¿Justin, es solo un amigo?

Llevaba un mes viviendo en la Mansión Graham, mis heridas ya estaban mucho mejor, no había regresado a la granja aun por dos razones, la primera mi madre seguía ahí, la segunda, le prometí a Sarah que me quedaría hasta su fiesta de cumpleaños que sería en quince días. Su padre el Duque Graham, me pidió que ayudara a Sarah y Justin con los preparativos finales, y yo accedí, habían sido muy amables conmigo, me atendieron muy bien, les estaba muy agradecida así que lo mínimo que podía hacer era ayudar a mi mejor amiga con su fiesta, yo no sabía nada de preparativos para fiestas de nobles, lo único que hacía era dar mi sincera opinión sobre colores, sabores y vestidos.

Pero no todo era etiqueta, de vez en cuando por las tardes, Justin me invitaba a cabalgar, él sabía que a mí me encantaba montar a caballo, en sus establos tenía una yegua muy mansa que me prestaba, llamada Furia, ese nombre no le hacía justicia ya que su carácter era muy noble y siempre que podíamos nos burlábamos de la pobre yegua y su triste suerte con el nombre que le había puesto su joven amo.

Justin también era hijo del Duque Graham, era mi mejor amigo, de hecho, fue mi amigo mucho antes que Sarah, desde niños Justin siempre me acepto y no le importo convivir con la nieta de unos granjeros, de hecho, todo lo contrario, me cuidaba, me invitaba a su casa a comer y a jugar.

Cuando crecimos no hubo mucha diferencia, el aún me consideraba su amiga venía a la granja más a menudo que su hermana, a veces traía un tablero de ajedrez y me preguntaba si quería jugar, otras veces venia con su caballo Cerbero y con la yegua Furia para invitarme a cabalgar, yo siempre lo recibía con una gran sonrisa, él era una de las pocas personas que de verdad me conocía y con la que me sentía realmente cómoda.

Siempre que no me visitaba me ponía un poco triste, pero yo lo entendía él se   convertiría en el sucesor de su padre por lo que estaba muy ocupado, agradecía el esfuerzo que hacía, si no podía venir por la tarde, lo hacía por la noche, y me traía algún pastelito, mientras me invitaba a dar un paseo nocturno, caminábamos por los alrededores de la granja o simplemente veíamos las estrellas.

Nunca vi a mi amigo de otra forma, la gente del mercado creía que era mi novio, ya que más de una ocasión se ofrecía a acompañarme a vender los productos de la granja, a lo que yo me negaba para evitar malentendidos, sin embargo, mi abuela me aclaro siempre que él era el futuro Duque y que estaba obligado a casarse con una

mujer de su misma posición, yo no era tonta si me hubiera permitido sentir algo por él, solo podría aspirar a ser su amante, era la única forma de estar juntos y bajo ningún motivo yo sería la amante de absolutamente nadie, además a mí nunca me importo el hecho de tener pareja.

- ¿En qué piensas\, pequeña? – me pregunto Justin, no sé cuánto había pasado desde que deje de responderle.

- Eh... en nada\, pensaba en la fiesta - mentí, al parecer me creyó, ya que no insistió en que le volviera a decir en que pensaba.

-Pequeña, se está haciendo tarde, volvamos a la mansión- rompió el silencio, su voz estaba tranquila, pero note que estaba triste, solo asentí y gire mi caballo, el camino fue tranquilo, volvimos a hablar de la fiesta y del regalo de Justin le haría a Sarah, yo reía con lo que se le ocurría, y después cambiamos de tema, en realidad, aunque hablamos mucho no hablamos de nada.

Cuando llegamos a la mansión, le entrego los caballos al capataz y nos dirigimos a la entrada, al estar frente a la gran puerta de cristal de detuvo;

- En la fiesta quisiera que habláramos de algo… - dijo apenado, lo mire muy extrañada, él era un joven muy seguro de sí mismo, así que el tema debía ser importante.

-Hablemos ahora- respondí con una enorme sonrisa, no quería que mi amigo se sintiera mal, y si

era algo en lo que necesitaba ayuda, lo mejor era saber que estaba pasando por su mente en ese momento.

Negó con la cabeza y me invito a entrar, los sirvientes que nos oyeron nos esperaban junto

a las escaleras para recibir las capas y ofrecernos un poco de agua, aceptamos los vasos y antes de separarnos me susurro muy bajito para que nadie más escuchara que en la fiesta me contaría todo, me sonrió y subió las escaleras.

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