A la mañana siguiente, el sol comenzaba a entrar por las grandes ventanas de la habitación, se escuchaban los pájaros cantar y las olas del mar, chocar con las rocas en la costa, sus ojos estaban hinchados de tanto haber llorado, se sentía tan miserable, no entendía porque le hacían esto sus padres, no entendía porque debía casarse ella y no su hermano, sabía que debía levantarse de esa cama, vestirse y salir a dar aquel paseo que le daba repulsión, con aquella persona que tanto odiaba.
-Toc, toc – ¿Alteza, esta despierta?–, el joven príncipe la espera – hablo una de sus criadas.
-Un momento– grito furiosa.
Se levanto, cambio y peino, debía verse magnifica, ella no le daría a nadie el gusto de verla derrotada y con una falsa sonrisa en su rostro, tomo la manija y abrió la puerta. Tenía algo en mente y esto tal vez le cambiaria su vida para siempre, pero no estaba dispuesta a dejar su libertad.
El paseo comenzaba a ser tedioso, pero le sirvió para estudiar a la persona que tenía enfrente, su padre siempre le hablo sobre nunca dar un paso en falso, siempre estudiar al enemigo y después proseguir, en este caso August era el enemigo del que debía deshacerse.
–¿Y qué opina?– pregunto el joven príncipe en tono cómplice, se podía notar que estaba intentado coquetear con la princesa, y lo hacía bastante mal.
– ¿Sobre qué? - respondió Elisbeth, ignorándolo de nueva cuenta y acelerando el paso.
Tomándola del brazo aquel impetuoso August, la paro en seco y solo dijo – de que planeo besarla en este momento, es lo que acabo de mencionarle alteza -sus absurdos intentos de cortejarla la estaban molestando, se desesperó tanto que le grito unas palabras que probablemente hirieron al joven.
–Jamás me casaría contigo, me das asco, eres la persona más irritante que conozco y créeme que si debo atar mi vida a la tuya, antes de que me toques tu o tu maldito miembro, primero te lo corto con mis propias manos y se lo envió a mis estúpidos padres.– estaba alterada, pero se sentía tan bien desahogarse después de haber callado tanto la noche anterior, recupero el aliento, le hizo una reverencia, dio media vuelta y se fue con una sonrisa triunfante entre sus labios.
Las cosas se habían puesto tensas con el príncipe August, no se había cancelado el compromiso más bien todo lo contrario, ese mismo mes se anunció la alianza entre ambas naciones y se celebraría con una gran fiesta, la gente de todos lados llego para celebrar con la familia real, los reyes vecinos no asistirían, pero enviaban a sus emisarios y majestuosos regalos en señal de disculpa. Los reyes anfitriones daban la bienvenida y se ofrecían a alojar a cada uno de sus invitados en las distintas residencias del castillo, uno de los reinos que más destaco fue el de Anyahsa, enviando un regalo inesperado.
-Sus majestades, me complace anunciarles que la reina Cecil envía siete arcas llenas de oro y trigo en señal de buena fortuna por la futura alianza de la princesa Elisbeth con el futuro rey de Ucrynah - hablo el emisario de Anyahsa encargado de asistir a la fiesta en nombre de su monarca.
-Muchas gracias sir Malcolm, es un placer aceptar este preciado obsequio- contesto la reina Gladis.
Cenaron con cada uno de los miembros importantes y emisarios enviados, los trataron con hospitalidad y les asignaron guías para que conocieran los hermosos lugares que tenía para ofrecer Shekinah.
La fiesta de compromiso se adelanto ya que el padre de August estaba muy enfermo y probablemente moriría pronto, los preparativos se cumplieron en casi cuatro días, aunque fueron apresurados, una gran elegancia emanaba de cada decoración que fue puesta estratégicamente en la fiesta.
Todos parecían estar disfrutando, celebrando se les veía contentos, la única persona desgraciada en el reino aparentemente era Elisbeth, quien se había escondido en el jardín de nenúfares, se había robado una gran cantidad de botellas de alcohol y se había puesto a beber.
Estaba tan borracha que todo le daba vueltas, había escapado de la fiesta por que la todo ahí le parecía asqueroso y cada vez que alguien la felicitaba, se sentía tan miserable que quería morir ahí, y ahora. Estaba feliz de estar sola, nadie aparecería en ese jardín pues era de ella, había sido un regalo de su padre y se había convertido en su lugar favorito en todo el palacio, la gente tenía prohibido entrar había sido un decreto del rey y todos los respetaban a excepción de los jardineros que se encargaban del jardín; sin embargo, era de noche y por suerte estaría sola, hasta que se acabara la fiesta.
-Su alteza- giro la cabeza y vio a un hombre con una canasta en las manos, porque demonios estaba en su jardín.
-Largo- grito
-El príncipe August, la busca- dijo el hombre mirándola directamente a los ojos, lo cual era extraño ya que nadie lo hacía, usualmente le tenían miedo.
-Que se vaya a la mierda- dijo la princesa, luego rio, e hizo una señal al joven para que se sentara con ella.
Conversaron durante mucho rato, a medida que pasaba el tiempo se daba cuenta que el joven era muy amable y que tenían muchas cosas en común, impulsivamente beso sus labios, el respondió, al beso como si llevara esperándolo durante toda la noche, la tensión que se sentía en el ambiente era palpable, querían estar juntos lo que hacía más excitante y complicada la situación ya que había mucha gente en el palacio y cualquiera podría entrar y verlos.
-Esto está mal, usted es la princesa y yo un emisario que debe traer la paz– dijo el chico casi sin aliento, se apartó de ella y trato de recuperar el aire, que segundos atrás había perdido, logrando al fin formar una frase coherente.
-Alguien podría vernos – volvió a hablar
- ¿Y eso te asusta? – pregunto, Elisbeth muy impaciente, lo observaba, había deseo en sus ojos, ambos querían estar juntos pero su indecisión la estaba desesperando tras pasar unos segundos y no obtener respuesta, se levantó, pensó que con suerte encontraría a alguien con más valor.
Giro una última vez y hablo -Bien, ya has tomado tu decisión – hizo una señal de despedida y dio unos pasos directos hacia la salida del jardín, pero entonces, el joven la tomo de la mano y en una maniobra exitosa la recostó en el piso, mientras le daba un tierno beso, él se sentó sobre ella y le dijo –Solo por esta noche….
Luego de esta frase, ninguno de los dos volvió a hablar, ya que ambos intentaban cumplir sus apasionados deseos, sin importar mucho la satisfacción del otro.
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