Capítulo 17.

El accidente había pasado desapercibido por la escuela y sus estudiantes, pero no por la familia de Erik, al parecer, cuando la pequeña Emily despertó desorientada, con parte de la cabeza rapada y un ojo cerrado a causa de una horrible inflamación provocada por un golpe, y una incisión en el costado izquierdo por una costilla rota, las primeras palabras que pudo pronunciar fueron un: “Alguien entró a robar a la casa”. Esa historia pudo haber sido tomada como incierta de no ser por que la ventana estaba rota y algunas cosas de valor habían desaparecido, esto, sucediendo cuando un loco se dio cuenta de que la ventana de aquella casa estaba rota y podía entrar por ahí, pero no había sido el causante de semejante cosa.

Emily pasó un mes en reposo, pudo haber sido más tiempo, de no ser por las continuas visitas de Christian y Claude, quienes le hacían sonreír y jugaban a las cartas, ajedrez o damas chinas con ella. Se había convertido en sus mejores amigos y Claude no volvió a preguntar por la propuesta, es más, se sentía culpable por no permanecer más tiempo con la castaña y evitar aquella desgracia, mientras tanto, Erik evitaba pasarse por ese lugar sin importar que, unos días después, al enterarse de todo lo sucedido evitó a como diese lugar ver a Emily; ni siquiera su amigo Joe sabía lo que había pasado, iba a mantenerlo en secreto hasta el día de su muerte, cuando los gusanos se lo comieran, mientras tanto, aquello no había sucedido.

Cuando Emily regresó a clases, los demás no dudaron en burlarse de su corte de cabello, que estaba muchísimo más corto que a sus 8 años, a pesar de los constantes esfuerzos por evitarse golpizas, no lo logró, lo intentó, intentó desaparecer y que no fuese molestada hasta el día en que sus heridas sanaran completamente, pero no, ahí estaba ella, en el suelo de los baños después de que una bola de mocosas la llevaran a rastras y le metieran la cabeza en el inodoro, se estaba cansando, de verdad que sí. Se quedó ahí escondida, sin importar que faltara a clases y regresó a casa cuando ya estaba completamente seca.

Pero al día siguiente, cuando todos estaban en clases, el mismo círculo de personas la acorraló en el patio trasero de su aula, después de ir con el director por petición de este debido a asuntos escolares; al parecer, aquellas personas habían recibido una alerta por parte de maestros después de que se enteraran de los abusos, fueron hasta ella, creyendo que había sido la culpable de su detención.

Empujaron y golpearon, Emily sintió el dolor y ya sentía oler el típico olor a químicos del hospital, el libro que le fue regalado por el director fue destrozado y tirado al suelo, dejándola a ella con un labio roto y un hematoma en la mejilla, justo en el mismo lugar en el que Erik la había golpeado, se quedó ahí, recostada, sintiendo como el sol la calentaba y secaba el jugo de naranja que le había tirado encima. Mientras que por la ventana del salón de Erik, este veía como la habían golpeado, temiendo por sus heridas aún no sanadas del todo, y temió el peor de los casos al ver que no se movía del suelo, estuvo a punto de pararse y salir corriendo para verificar que se encontrara bien; sus intenciones se detuvieron cuando vio a Christian correr hasta ella y levantarla con delicadeza, ella estaba bien, y lo sabía pro la manera en la que sus brazos envolvieron el cuello de Christian, vaya que sintió celos y unas inmensas ganas de salir corriendo para golpear a aquel idiota, ella era su novia y no tenía porque abrazarlo a él.

Mientras tanto, Emily contenía sus lágrimas, pero no provocadas por el dolor, sino por el cansancio que le provocaba la vida.

—Chris… crees ¿Crees que vale la pena vivir?

—¿De qué hablas, hermosa?

—¿Crees que alguien como yo merezca seguir viviendo?

—Claro que sí, preciosa, tu mereces seguir viviendo.

