Después del día de coronación, el rey Basil comenzó a ejercer sus nuevas funciones como monarca, lo primero que hizo fue partir con una comitiva hacia el norte en donde entablaría un diálogo con los escoceses, que prácticamente los últimos años se volvieron nuevamente un gobierno autónomo; de nada sirvió que en el siglo XIII, el rey inglés Eduardo I haya puesto a su protegido Juan como primera autoridad, pues las relaciones se deterioraron y desde entonces las autoridades sucesoras de las tierras del Norte han estado tratando de crear una nación independiente, una que no deba nada a los reyes ingleses, quienes a lo largo de la edad media y moderna intentaron de muchas maneras anexar Escocia a Inglaterra, y de hecho Escocia casi logra deshacerse del mando inglés en el reinado de los dos monarcas antecesores a Basil, quienes no supieron cómo manejar la situación; pero Basil era un hombre sabio, un rey de carácter y con poder de convencimiento, no perdería nada yendo a hacer un trato con ellos en el que ambas partes obtendrían beneficios, claro que no sería fácil.
- Adiós mi reina, cuida de Inglaterra con tu sabiduría y tu buen juicio, Edward estará aquí para ayudarte. – Le dijo Basil a Adara mientras dejaba un cálido beso en sus manos.
- Majestad debería ser yo quien vaya en su lugar, tal vez se está arriesgando demasiado. – Le dijo Edward quién observaba a sus padres despedirse.
- Hijo, tu padre sabe qué hace, y estoy segura que podrás tomar su lugar de la mejor manera mientras no esté. – Respondió Adara.
- Así es Edward, y vigila a tus hermanos, no quiero malas noticias cuando regrese. – El rey subió a su caballo. – Y si puedes ve buscando una esposa, creo que será la mejor alegría que le darás a tus padres ¿Verdad mi reina? – Ella asintió con una sonrisa al escucharlo, la primera persona que se le vino a la mente fue Elaine. – Claro que, si no puedes, tu madre podría buscar una mujer excelente para ti.
- Vaya, vaya, no pensé que el tema saldría a flote en estas circunstancias. Ve tranquilo padre, cuidaré bien de la reina y de mis hermanos los príncipes, y en cuanto a lo otro, lo haré por mi cuenta y a mi tiempo.
- Como sea, volveré pronto. – El rey golpeó con el pie al caballo y comenzó a cabalgar. Adara se quedó en la puerta mirando como su esposo se perdía en el horizonte junto a sus hombres, Edward por su parte entró enseguida al palacio en donde le esperaba Gabriel.
- Su excelencia ¿Hará algo en la tarde?
- Si, tengo un asunto urgente que resolver.
- Bien le informaré al general Abel, llegaron los cañones que él pidió y quería inspeccionarlos con usted.
- Dile a tu padre que puedes inspeccionarlos con él en mi lugar, y después de eso tienes la tarde libre, ve a visitar a tu madre, no la descuides tanto tiempo, porque viene a quejarse con mi madre diciendo que su hijo siempre tiene tanto trabajo que no la visita.
- Dios, no puedo creer que mi madre haya dicho eso. – Gabriel se sintió avergonzado.
- Parece que no la conoces, la señora Trista es una mujer agradable, estaba bromeando, de hecho, no se quejó, pero si habló al respecto con mi madre, y fue ella quien me pidió que hable contigo.
- Gracias por su benevolencia su excelencia, iré a verla más tarde.
- Bien, me retiro, cualquier novedad hablaremos mañana después de mi entrenamiento matutino.
Gabriel hizo una reverencia; Basil fue hacia los establos, en donde tomó su caballo y comenzó a cabalgar hacia su destino.
-
Giselle estaba viviendo en el palacio un par de semanas, y aún seguía sin acostumbrarse a su nueva vida; extrañaba a su familia, y claro a su amiga, quien por alguna razón no había ido a visitarle.
Patrick y ella casi no se veían, pues él no sabía que iría a vivir en el palacio, tontamente pensó que su madre tomó esa decisión sin consultarle para molestarle, así que como un niño rebelde se iba muy temprano y regresaba muy tarde al palacio.
Giselle decidió ignorar su actitud, pues la reina le dijo antes que si las cosas no funcionaban ella se encargaría de anular su compromiso, más bien pensó en que podría hacer con su vida después de que sucediese aquello, pensó que sería buena idea irse de Inglaterra y vivir en Francia, ya que Elaine le habló muy bien de París.
-
Elaine un par de días después de la coronación recibió una carta, era del hermano de su padre, quien le notificaba que un notario francés iba con él para obligarla a firmar documentos en los que constaba que como único hombre soltero de la familia del marqués Antoine de Evreúx tenía derecho a manejar todos sus bienes, ya que ella no estaba casada y por ende no cumplía con los requisitos establecidos para heredar la fortuna de su padre.
