Cuando llegó el momento de cenar, todos los invitados de la reina se reunieron en el gran comedor, en la esquina había músicos que tocaban melodías suaves, y los sirvientes entraban y salían del lugar llevando platillos exquisitos de todo tipo.
-. ¿Alguien ha visto a Edward? – Preguntó la reina, cuando se sentó y no miró a su hijo por ningún lado.
- Aquí estoy su majestad\, perdón por la demora. – El príncipe llegó junto a Elaine\, saludaron con una reverencia y luego se sentaron juntos ignorando las miradas curiosas de todos los presentes. Giselle dio pequeñas palmaditas de la felicidad escondiendo sus manos debajo de la mesa al verlos juntos\, y es que ella parecía ser la única en la mesa que sabía de la relación cercana que de apoco se fue cimentando entre la marquesa y el príncipe\, la reina también tenía sus sospechas\, pero no había confirmado nada aún.
La reina hizo sonar su copa y desvió la atención hacia ella, se puso de pie y realizó un brindis para celebrar que estaban todos reunidos, después cenaron alegremente.
Después de la comida, las personas pasaron al gran salón, allí todos hablaron de diferentes temas, la reina Adara se puso al día con sus dos amigas de las noticias más recientes, mientras que el General Abel y el Señor Carlos parloteaban de “cosas de hombres”. Los más jóvenes parecían reacios a relacionarse unos con otros, hasta que Arthur comenzó a socializar haciendo que el ambiente se sienta más amigable; Patrick se dedicó a beber en exceso y a molestar a Giselle con miradas incómodas, ella trató de evadir la situación conversando con Elaine. Por su parte el príncipe Edward sabía que no podía decir nada aun acerca de sus intenciones de compromiso con la marquesa, así que durante la noche se dedicó a hablar con el General y con su amigo Gabriel de asuntos estatales, pues mientras el rey Basil no estaba en Londres, él se encargaba de esos temas, y claro de vez en cuando sus ojos se desviaban hacia Elaine haciendo que los dos hombres notaran que había algo especial entre ellos.
Pasada la medianoche, los invitados comenzaron a retirarse, la familia del General fue la primera en ir a casa.
- Gracias su majestad por tan amable invitación\, la cena estuvo exquisita y la charla muy amena\, espero que el rey Basil nos honre con su pronta llegada y poder tener una ocasión más para reunirnos. – Dijo el General Abel.
- Gracias a ustedes\, por tan grata compañía\, siempre es un honor poder recibiros en palacio\, usted y su familia quedan especialmente invitados para la cena de bienvenida del rey\, él estará feliz de poder compartir su experiencia con sus viejos amigos.
El general hizo una reverencia, y se retiró para pedir que traigan su carruaje. La señora Trista rompió las reglas y abrazó a la reina, quien para ella más que una monarca era como una hermana.
-. Me ha encantado poder charlar con mis amigas, necesitaba un respiro del ajetreo diario.
- Pronto será el aniversario de muerte de mi madre\, quisiera que tu familia esté presente\, sé que al rey no le importará saltarse los protocolos en un día como ese.
- Ahí estaré su majestad\, su madre fue una madre para mí también\, y por supuesto considero un honor poder estar presente.
- Ah\, y recuerda no seas tan dura con Gabriel\, quien sea que llevó a casa debe ser especial para él\, no te dejes llevar por apariencias y no prives a tu hijo de ser feliz.
- Mañana mismo averiguaré que está sucediendo entre esos dos tortolitos\, gracias por sus sabios consejos su majestad; ese niño ha crecido tan rápido y se ha convertido en un hombre\, ahora temo que me lo arrebaten\, pero entiendo que es el curso natural de la vida. – Suspiró llevándose una mano al pecho. – Después de casarme pensé que tendría muchos hijos con mi esposo\, pero los cielos me bendijeron solo uno\, y no quisiera que se aleje demasiado.
- Entiendo tu pesar Trista\, pero no puedes oponerte a las decisiones de tu hijo\, él sabrá que es mejor para su vida pues ha crecido con el ejemplo de sus padres… Parece que tu esposo está impaciente. – Le dijo la reina Adara señalando la puerta.
- A veces me olvido con quien me he casado. Él es un hombre que tiene organizado cada segundo de su vida\, así que claramente debe estar impaciente\, tantos años y aún no me acostumbro. Otra vez agradezco sus bondades su majestad\, espero poder veros pronto.
Los señores Carlos y Clare también estaban impacientes por ir a dormir, pues muy temprano en la mañana deberían partir de regreso a su hogar en Cambridge.
-. Parece que también desean ir a descansar.
