El Principal Obstáculo

Alguien movió rápidamente su mano en frente de mi cara, como llamando mi atención: era Charlie, mi amigo de toda la primaria, un niño delgado, con el cabello corto y color azabache, un niño que prefería más el juego que los estudios; pero aun así daba señales de querer superarse.

—Oye, Nicolás, ¿Qué haces? Pareces un zombie, ¿A quién miras con tanto interés? —preguntó mientras observaba a Jacky y sus amigas alejarse—. ¡Ajá! Lo sabía. Te gusta Zulyn, ¿verdad?

—¿Qué?

—No trates de engañarme —dijo Charlie alegremente, arqueando las cejas—. He visto cómo la miras; pero si no me equivoco, a ella le gusta Miguel y viceversa. No creo que tengas oportunidad con ella.

—Te equivocas. No me gusta. Es bonita, eso es todo.

—Bueno, no importa. Oye, amigo, he venido para pedirte un favor —dijo seriamente mientras ponía su mano en mi hombro—. Yo sé que tú y Jacky son muy buenos amigos, y bueno, ella y yo no hemos tenido mucha comunicación que digamos; por eso quiero que me ayudes. Dile que me gusta, que soy un buen niño, háblale de mí, sólo eso y yo hago el resto.

—¿También te gusta? —pregunté, sorprendido.

—Sí, no es difícil que a alguien le guste. Es su sonrisa lo que me cautiva —dijo sonrientemente, quitando su mano de mi hombro y cruzándose de brazos—. Además, se nota que es una niña muy tranquila, tú debes saberlo más que yo.

—Sí, lo es —afirmé, tratando de no mirarlo a los ojos—. Pero no creo poder ayudarte, amigo. Me mudaré mañana a la casa de mis abuelos, ¿Por qué no le pides ese favor a Miguel? Tú ya lo conoces, él no tiene vergüenza de hacer esas cosas. Es más, Jacky hará una fiesta de cumpleaños en su casa, podrías ir —añadí.

Me había resignado por completo a expresarle mis sentimientos a Jacky, de nada serviría hacerlo. Aquella ilusión desaparecería con el pasar del tiempo sin que nosotros podamos hacer nada. No teníamos la edad suficiente para tomar decisiones e ir a encontrarnos en algún lugar, o para convertirnos en enamorados, aquello en lo que la gente que se quiere y que es mayor de edad se convierte. Éramos niños de diez años y esa era una razón suficiente para no hacer nada. ¡Qué importaba si a Charlie o a alguien más le gustaba Jacky!

—¿Te vas, amigo? ¿Vivirás lejos de aquí? —preguntó Charlie, con una expresión de sorpresa en su cara—. Te voy a extrañar, compañero —nos estrechamos las manos y nos abrazamos—. Así que hará una fiesta de cumpleaños, ¡excelente! —frotó rápidamente ambas palmas de sus manos—. Bueno, está bien, le pediré ese favor a Miguel. Pero si puedes hacerlo, hazlo, ¿sí? —dijo sonrientemente, esperando una respuesta aprobatoria de mi parte.

—Está bien, lo intentaré —dije forzando una sonrisa.

Poco a poco iban llegando los padres a la escuela; cuando estuvieron todos reunidos, incluyendo mis padres, el profesor Carrera se acercó al patio de juegos y nos invitó a pasar al aula.

Una vez adentro tomamos nuestros asientos y el profesor empezó con su aburrido discurso de todos los años. Sus palabras empezaron a perder peso y viajaban a mi cabeza lentamente, como nubes en el cielo. El calor y las caras aburridas de mis compañeros de clase me invitaban a hundir mi cara en la mesa y poco a poco sentía que los párpados me pesaban. Observé a Jacky, recostada sobre el brazo de su padre, y un sentimiento de tristeza se apoderó de mí. Pero por otro lado, el saber que viviría en la casa de mis abuelos me alegraba, porque también tenía amigos allá y el lugar era divertido.

Estuve a punto de quedarme dormido, pero una ola de aplausos me sacó de mi ensimismamiento. El profesor Carrera nombró a los alumnos que habían obtenido los primeros puestos y les entregó sus diplomas de honor, y como de costumbre, Zulyn y Miguel se llevaron el primer y segundo lugar respectivamente; hubo un coro de aplausos.

Finalmente llegó la hora de la entrega de libretas de calificaciones, y uno a uno fuimos llamados por el profesor. Logré aprobar, como todos los demás, el año escolar con buenas calificaciones, y eso significaba que después de seis años, por fin, me embarcaría en ese nuevo mundo de la secundaria. Incluso Charlie, a quien su padre le sobaba alegremente el cabello, aprobó el año.

Jacky se acercó a mí, con cierta timidez, luchó contra el impulso de darme un abrazo, quería hacerlo, pero era como si pitas invisibles la sujetaran para que no lo hiciera. Yo estaba ahí, congelado, observándola, sin dar el primer paso, sin ayudarla a abrazarme. Soltó una risita tonta, dio media vuelta y se fue con sus amigas.

Nuevamente el profesor empezó con su aburrido discurso, pero esta vez fueron los padres los únicos que se quedaron a escucharlo, a nosotros los alumnos se nos permitió salir al patio a jugar.

Estuve jugando con algunos de mis compañeros, y pude divisar desde lejos a Charlie y Miguel que conversaban entre murmullos. Éste último se acercó corriendo a Jacky y le dijo algo al oído; pude imaginar lo que le había dicho. Jacky también le dijo algo en el oído y Miguel abrió la boca en son de sorpresa, regresó a donde estaba Charlie y nuevamente hablaron entre murmullos. A partir de ese momento la mirada y el trato de Charlie hacia mí cambiaron por completo. Durante todo el tiempo que se tomó el profesor Carrera en dar su último discurso, Charlie se la pasó evitando mi presencia, y sólo daba respuestas cortas a mis preguntas. Repentinamente Charlie y Jacky entablaron una bonita amistad. Correteaban por el patio soltando carcajadas, y yo me sentía extraño, era una sensación que no podía describir pero que me obligaba a estar solo.

Regresé al tobogán y me deposité ahí, más extraño que nunca… El tiempo pasó volando y los padres salieron del aula. Nos acercamos a ellos y juntos nos encaminamos a la salida. No vi a Charlie por ninguna parte. Me detuve por última vez en la salida de la escuela, justo después de que mis padres cruzaron la puerta.

Traté de encontrar a Jacky con la mirada pero tampoco la hallé. “Seguro se fueron juntos… no importa”, me dije a mí mismo.

—¿Te vas, entonces? —dijo una voz detrás de mí.

Volteé mi mirada. Jacky se encontraba en la puerta de la salida, se acercó a mí a paso firme y nos quedamos cara a cara. Nunca antes había estado tan cerca de ella. Mis ojos rechazaban el contacto con los suyos.

—Sí —dije con cierto nerviosismo.

—Cuídate mucho, ¿quieres? —dijo, y de pronto, hundió sus labios en mi mejilla, giró sobre sus talones, y corriendo, cruzó la puerta de la salida.

Más populares

Comments

Helena Ramirez Vargas

Helena Ramirez Vargas

Que tristeza

2022-09-09

0

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play