Ella Otra Vez

Me dirigí a mi aula a grandes zancadas, hacia el tercer piso. La profesora Ana ya estaba ahí, sentada en su escritorio y revisando unos cuantos papeles y uno de sus libros, con tal concentración que no se percató de que yo estaba entrando.

Busqué con la mirada a mis compañeros, pero tropecé con la mirada tierna de una chica muy linda, de cabello largo y castaño, quien me saludó sonrientemente desde su asiento, alzando su mano. Con una sonrisa tímida le devolví el saludo.

Alguien más llamó mi atención con su mano: era Carlos, mi compañero de clases; un muchacho de dieciocho años, con el cabello color azabache. Señaló con su índice un asiento libre que estaba a su lado y yo me senté ahí. La chica linda que me había saludado minutos antes estaba conversando entre murmullos con una chica que se sentaba a su lado. Las dos me miraron alegremente con una amplia sonrisa y automáticamente mis ojos se clavaron en la mesa y mis manos abrieron uno de mis libros, luchando contra el impulso de vencer a la timidez.

—Eres todo un galán. A veces me pregunto cómo lo haces —dijo alguien que se sentaba detrás de mí: era Pier, de veinte años, otro compañero de clases; llevaba puesta una gorra de color negro, muy fiel a su estilo.

—Esa gorra me gusta más —dije con una sonrisa en el rostro.

Poco a poco los demás alumnos iban llegando. Yirley y Harold se sentaron al lado de Pier y Carlos respectivamente. Yirley, de diecisiete años, era una compañera de poca estatura; su abundante cabello color caoba volvía loco a Carlos, de eso podía estar seguro. Por el contrario, Harold, de diecinueve años y tez trigueña, era el más alto de todos.

Finalmente el aula se llenó y la profesora Ana empezó con la clase. Por suerte no nos tomó un examen sorpresa, pero nos martirizó con una aburridísima perorata. Algunos alumnos se echaron sobre las mesas pretendiendo escuchar a la profesora. Otros tamborileaban con sus dedos, y el resto exhalaba silenciosos y prolongados bostezos; incluso Pier.

Afortunadamente el timbre sonó y la clase terminó. Velozmente todos cogieron sus mochilas y en tropel salieron del aula. Estuve a punto de hacer lo mismo, pero la chica linda que me había saludado cuando entré al aula se aproximó a mí, y con una sonrisa encantadora me preguntó:

—Hola, ¿te puedo hacer una pregunta?

Pier aclaró su garganta.

—Hola. Sí, claro —respondí. Miré a mis compañeros y les dije—: sigan sin mí. Luego los alcanzo.

Pier miró a la chica linda, me miró a mí y me guiñó un ojo mientras salían del aula.

—Disculpa, ¿por casualidad tú eres Nicolás Torres? —preguntó con entusiasmo.

—Sí, ése soy yo —dije asintiendo con mi cabeza.

—¡No lo puedo creer! —exclamó ella alegremente llevando sus manos al pecho —¡Lo sabía! ¡Eres tú! ¡Después de tanto tiempo! —y de pronto dijo—: ¿Me recuerdas?

—Eh… no quiero ser grosero ni nada pero, no te recuerdo. Tal vez si me dices tu nombre lo haga —indiqué con una vergonzosa sonrisa.

Ella soltó una risita.

—Soy Jacky Vazconsuelo, ¿te suena? —preguntó.

Mi corazón empezó a latir un poco más rápido, mis manos sudaban levemente y sin previo aviso mis labios formaron una sonrisa. “¿Podría ser ella, acaso, en quien no había dejado de pensar en todo este tiempo?”, me pregunté. En realidad no recordaba su apellido. Mi mente sólo se había dedicado a pensar en ella y grabar su nombre en mis pensamientos.

Era difícil saber si se trataba de la misma persona. Habían pasado diez años y yo podría haber conocido a otra chica llamada Jacky a quien no recordaba. Pero su entusiasmo me hacía pensar que mis sospechas eran ciertas.

—Bueno, a decir verdad, yo… conocí a una tal Jacky cuando era niño —empecé a decir mientras ella movía febrilmente su cabeza de arriba abajo y sonreía de oreja a oreja—, la conocí en la escuela, en la primaria; después de ella ya no conocí a otra Jacky, eso creo —me alcé de hombros—. Pero, entonces, ¿quieres decir que tú…?

—¡Sí! ¡Lo soy! —se lanzó hacia mí y me envolvió en un eufórico abrazo —¡Me da gusto volver a verte! Ven, hablemos mientras caminamos —me tomó de la mano y me llevó fuera del aula.

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