- La noche ha sido excepcional su majestad\, pero mañana regresaremos a casa para poder ocuparnos de nuestras obligaciones\, los negocios y los clientes no esperan. – Dijo Carlos mientras su esposa se sostenía en su brazo\, detrás de ellos estaban sus hijos esperando impacientes\, aunque sin hacerlo notorio\, un lugar para dormir.
- Comprendo\, le pediré al mayordomo que les guie hasta sus habitaciones\, y antes que digáis algo no puedo permitir que mis invitados busquen posada a altas horas de la noche cuando en palacio hay tantas habitaciones cómodas.
- Gracias su majestad\, no nos negaremos a aceptar su amabilidad. – Respondió con una sonrisa Clare.
Al final en el salón solo quedaban Patrick, Giselle, Edward y Elaine.
Patrick estaba dormido, las copas de alcohol surtieron efecto, parecía que el hombre había bebido toda la reserva de palacio, pues ni un terremoto lo levantaba de ese sillón.
-. Llamaré a alguien para que suba a mi hermano a su habitación. – Le dijo Edward a Giselle, interrumpiendo la conversación de las damas. Ella lo buscó con la mirada a su alrededor y se sorprendió al verlo dormido, no se había percatado en que momento quedó tendido en el sillón.
- No puede ser\, otra vez bebió demasiado. – Lo dijo con un tono de notable preocupación.
- No es su culpa señorita\, cuando se trata de beber mi hermano no mide las consecuencias.
- Yo me encargo de él\, si me caso con él en unos meses será mi obligación cuidar de él\, usted encárguese de la marquesa. – Elaine comenzó a temblar cuando escuchó esas palabras. – Le encargo que llegue a casa a salvo.
- Pero podem… - Él iba a sugerir una alternativa más decorosa pues sabía que el hecho de quedarse a solas otra vez en presencia de la servidumbre podía incomodar a Elaine\, pero Giselle se levantó y sin decir más los dejó solos\, enseguida se perdió entre los pasillos y fue a llamar a dos guardias para que le ayuden a llevar a Patrick a su habitación.
- Lamento causar molestias\, si su excelencia tiene otras ocupaciones puedo ir sola\, mi carruaje y mi chófer están fuera.
- Claro que no mi Lady\, no podría mandarle sola a ningún lugar\, y menos a altas horas de la noche. – Respondió él\, algo molesto\, pues se preocupaba por la seguridad de la marquesa y no le parecía para nada la idea que ella se exponga a los peligros de la ciudad Londinense.
- ¿Acaso irá conmigo? – Preguntó ella con nerviosismo.
- Tengo una mejor idea\, quédese aquí en palacio hasta mañana; creo que a la señorita Giselle le encantaría la idea.
- ¿Quedarme? ¿No es demasiado atrevimiento quedarme en la residencia de la familia real?
- Considere que hoy es nuestra invitada. – Dijo él mirándola a los ojos. – Buscaré una habitación cómoda en donde pueda lavarse y descansar cómodamente. – Ella no podía sostener su mirada en los ojos de Edward por mucho tiempo\, no sabía desde cuando esos ojos avellana le ponían tan nerviosa. Él disfrutaba verla actuar como una tímida niña y no dudaba en aprovechar cada ocasión para sonrojarla.
- No tengo sueño. – Le dijo en voz alta de manera repentina\, ni siquiera ella sabía por qué le dijo eso.
- Ah sí\, que coincidencia yo tampoco. – Le respondió él con una sonrisa ladina – Venga conmigo\, debo mostrarle algo. – Tomó su mano\, y la condujo por los pasillos\, después subieron las escaleras del servicio\, hasta llegar a una de las terrazas del castillo.
- ¿Por qué me trajo aquí?
- No quería despertar a mi hermano que seguía en el salón. – Le respondió con sarcasmo aún sin soltar su mano. Era una excusa bastante tonta\, pero no se leocurrió decir nada más.
- Dudo que ese haya sido el motivo\, su hermano no se levantaría de ahí ni aún cuando las paredes de este castillo cayesen sobre él. - Respondió ella con una sonrisa mezclada de inocencia y perspicacia.
- Bien\, entonces debería levantar su mirada y conocer la verdadera razón por la que la he traído aquí. – Ella hizo caso\, movió su rostro en dirección al infinito cielo\, y al ver el cielo estrellado desde lo alto de la torre\, quedó completamente maravillada\, como si fuese la primera vez que veía algo parecido.
- Es… simplemente maravilloso. - Tal vez no era tan maravilloso\, pero mirarlo con él de cierta manera lo volvía así\, y más aún cuando su presencia si que era maravillosa.
- Sabía que le iba a encantar\, este es mi lugar favorito del palacio. - Dijo Edward con aquella voz grave y seductora\, aunque no trataba de seducirla en ese instante\, de hecho le estaba abriendo su corazón.
