Habían pasado casi seis meses desde que hui de la fiesta, los guardias del rey me seguían buscando, sin embargo, con la ayuda de Justin y su padre todo fue mas sencillo, cada dos semanas el duque, nos enviaba una bolsa con oro para que pudiéramos vivir y nos moviéramos sin contratiempos, pasábamos las noches en diferentes lugares, a veces en posadas, en graneros o en el bosque, no entendía hasta qué punto se había deformado mi vida, o si ya lo estaba y yo no me había dado cuenta.
Siempre que podía le preguntaba, a Justin los motivos de la regente para querer asesinarme y me respondía lo mismo “Que él no podía decir nada” ya estaba harta, nadie me contaba que estaba sucediendo, solo me escondían como si yo fuera de cristal, como si no pudiera entender que sucedía, el notaba que yo estaba molesta, y para compensarme hablábamos del pasado y de las travesuras que hacíamos, cada cierto tiempo me besaba y yo lo dejaba sim embargo no me sentía cómoda, no era lo que me imaginaba, simplemente lo dejaba hacerlo por miedo a que se molestara y me dejara, lo que si le deje muy claro fue que no pasaría nada entre nosotros, solo reía pero yo estaba firme en esa cuestión.
-Justin, quiero ir a la granja- dije aquellas palabras en un susurro, era de noche, estábamos a oscuras, solo nos iluminaba la luna, no podía ver la expresión que tenía, pero sabía que estaría consternado.
-De acuerdo- respondió, me sorprendió creí que me diría que no, que seria muy peligroso pero acepto, supuse que su padre también quería vernos, así que solo l agradecí y me quede dormida.
Nos tomaría casi quince días en regresar a la granja, estábamos en la frontera con el reino vecino, nos escondimos aquí ya que sabíamos que los guardias no llegarían tan lejos, tenía la intención de cortarme el cabello, pero sería inútil, el color me delataría, no conocía a muchas personas que fueran pelirrojas lo cual aumentaba la posibilidad de que me capturaran.
Mientras viajábamos tratamos de ser lo mas sigilosos posibles, nunca nos metimos con nadie, y de hecho tampoco entablábamos conversación con las personas que conocíamos, cuando nos quedábamos en alguna posada o entrabamos a comer a una taberna, Justin pagaba más de lo habitual para que guardaran silencio, lo cual
me parecía muy peligroso, ya que alguien podría seguirnos o tratar de dañarnos, el me aseguraba que todo estaría bien. Nos llegó una carta de su padre, enviada por uno de sus secretarios privados, la apariencia del hombre era mala, al parecer llevaba buscándonos mucho, hasta que por suerte nos encontró.
También nos platicó que seguían buscándome en la capital, pero ya sin tanta intensidad, se rumoreaba que yo había muerto, ya que habían encontrado a una joven de mi edad y también pelirroja ahogada en el gran canal, la gente que me conocía sabia que no era yo, pero al parecer esa situación había calmado la ira de la regente, me
tranquilice un poco, no era el final de su búsqueda pero al menos me dejaría en paz un tiempo, tal vez el suficiente para entender por fin que estaba pasando, o para que apareciera el príncipe heredero y esa terrible mujer dejara de tener tanto poder.
El secretario nos acompaño durante el viaje, junto con él había unos mercenarios que nos protegían, yo me sentía incomoda, llamábamos mucho la atención, era evidente que ellos estaban escoltando a alguien, lo que me tranquilizaba era que no hacían preguntas y que iban armados hasta los dientes.
Cuando llegamos a la capital, decidimos separarnos en dos grupos, el secretario se fue con Justin hacia la casa del duque Graham, era muy peligroso que se quedara conmigo ya que habíamos desaparecido al mismo tiempo, y yo me fui con cinco de los mercenarios a la granja, antes de que tuviéramos que separarnos, quedamos en que nos veríamos al anochecer a las afueras de la granja.
Fue relativamente rápido el camino a caballo, aunque a mí me pareció una eternidad, los mercenarios no hablaban de nada, al menos no conmigo, y cuando yo les preguntaba algo, me contestaban de una forma muy seca, así que opte por dejar de tratar de caerles bien; tal vez era lo mejor, así no estarían involucrados en mi situación y no podrían entregarme.
- Hasta aquí llegaremos– dijo el que parecía ser el jefe de los mercenarios.
- Está bien – respondí, ni se inmutaron, simplemente dieron vuelta al caballo y se marcharon.
La vieja puerta de mi granja estaba enfrente de mí, tenia tanto miedo, tantas dudas, sabía que mi familia podría ayudarme a resolverlas, y aunque no fuera así estarían conmigo, eso era lo único que me importaba; tome la chapa de la puerta, la gire lentamente, no sabía cómo reaccionarían mis abuelos después de estar fuera tanto tiempo, me arme de valor y entre.
Camine el largo pasillo que daba desde la entrada al comedor, mi familia estaba sentada de espaldas a mí, comiendo, las lagrimas salieron sin que yo pudiera retenerlas, hacia tanto que quería verlos, no lo admitía ante Justin porque debía ser fuerte, sabía que podía ponerles en peligro.
-Volví– mi voz era ronca, creo que me iba a enfermar, o tal vez era por que tenia muchas ganas de correr hacia ellos y abrazarlos.
Todos giraron congelados hacia mí, no podían creer que estuviera frente a ellos. - Hermana – una pequeña voz grito y corrió hacia mí, estirándome sus pequeños brazos regalándome el abrazo que tanto ansiaba; sin duda alguna era Archie, lo cargue y le di un gran beso, le hice unas preguntas y lo deje bajar, por fin había conocido a mi hermano.
-Hija – mi abuela se acercó a mí, imitando el abrazo de mi hermano, le di un beso. - ¿Estas bien? – yo no respondía, mi voz estaba cortada, si hablaba seguro lloraría, solo la abrace y asentía a sus preguntas.
- Tenemos que hablar– nos interrumpió mi abuelo, me sorprendí, su voz era tan fría, tuve miedo, respire, me calme y se senté; era cierto debíamos hablar.
-Tienes razón, debemos hablar - me calle, lo mire y volví a hablar – ¿Por qué demonios quieren capturarme? Entiendo que yo cometí un error con la señorita Nikola, pero ¿No creen que se están tomando muchas molestias conmigo?, me tratan como si yo fuera una criminal peligrosa- reí, para aminorar el ambiente, pero al parecer fui la única que se relajó – ¿Somos criminales? – pregunte atónita, cada vez mi vida estaba más revuelta que antes.
- Escúchame con mucha atención – dijo mi madre, miré a mis abuelos, estaban preocupados mi hermana estaba sorprendida como yo, al parecer tampoco sabía nada, asentí y mi madre comenzó con su relato.
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