próximos acontecimientos está interesante

2024-03-13

0

Mustelier

Mustelier

Muchas gracias por regalarnos una novela tan hermosa, ¡ Voy a seguir leyendo!

2023-12-29

2

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