Eso preocupó mucho a Elaine, quién no entendía como el consiguió convencer a las autoridades aun cuando la reina estaba de su lado, imaginaba que probablemente la monarca se vio obligada a ceder ante la presión de los
nobles quienes al parecer se sentían amenazados cuando una mujer obtenía “más poder del que merecía”.
No sabía que hacer al respecto, se estaba ahogando en un vaso de agua, ella no quería ir al palacio y pedir ayuda al príncipe después de lo que pasó aquel día, sentía que se iba a desvanecer con solo mirarlo, y por otro lado no conocía a muchas personas que podrían ayudarle, el conde podía ser una opción, pero él estaba alistándose para viajar con el rey hacia el norte, y no tendría tiempo de atender asuntos triviales de una jovencita extranjera.
Así pasaron los días y extrañamente dejó de intentar luchar, parecía que finalmente se daría por vencida con ese tema, no le quedaba más que esperar a su tío y llegar a un acuerdo con él. El hecho de perder lo que su padre más amaba, y dejar que alguien más se haga cargo también la deprimió, así que pasó sus días en casa, comiendo poco y durmiendo mal.
-
Edward llegó a su destino, la casa de Elaine, bajó de su caballo y trató de no llamar la atención, ya que si alguien lo veía podrían malinterpretar la visita e irse en contra de Elaine.
Cuando iba a entrar miró que un carruaje llegó, esperó para ver de quién se trataba, era un hombre joven de buen vestir que nunca antes había visto en Londres, y por la manera de vestir dedujo que era un extranjero. El hombre bajó de su carruaje acompañado de otro, y pasaron la puerta principal apresuradamente sin que alguien los anuncie, luego tocaron la puerta de la casa de Elaine y enseguida los dejaron pasar.
El también entró, y se percató de que no había nadie en la puerta principal, así que caminó hacia la puerta de la casa, cuando iba a tocar escuchó una discusión, se detuvo y en vez de entrar decidió averiguar que estaba sucediendo.
-¿Piensa salirse con la suya Sir Daniel?
- Creo que le advertí antes que no podría contra mí, finalmente he ganado, el consejo real aprobó mi solicitud, de hecho, no fue tan difícil. ¿De verdad pensó que mintiendo que estaba comprometida podría ganar? – Cuando Edward escuchó lo que dijo Daniel entendió porque Elaine estaba tan apresurada por encontrar un marido.
- Veo que no es un tonto como pensé.
- Me encanta que haya pensado eso de mí, la gente tonta que triunfa obtiene mayor satisfacción pues nadie se espera que ganen.
- ¿Qué es lo que desea?
- Todo.
- ¿Todo?
- Así es, por eso ha venido el notario hasta aquí, yo ayudé a levantar ese hermoso castillo que usted ha descuidado por venir de vacaciones aquí, yo ayudé a administrar los grandes campos del marqués, yo ayudé a mi hermano desde muy joven a cumplir las órdenes reales que se le otorgaban, estuve antes que usted, por ende, me merezco todo.
- Usted es su hermano, y fue tratado como sirviente, pero yo soy su única hija, sangre de su sangre y no necesité hacer demasiado para ser merecedora.
- ¿Hija? ¿Sangre de su sangre? No es más que la hija de una bastarda que se metió en la cama de mi hermano para quedarse con todo. – Lo dijo con tanta rabia, luego terminó empujándola contra el sofá y alzó su mano para golpearla.
- ¿Qué demonios cree que hace? – Edward irrumpió en la sala, lo alejó de un empujón, y se puso delante de Elaine impidiendo que el hombre la tocara.
- Edward. – Elaine se sorprendió al verlo, y rápidamente se levantó.
- ¿Está bien marquesa? – Él tomó su rostro e inspeccionó que todo esté bien, ella asintió y se aferró a su camisa bajando la mirada.
- ¡Insolente! ¿Acaso no se da cuenta que estamos discutiendo un tema importante?
- ¿Cómo se atreve a tocar a mi prometida y en su propia casa? – Cuando dijo eso todos se quedaron en silencio, Elaine no pudo creer lo que estaba escuchando y lo miró con tal asombro que sus ojos se abrieron al doble de su tamaño normal. Daniel por su parte retrocedió algunos pasos al escuchar tal pregunta.
Luego el hombre miró a Elaine con ira y espetó. - ¿Su prometida?
