Capítulo 6 – La espía

Giselle estaba tan entretenida con el relato de Elaine, y al imaginar todo lo que decía sintió que sus orejas ardían. - ¿Me estás diciendo que el momento acabó por mi culpa? Dios que impertinente que soy.

- Oh no, agradezco que hayas llegado, porque de otra manera no sé en que pudo terminar.

- Siento que mi cara quema, me he emocionado y todo. – Dijo Giselle aun con el abanico en las manos. – Te dije que esa noche encontrarías el amor, y no me he equivocado.

- ¿Amor? No lo creo, fue un momento de emoción y ya, ahora mismo él debe pensar que soy una mujer vulgar por dejar que me tocara de esa manera, solo espero que no le haya dicho nadie más acerca de eso.

- Ey, no, no pienses eso, recuerda que eres una marquesa de Francia, el príncipe no se atrevería a hablar mal de ti, porque ya sabes, sería un asunto… internacional. – Dijo Giselle haciendo un gesto gracioso.

- Ja, ja, hablo en serio.

- Y yo también. ¿No has pensado en ir a palacio y hablar con él?

- ¿Crees que sea oportuno?

- ¿Y por qué no? Tiene que saber que mi amiga no es ninguna chica fácil, además si lo enfrentas, demuestras que eres una chica de valor.

- De hecho, si lo pensé, pero creo que deberías acompañarme, no quiero ir sola.

- Oh por supuesto que iré contigo, además… - Suspiró Giselle. – Yo debo ir por mis propios asuntos, tu resolverás los tuyos y yo los míos, cuenta con eso.

- ¿Qué asuntos? Claro si puedes decirme, escucho.

- Como sabes soy la prometida de Patrick, la princesa, bueno nuestra futura reina quiere conocerme mejor, e iré dos meses seguidos, tres veces a la semana a tomar el té con ella, suena tan aburrido, pero… si me acompañas tal vez no me aburra tanto.

A Elaine se le iluminaron los ojos, era lo que necesitaba para estar cerca de Edward y poder pasar más tiempo con él, así que sin dudarlo respondió afirmativamente. – Claro que te acompañaré.

- Yo creo que no lo harás solo por mí ¿Cierto?

- Lo haré por ti. – Respondió alzando los hombros.

^^^Un día después…^^^

Al siguiente día ambas mujeres llegaron al palacio, ambas estaban vestidas elegantes, con sus vestidos costosos, y algunas joyas de aspecto sutil como complemento, Giselle era más despampanante a la hora de vestir, a Elaine no le gustaban los vestidos aparatosos, prefería algo ligero con bordados sutiles en pedrería, no dejaban de ser costosos, pero a la vista eran más sencillos y cómodos.

Fueron anunciadas ante Adara, quien salió a recibirlas con una gran sonrisa en su rostro, ella sabía que iba Giselle, pero le agradó tener la compañía de Elaine también.

_ Su majestad. – Saludaron ambas, haciendo una reverencia para mostrar sus respetos.

_ Bienvenidas a Palacio, es agradable tenerlas aquí.

Ellas siguieron a Adara hasta una caseta en el jardín, en donde estaba lista una mesa llena de bocadillos. Elaine no dejaba de mirarla y un sentimiento de ira casi se apodera de ella, estaba tan cerca de una de las causas de la desgracia de su madre, si Adara no hubiera aparecido en la vida de Basil, su madre sería la princesa de Inglaterra, ese y otros pensamientos le llenaron de sentimientos negativos, apretó sus puños con fuerza para contenerse.

-Tomen asiento. - Les dijo Adara amablemente, sentándose ella primero.

Giselle se percató de la manera en que su amiga apretaba los puños, y le agarró la mano para que se calme, Elaine volvió a la realidad y se calmó, dejando ver una sonrisa indicando que todo estaba bien. - ¿Estos días han sido muy ajetreados para la familia real? – Preguntó Giselle, para aliviar el momento tenso, pensó que tal vez a Elaine le causaban muchos nervios estar cerca de la que pronto sería reina de Inglaterra.

- No tienes idea cariño, incluso mis hijos decidieron salir de Londres porque no aguantaron este vaivén, y mi esposo, ni os cuento, casi no lo veo, el rey tomó a todos por sorpresa al dar tal anuncio.

- Su majestad, imagino que usted ya está acostumbrada al ajetreo del palacio. – Dijo Elaine, sin dejar de mirar a la princesa Adara.

- Creo que nunca me acostumbraré Lady Elaine, pero es el precio que se paga por pertenecer a la realeza, aunque debo admitir que he vivido más cosas buenas que malas. ¿Y usted Lady Elaine qué opina acerca de Londres?

- Me ha encantado, ya no quiero irme de aquí. – Respondió con una cálida sonrisa, aunque estaba fingiendo.

- Puede quedarse a vivir si así desea, Londres es un excelente lugar para vivir y aquí siempre será bienvenida.

- Le he dicho lo mismo. – Dijo Giselle.

- Vine por un tiempo, pero después de ocuparme de unos asuntos asumo que tendré que regresar a la tierra de mis padres.

