La carta

Habían pasado alrededor de tres horas, me encontraba sola en medio del bosque, trataba de comprender la cantidad inmensa de información que me había contado mi familia; sin duda alguna nunca dejarían de sorprenderme, ¿Qué mas me ocultaban?, esa fue la única mentira que me habían contado o ¿Había más?

Me encontraba sentada, viendo a la nada y respirando profundamente, antes de pedirles tiempo para poder sopesar la información mi madre me entrego un sobre, era color dorado y tenia un sello rojo, con un escudo de una casa que no conocía, mis manos temblaban, estaban frías, estaba muy nerviosa, y sostenía aquel pedazo de papel como si fuera un arma que literalmente fuera a herirme.

Aun no encontraba el valor para abrirlo; y si decía algo que yo no quería leer, odiaba con todas mis fuerzas la idea de ser una pieza de ajedrez en un juego, que alguien mas jugaba por mí, que decidía por mí, la vida que yo tenía no era mía fue una artimaña que uso un rey extraño para castigar a mi madre, mi familia no era lo que yo pensaba antes de mi nacimiento habían sido reyes de Shekinah, ni siquiera yo era la que creí ser, no era una simple granjera, era la última niña que había nacido; ¿La corona era mía, pero acaso yo la quería?, me costaría mucho; mi vida estaba planeada pero yo aun era libre de negarme, según mi madre, era decisión mía ascender al trono o quedarme como siempre.

Y por más que lo pensaba la idea de estar comprometida también me daban escalofríos, a mí no me interesaban las  relaciones, yo no quería un esposo, si bien había querido experimentar con Justin la cosa no llego a nada, ya que yo me sentía muy incómoda, la experiencia no fue de mi agrado y ya no quería repetirlo; sin contar que me

sentía muy culpable con mi abuela, ella me había inculcado que yo solo podría estar con mi esposo, siendo honesta yo no era muy seguidora de la religión, pero si le era obediente a la mujer que me crio.

- ¿Y bien que dice?- me sobresalte y gire la cabeza en dirección a la voz que había hablado segundos antes, era mi hermana.

-No sé, no eh podido abrirlo – le sonreí, que ella estuviera conmigo me tranquilizaba y mucho.

- Ábrelo- dijo mientras se sentaba junto a mi y me tomaba de la mano.

Asentí con la cabeza, era la única oportunidad que tenia de abrirlo, sola me acobardaría y no lo abriría, así que rompí el sello y desdoble la hoja, encontré una hermosa caligrafía;

- Es una carta- le dije a mi hermana.

- Pues léela– rio, y me miro

-Eh, está bien– bajé mi mirada hacia la carta y comencé a leerla en voz alta.

- Querida princesa\, Adair Ellie Tweedalee- suena raro – dije riendo, mi hermana me miro impaciente por saber que decía, así que seguí leyendo.

-Han pasado dieciocho años, desde la ultima vez pude verte, sin duda alguna sé que serás una hermosa mujer, espero que tus abuelos hayan hecho un mejor trabajo esta vez, si estas recibiendo esta carta es porque tu familia ya te conto lo que sucedió hace tanto tiempo; espero que desde el fondo de tu corazón me entregues tu perdón, y me gustaría agregar que no todo es como ellos lo cuentan; si quieres saber mas y aceptas tomar la corona, te invito a que vayas a la casa de seguridad que cree para ti, para que se te enseñe lo esencial, antes de que puedas presentarte en la corte, conocer a tu padre, a su familia y a mi hijo, el príncipe Chandler.

Recuerda que eres el futuro de este reino y del mío también, te pido que vivas dignamente y no cometas los mismos errores de tu madre.

Sinceramente August I, rey de Ucrynah.

-No sé qué decir– rompió el silencio mi hermana, la mire estábamos más confundidas que antes.

¿A que se refiere cuando dice que no todo es como nos lo cuenta? - le pregunte, pero ni ella ni yo teníamos la respuesta.

-Escuche cosas del príncipe Chandler – me observo de la misma manera en que yo la miraba cuando hablábamos de Elliot.

- ¿Y eso que tiene que ver conmigo?­– respondí secamente, yo no caería en su juego a ella si le gustaba el boticario, a mí no me gustaba e príncipe, es decir como podría, ni siquiera sé cómo luce.

-Bueno es tu futuro esposo – se rio de una forma tan exagerada que me molesté, la vi levantarse, sacudirse la tierra del vestido, me observo y me tendió la mano para ayudarme a levantar.

-Alteza es hora de regresar – volvió a decir, esta vez sí le di un golpe en el hombro,

-Cállate babosa - me levante, la mire y nos reímos al unisonó, y nos alejamos de nuevo en dirección a la granja, supongo que es hora de tomar una decisión.

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