Capítulo 10

El movimiento en el hotel en que se hospedaba se volvió errático, las mucamas no fueron en la mañana a limpiar, avisándoles para ir a desayunar; su profesor acompañante tuvo que regresar a casa por cuestiones familiares.

- ¿No es extraño que nos dejen solos? – preguntó Danna a sus amigas quienes estaban en el baño de la habitación que ellas compartían.

- No puede hacer mucho que digamos\, además no somos unos chiquillos\, podemos cuidarnos solos. – Tania se colocó labial rosa y un perfume especial para acentuar su aroma.

- Deberías colocarte uno.

Danna saco de su pequeña mochila que porta todo el tiempo los collares que había comprado, originalmente no creyó necesitarlos; pero dadas las circunstancias del día anterior, no tuvo más opciones.  Había entregado uno a Marco, por lo que únicamente le quedaban los de sus amigas, ella estaba bien con los supresores.

- Quédatelo\, no combina con mi ropa.

- Tania…

- Está bien\, lo guardo… pero nada más me lo pondré si es necesario.

Esta respuesta no fue de su agrado, pero fue un avance; Sonia por su parte, no dudo en colocarlo sobre su cuello, sabía que Danna siempre traía para ellas; por lo que se consternó al ver el estado del que ella misma portaba.

- ¿Y el tuyo?

- Se lo di a Marco.

- Entonces toma este.

- Descuida\, estoy bien.  Si pasamos por una farmacia compro otro\, así que no te preocupes.

Tania esperaba encontrar al dueño del aroma que percibió la vez pasada en el bar; sabía que era el olor de un alfa dominante; sería maravilloso que él pudiera quitar la marca que la obligaba a estar con ese hombre que no ama.

Nadie se percató que incluso los huéspedes ajenos a la clase de Danna fueron desalojados del sitio; no fue hasta la tercera noche en la que tuvieron que arreglar sus propias camas que se percataron de la falta del personal.

- Es inútil\, no hay nadie que conteste el teléfono. – pronuncio molesta Marisa después de colgar con violencia el teléfono de la habitación.

- Esto me da mala espina.

- Deja de decir tonterías… Harás que me asuste.

Aun así, varios de sus compañeros aún disfrutaban de sus vacaciones libres de cualquier supervisión; en todos estos días Danna no ha podido conseguir una farmacia abierta; a pesar de que el letrero decía que estaban disponibles las 24 horas, ninguna estaba en servicio cuando pasaban por ellas.

- Me estoy comenzando a preocupar más por la falta de farmacias que por otra cosa… Es como si nos  estuvieran evitando.

Danna tocaba su collar de vez en cuando, podía sentir como el material comenzaba a desgastarse y volverse fibroso y débil.  No tardaría mucho tiempo en romperse y dejarla sin protección.  El único servicio que seguía disponible era el restaurante y el bar donde fueron la primera noche; no eran muchas sus opciones, pero era algo.

La gente que tenía contacto con ellos no era el personal del hotel que vieron los primeros días; todo esto traía un muy mal presentimiento a Danna quien no dejaba de morderse las uñas por la preocupación; observa con cuidado y precaución, rezando porque fuera solo su imaginación y al terminar el viaje pudieran reír por lo tonta que había sido; pero esa sensación incómoda no la dejaba en paz.

Adam  dejó de llegar de un día para otro, gracias al celular supo que tenía problemas para entrar al complejo; ese día particularmente se sentía oprimida, algo en su interior le decía a gritos silenciosos que estaban en peligro; pero no quería asustar a nadie más, Marisa se marchó al baño para refrescarse y quitarse la sensación de pesadez que sentía en los hombros.

Tomó su mochila una vez más sintiendo el celular de emergencia en su interior, buscando con ello relajarse, más no tuvo mucho efecto; su pecho sentía la presión y los latidos de su corazón estaban en su cabeza.  Observa el paisaje por el balcón, necesita relajarse o podría desmayarse.  Sin embargo, lo que vio minutos después le helaría la piel por completo.

Carros iguales de color negro llegaron acompañados de varias camionetas, se estacionaron frente al edificio y de su interior descendieron hombres vestidos de negro, quienes ocultaban sus ojos bajo unas gafas negras; esperaban al lado de las puertas.

De un carro color gris, bajo un hombre que después de acomodarse el traje hizo una señal; todos los hombres corrieron hacia el edificio.  Danna supo en ese momento que se encontraban en peligro.  Tomó nuevamente su mochila, que había colocado en su espalda nuevamente e intentó buscar el celular.  Por la impresión no recordaba que estaba oculto, tocó cuanto botón pudo sentir antes de que la puerta se abriera con violencia y cuatro hombres entraron.

- Ustedes vienen con nosotros. – fueron lo único que dijeron\, la tomaron por el brazo y la obligaron a bajar.

Pudo ver que Marisa fue obligada a bajar torpemente cubierta por una toalla, aún escurría agua de su cuerpo y su hermoso cabello, ahora mojado, se pegaba a su piel.  Abajo todos formaron una fila, los hombres fueron metidos a la fuerza a las camionetas sin decir nada, mientras que las mujeres eran alineadas; era como si estuvieran buscando a alguien.  Danna hacía una lista mental de sus compañeros, desde que los hicieron bajar hasta que comenzaron a meterlos en las camionetas.

- No está Dylan. – susurró cuando el último chico fuera era metido de un empujón dentro de la camioneta y las puertas de esta se cerraron.

- Oye\, mira al frente. – el hombre que la sostenía la zarandeo un poco.

Fue en ese momento en que pudo escuchar las pisadas de unos zapatos acercarse a donde ella se encontraba; el sonido de la voz profunda le heló la sangre, no la reconocía; pero pudo distinguir un pequeño “Esta no es…”; realmente estaban buscando a alguien.  Sus piernas se volvieron de gelatina y no pudieron sostenerla más.

- Ponte de pie…

Danna realmente quería obedecerlo, pero sus oídos se taparon y ya no podía distinguir más allá de su nariz, estaba completamente aterrada y la fuerza había abandonado sus piernas.  El hombre tuvo que tomarla

en brazos para que pudiera mostrar su cara.

Cuando el hombre que estaba buscando llegó a ella, manipuló su cabeza de un lado a otro antes de sonreír complacido, chasqueo los dedos y con una sonrisa caminó a su coche; eso era todo, todas las demás chicas fueron metidas por puños a las camionetas; acto seguido todos los coches que invadían el lugar se marcharon.

Los empleados, que hasta ese momento se encontraban apiñonados en un cuarto de intendencia fueron liberados y amenazados con no llamar a la policía, acto seguido les dieron varios fajos de dinero a modo de compensación; nada había ocurrido en ese sitio si es que llegaban a preguntar.

El grupo de Danna había desaparecido y nadie podía ayudarlos.

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