- Entiendo mi Lady, en cuánto a usted señorita Giselle, le pedí que viniera porque hay algunos asuntos que me gustaría discutir en cuánto a su compromiso con Patrick, mi hijo, pero tranquila no es nada en contra de usted, es más bien porque hay ciertos detalles que hay que aclarar.

- Entiendo su majestad.

- ¿No hay problema si hablamos ahora?

- Oh no, no hay problema, Elaine es mi amiga en quien confío.

- No, no, yo las dejo para que hablen cómodamente, iré a caminar por los alrededores. - Hizo una reverencia, y se dispuso a retirarse.

- Bien. – Elaine acarició la mano de su amiga y le comunicó con la mirada que debía estar tranquila, ella aprovecharía la ocasión para husmear un poco dentro del palacio, y también para calmar ese sentimiento de ira. Cuando la marquesa se perdió entre los arbustos, la reina continuó con la charla. – Este tema ya lo hablé con tu padre Giselle, y él me ha dicho que lo hable contigo, pues no quería tomar una decisión por ti. Yo sé que el compromiso entre ustedes es algo fuera de lo común, mi hijo se ensañó en desobedecer lo que dictan los protocolos, desde su adolescencia ha sido muy rebelde y siempre lo ha hecho incluso incitando a su mellizo a hacerlo también, pero dado que el compromiso obtuvo la aprobación de su padre y hubo un acuerdo entre ellos no hay marcha atrás.

- Siento mucho… - Adara no le dejó terminar y continuó.

- No te sientas culpable cariño, todo esto es culpa de Patrick y de su inmadurez que a veces le hace tomar decisiones apresuradas. El tema es que han comenzado a surgir rumores de que mi hijo está comprometido solo para desobedecer a su padre, y yo no quiero que esa sea la imagen que la gente tenga de la familia real antes de la posesión de Basil como rey.

- Comprendo su majestad.

- Escucha Giselle, no sé si tengas sentimientos por mi hijo, pero estoy segura que él no los tiene por ti, al menos no por ahora. – Esa afirmación fue como haber disparado directo al corazón de Giselle, y ella no puedo evitar sentirse mal por eso. – Así que he decidido que lo mejor será que ustedes convivan más, así podrán conocerse mejor, conocer del otro sus debilidades y fortalezas. Yo no quiero que después de su matrimonio haya rumores más fuertes acerca de su vida como casados, yo quiero lo mejor para mi hijo y para ti, entonces le pregunto señorita, ¿Está de acuerdo en venir a vivir al palacio?

Giselle no entendía porqué la reina le pedía eso tan repentinamente. – Su majestad, yo… no estoy segura.

-Sé que debes sentir miedo, pero cuándo estés aquí tendrás mi respaldo, yo no deseo ver que mi hijo arruina su vida con malas decisiones, y no quiero decir que el haberte elegido lo sea, es solo que no comprendo su actuar, y al menos en esto me veo obligada a intervenir, no quiero que seas un adorno en la vida de mi hijo, y algo más… si la convivencia no funciona para que ustedes se acerquen y mejoren sus relaciones, entonces yo mismo firmaré el decreto en donde anularé su compromiso, entonces serás libre de casarte con el hombre que desees.

- Comprendo su majestad. – Dijo Giselle, con una expresión de tristeza, y es que hasta ese momento ella no se había dado cuenta que el tema de su compromiso era más serio de lo que pensaba, no sabía si estar cerca de Patrick arreglaría en algo su relación.

- El día de la coronación, quiero que estés presente con Patrick. – Adara tomó la mano de Giselle. – Te lo pido de favor, ese día ven y quédate cerca de mi hijo, y también hasta ese día puedes pensar en lo que te acabo de proponer, quiero una respuesta hasta ese día.

- Lo pensaré su majestad.

- Y bueno ahora quita esa carita de tristeza, no soy una bruja que quiere hacerte daño.

- Ja, ja, claro que no su excelencia. – Sonrió Giselle.

- Comamos, sino será un desperdicio haber preparado todo esto. – Dijo la princesa acercando un pedazo de tarta de manzana para ella.

^^^En algún lugar del palacio real…^^^

Elaine caminó y en un momento se dio cuenta que todo estaba en silencio, en ese lugar del jardín no había nadie de la servidumbre caminando, no entendía el porqué, si solo unos pasos atrás había sirvientes yendo y viniendo por todos lados, pero no le tomó importancia a la situación y continuó caminando por el sendero solitario, de repente escuchó fuertes ruidos, eran disparos, eso la asustó un poco, pero ella era osada y en vez de regresar a donde estaba su amiga y alejarse del lugar, decidió acercarse más, y vaya sorpresa se llevó. La princesa Adara dijo que sus hijos no estaban en el palacio, pero ahí estaba Edward, con el torso descubierto y con un arma tirando al blanco, ante los ojos de la doncella la imagen era estúpidamente sensual, y comenzó a admirarlo desde lo que ella creía, era una distancia “prudente”.