- ¿Viene seguido aquí?
- Cuando necesito respuestas; desde pequeño me escondía en este lugar cuando quería huir de mis responsabilidades… llegaba aquí\, me acostaba en el piso y miraba el cielo esperando que mi mente se aclare.
- Nunca me detuve a ver el cielo detalladamente\, pero creo que ahora prestaré más atención a las estrellas. – Dijo ella con una gran sonrisa\, luego sus ojos chocaron con los de Edward\, y se dio cuenta que sus manos seguían enlazadas\, sintió un calor subiendo de su mano hasta su brazo\, y de su brazo hacia el corazón.
- No intente soltarse\, le suplico mi Lady. Déjeme contemplarla de esta manera unos instantes más. – Ella asintió\, y enseguida desvió su mirada porque sabía que su cuerpo la traicionaba cada vez que estaba cerca de él\, y si lo miraba fijamente era aún peor\, sentía que sus rodillas flaqueaban y caería en sus brazos en cualquier momento. - ¿Si la abrazo intentará huir? ¿Considerará que sigo siendo caballero si lo hago? – La pregunta del príncipe sorprendió a Elaine que levantó su mirada y negó con la cabeza.
- No\, su majestad no huiré\, y sin duda seguirá siendo un caballero ante mis ojos. – Respondió ella en apenas un murmullo y volvió a bajar su cabeza.
- Quiero mirar su rostro. – Él levantó su mentón y pudo mirar en sus ojos destellos fugaces\, aquellos ojos cautivadores ahora eran suyos y eso le daba dicha\, entonces la tomó de la cintura y la atrajo hacia él en un movimiento rápido pero delicado\, le abrazó con tal anhelo\, hundió su rostro en el cuello de la doncella\, pudo oler aquel perfume dulce con aroma a vainilla que emanaba de su piel\, y después dejó un suave beso en su clavícula. Cuando ella sintió el roce de sus labios sobre su piel\, un calor la volvió a invadir\, pero esta vez se extendió a todo su cuerpo\, y su cuerpo la traicionó porque se escapó un gemido de su boca.
Él se sorprendió, pero aquello no hizo más que despertar deseos que hasta ese momento intentaba reprimir; desde que conoció a Elaine no volvió a desear a ninguna mujer, y cuando estaba junto a ella aquel deseo no era solo una mera pasión, él anhelaba sentir sus almas uniéndose a través de sus cuerpos, cumplir las más dulces y sensuales fantasías con ella, para él no había mayor gloria que imaginar a la mujer que amaba en su cama, mojada de sudor y gritando su nombre mientras la hacía suya.
Aquellos besos se fueron intensificando, de su clavícula subió a su cuello besando y lamiendo cada espacio de su piel, después se dirigió a su boca, la besó con tanto deseo que ella apenas podía respirar, con su lengua jugueteó dentro de ella y con sus manos acariciaba su espalda por encima del vestido.
-. ¿Está bien si continuo? – Preguntó él, no quería que ella se sienta abrumada por la situación. Ella apenas pudo asentir con su cabeza ¿Qué más podía hacer? Nada, ya que su cuerpo no era de piedra, y en ese momento despertaron aquellos instintos primitivos, su mundo estaba dando vueltas, dentro de sí no deseaba que el príncipe se detuviera, aunque una parte de ella pensaba en el honor que como dama debía mantener hasta el matrimonio, claro que antes había estado en situaciones similares con él, pero esta vez era diferente porque una llama de deseo y lujuria incontrolable se encendió en ambos.
Cuando ella asintió, él cargó a Elaine en brazos, ella lo rodeó y él sonrió de manera dulce, y sin dejar de besarla la condujo hasta su habitación, aseguró su puerta y la colocó sobre su cama. – Gracias por aparecer en mi vida, pequeña y grandiosa marquesa, desde ahora te enseñaré lo mejor y lo peor de mí.
Ella sonrió, lo miró con ojos de amor y lo haló de la camisa para poder volver a sentir sus labios sobre los de ella, no había vuelta atrás; aunque sin duda después surgirían ciertos arrepentimientos sobre todo en ella, pero en ese momento no había espacio en su mente para arrepentimientos.
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Comments
Herminia Cabrera
Oh por Dios . me Voi con mi marido a terminar porque me dejó caliente...
otro capítulo más porfiis
2022-08-03
1
Alondra Lopez
está muy buena tu novela, sube más capitulos xfa ...
2022-08-03
1
Keydis Santana
q capítulo más emocionante aunque nos dejaste en la mejor parte porfaaaaaaaaa maaaaaáaaaáaaaaaas
2022-07-27
1