-Así es, llevamos dos meses comprometidos. – Edward lo dijo con mucha seguridad; el notario sintió que su cuerpo se desvanecía, parecía que el viaje tan largo que hizo por complacer al consejo sería en vano, pues con un prometido no había forma de quitarle nada a la hija del difunto marqués.
- ¿Quién demonios es usted? – Preguntó Daniel.
- Créame no querrá saberlo, porque entonces se sorprenderá tanto que orinará sus pantalones y luego huirá como una rata de esta nación.
- Sir Daniel, creo que no tiene sentido continuar en esta casa, si ellos están comprometidos no habrá nada que podamos hacer, lo mejor será volver a Francia, y espero que tenga el dinero que me prometió. – Le dijo en voz baja el notario tomando su brazo.
- ¡Silencio! Nadie sale de aquí, porque a mí no me pueden engañar tan fácilmente, si de verdad ustedes dos están comprometidos, ¿Por qué Lady Elaine no tiene un anillo en su mano?
Elaine nuevamente comenzó a temblar, pero Edward decidió usar el último recurso. – Porque yo soy el príncipe heredero de Inglaterra, y para entregarle el anillo formalmente debo hacerlo con una ceremonia, algo que sucederá muy pronto, y claro usted no está invitado para verlo.
-¿Príncipe heredero? – Respondió Daniel preocupado, y con un tono más amable.
- Le dije que lo mejor era irnos. – Le indicó el notario quien había comenzado a temblar por miedo a lo que podría hacer Edward.
- Así es, por eso le recomiendo que no vuelva a aparecer por aquí, enviaré a hombres de mi confianza para que dirijan la mansión del marqués mientras mi prometida esté aquí, después de casarnos frecuentaremos Francia así que no debe preocuparse por nada. Y algo más, no vuelva a tratar así a Elaine, porque entonces cortaré sus manos, las haré picadillo y se convertirán en comida de lobos; no se preocupe por la dote, no necesito de eso, ni de nada que venga de usted.
- Bien, supongo que debo irme, con su permiso, excelencia.
Antes de que Sir Daniel termine de despedirse, el notario ya había salido corriendo, el pobre viejo estaba tan asustado que quería huir de Inglaterra lo más rápido posible. – Ay Dios mío, por favor acuérdate de tu humilde hijo, y no permitas que el príncipe de Inglaterra se acuerde de mi cara.
-Cállese cobarde, y vamos rápido de aquí. – Así como llegó, le tocó regresar, con las manos vacías y con un profundo odio hacia Elaine.
Elaine se quedó estática, después de que Daniel saliera se comenzó a sentir débil, y antes de que Edward pudiera reaccionar cayó en el piso desmayada; demasiadas cosas agotaron su energía, el no haber comido bien, el haber dormido poco, la preocupación, y finalmente el asombro que le causó la experiencia que acababa de tener.
-¡Que alguien venga! – Gritó Edward al tomarla en brazos, todos los sirvientes entraron en la sala.
- ¡Mi señor! ¿Qué ha sucedido? – Preguntó muy preocupada, la ama de llaves y más fiel de las sirvientas.
- ¿Dónde está la habitación de Lady Elaine? Sufrió una descompensación y necesita que la revise un médico.
- Tú llama un médico. – Señalo la mujer a uno de los sirvientes quien corrió a buscarlo. – Y usted sígame le mostraré la habitación.
Edward la acostó suavemente y le cubrió con una manta, imaginó todo lo que Elaine debió sufrir en eso días en los que no supo nada de ella, pensó que seguramente ella ya sabía que su tío iba con la intención de quitarle todo.
-Lady Elaine no ha querido comer durante los últimos días, creo que también ha dormido poco, finalmente todo eso le está afectando.
- ¿Cómo pudieron dejarla sola con ese imbécil?
- Ella nos ordenó a todos salir por la puerta trasera y esperar ahí hasta que el hombre se vaya.
- Entiendo… por favor traiga algún perfume o esencia que tenga un olor fuerte, intentaré despertarla.
- Como ordene mi señor. – La mujer se apresuró a buscar lo que le pidió Edward, sentía curiosidad por saber de quien se trataba, pues parecía demasiado preocupado por su señorita.
-
Elaine, ¿Qué has hecho contigo mismo? ¿Pretendías morir o algo así? Después de ese beso que te di en palacio debías entender que podías acudir a mí, yo no hubiese dudado en ayudarte. – Le dijo él en voz baja mientras acariciaba su rostro.
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Comments
Lilia Lucia Bernacchi
si se lo pidió es idiota
2022-07-10
2
Herminia Cabrera
por favor más capitulos....
excelente
2022-06-27
2
Keydis Santana
q capítulo tan emocionante y eses es mi protagonista un buen hombre cuidando lo q es suyo
2022-06-24
1