Edward estaba concentrado practicando su tiro, como todos los días, hasta que por el rabillo del ojo pudo ver a una corta distancia la silueta de alguien que lo espiaba, no sintió miedo pues si se tratase de alguien peligroso lo más seguro era que ya le hubiese atacado, además burlar la seguridad del palacio era casi imposible, así que decidió jugarle una broma, después de un par de tiros repentinamente apuntó con su arma a quien lo espiaba, y disparo cerca de su cuerpo, asegurándose de no lastimar a la persona, pero se sorprendió cuando escuchó el grito de una mujer.

Elaine que estaba escondida, se asustó al oír el disparo que iba dirigido hacia ella, e inevitablemente gritó antes de caer de espaldas entre los arbustos.

-¿Quién anda ahí? – Gritó Edward. - ¿Se entretiene espiándome?

Elaine no sabía si debía ponerse de pie y pedir disculpas, y cuándo vio que el hombre que esperaba una respuesta se acercaba decidió fingir un desmayo.

Edward estaba seguro que no le disparó, pero al no obtener respuesta se apresuró a verificar que había sucedido, y no podía creer cuando vio a Elaine en el piso inconsciente, corrió a socorrerla y la sangre se heló al pensar que le hizo daño. – Lady Elaine, ¿Está bien? ¿Me escucha? Demonios ¿Qué hiciste Edward? Mi Lady despierte por favor. – Dijo él algo desesperado, pero Elaine cometió el error de mover sus párpados, enseguida Edward se dio cuenta que ella estaba fingiendo, así que decidió jugarle una broma, vio un balde con agua cerca, acomodó la cabeza de la bella durmiente sobre el pasto, luego tomó el balde y botó agua sobre su cara, mojando también la parte superior de su vestido.

Elaine en menos de lo que canta un gallo se levantó, y comenzó a maldecirlo. - ¿Qué haces imbécil?

- Parece que la bella durmiente se despertó. – Dijo él, viendo de manera descarada la silueta de sus pechos marcada bajo el vestido. – El que hace las preguntas aquí, soy yo. Primero ¿Por qué me espiaba? segundo ¿Por qué fingió desmayarse? y tercero ¿Por qué me llama imbécil si solo trataba de ayudarle?

- ¿No le enseñaron a respetar a una mujer? - Le cuestionó ella con ira en sus palabras.

- ¿Y a usted no le enseñaron a no espiar hombres semidesnudos? ¿O es que le parezco un hombre irresistible? – Dijo él tranquilamente mientras se secaba el sudor de la frente con su camisa, no dejó de verla en ningún momento, y eso la incomodó más, pues se percató que su vestido se había mojado y dejaba a la vista sus atributos.

- Deje de mirarme como un pervertido, todo esto es culpa suya. – Dijo ella con coraje, y se tapó con sus manos.

- Tenga. – Le entregó su saco. – Cúbrase, es lo único que tengo aquí. – Luego se acercó a su oído, y le dijo en voz baja. – No necesito verla demasiado, mis ojos han apreciado figuras más espectaculares. – Luego enfrente de ella  comenzó a desvestirse para ponerse ropa limpia.

Ella quería decirle unas cuántas palabras, pero al ver que se desabrochaba los pantalones dio media vuelta y se cubrió con el saco que él le entregó. – No es más que un maleducado y presumido.

Él fingió no escucharla, y después de tomar un baño rápido ahí al aire libre, se puso ropa limpia, y dio media vuelta viendo a Elaine aún de espaldas temblando de frío, eso le causó gracia.

- Vamos mi Lady, ordenaré que le den ropa limpia y seca.

- No iré a ningún lado con usted.

- ¿Entonces por qué me espero ahí?

- Yo no… - Elaine se sintió estúpida.

- Deje el orgullo y sígame.

- El camino es por acá. – Dijo ella señalando el camino por el que había llegado.

- Ese es el camino que usted tomó, no es el habitual para mí, pero si desea que todo el palacio se entere que estuvo conmigo vaya empapada en esa dirección. – Le dijo alzando los hombros, ella se sintió frustrada, estaba quedando como una tonta. Edward al verla confundida, fue hacia ella y tomó su mano. – No suelo hacer esto, pero digamos que seré amable con la marquesa de Francia, por el bien de Inglaterra.

Elaine sintió una corriente por todo su cuerpo cuando sus manos se tocaron, se quedó sin aliento, sin siquiera responder nada, él comenzó a caminar con ella de la mano, y cuando Elaine reaccionó se soltó de su agarre, para después lanzarle una mirada asesina. – Puedo caminar sola, siga, yo iré detrás.

- Está bien. - Le respondió él tranquilo.

Después de rodear esa pequeña parte del castillo, llegaron al lugar donde había una salida alterna desde las habitaciones de invitados, pero entre el sendero y la puerta había una zanja profunda por la que corría agua, Edward pegó un salto y ya estaba del otro lado, pero claramente Elaine con ese vestido y los zapatos que llevaba puestos no podría saltar, así que él no tuvo más remedio que extender su mano para ayudarle, ella se sacó las zapatos y debió dejar a un lado su orgullo para tomarla.

Cuando salto, ella casi se cae, y él la sostuvo con fuerza atrayéndola hacia su cuerpo, quedando así muy cerca el uno del otro, parecía que las circunstancias del destino los querían juntos.

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