—No lo creo, no sabes… no sabes cuantas ganas tenía de quedarme dormida y no salir de aquella cirugía de…

—No digas eso, no puedes pensar en esas cosas.

—Si muero a nadie le importaría, no significo nada para nadie.

—Eso no es cierto, tu madre, tu padre… Claude y yo te extrañaríamos, no creo que nos quieras hacer llorar por tu pérdida.

—No… tienes razón.

Con dolor en su boca por el labio partido, sonrió y abrazó más fuerte a Christian.

—Es la primera vez que me abrazas, Chris, me gustan tus abrazos.

—Te abrazaré cuando quieras.

Erik si sentía envidia, pero no quería perder el control de nuevo, así que quitó la mirada de la venta y fingió prestar atención a las clases, se sentía mareado, tal vez se enfermaría pronto, había estado bañándose con agua fría en las mañanas además de que salía sin suéter cuando hacía frío, un resfriado era lo más seguro, sentía un poco de calor, tal vez la fiebre.

Y aquello no era mentira, al día siguiente, su temperatura estaba en los 38 grados, su nariz estaba congestionada y además de que no dejaba de toser y estornudar, su madre había salido a comprar las medicinas recetadas por el doctor cuando Emily entró corriendo a la habitación de la mayor. Él se sorprendió de tenerla ahí, creí que nunca se le volvería a acercar, pero no, ahí estaba, con una bolsa llena de medicamentos para controlar la temperatura.

—Espero te recuperes pronto, conejito, iré a mojar esto y lo colocaré en tu frente para que la fiebre baje —sonrió y salió corriendo para regresar con un cuenco lleno de agua fría y dos paños sumergidos en este.

—No tienes que hacerlo, Mimi, yo…

—Calla —colocó uno de sus dedos regordetes en los labios del mayor y esto le hizo gracia al mencionado.

Sacó uno de los paños, lo exprimió y doblado lo colocó en la frente del otro, prepararé sopa, mi madre me dijo que lo mejor que se te puede dar en estos momentos son líquidos por tu garganta.

—Mi madre ya hizo.

—Pero no has probado la mía —sonrió, aunque hizo una mueca por ello, su labio estaba sanando otra vez.

—Sólo vete y deja de molestar ¿quieres?

No quería que se fuera, pero verla le recordaba lo cruel que había sido con ella y lo horrible que la había tratado.

Ella hizo una mueca y se levantó de su lugar para bajar con lentitud las escaleras, sintió un vacío al verla marcharse y dejarlo solo así que cerró los ojos para evitar concentrarse en la estela de perfume que había dejado en su habitación; pero después de 40 minutos ella regresó con un plato lleno de sopa humeante.

—Te dije que no has probado la mía.

—Te dije que te fueras.

—Y yo no te dije que me fuera a ir.

Lo obligo a sentarse y quitó el paño mojado, para comenzarle a dar la sopa, que se tomaba a traguitos y masticaba con dificultad los pedazos de zanahoria.

Cuando se la terminó, ella lo volvió a recostar, tapó con las sábanas y colocó otro paño mojado que estuvo cambiando cada 5 minutos, pues la temperatura de Erik era muy alta. Cuando este comenzaba a dormitar, le pidió disculpas a la menor.

—Lamento… lamento lo que sucedió, Mimi… yo estaba fuera de control, no quería que nadie más te tuviera, yo quité la carta de Claude de tu asiento.

—Nunca te sería infiel, conejito, perdón —se corrigió— Erik.

—No, adelante, dilo, es adorable —sonrió, lo que provocó una ensanchada sonrisa en ella.

—No quería que pensaras lo contrario, pero es mi culpa por cerrarte la puerta en la cara y pro golpearte, no debí golpearte.

—Sólo quédate conmigo, no te vayas.

—Aquí me quedaré.

Erik se movió hasta quedar en la orilla contraria de su cama, invitando a Emily para que se acostara a su lado, ella aceptó, nerviosa, se coloco de frente a él y recargó su cabeza en el pecho del chico, estaba tan caliente que no necesitaba de una sábana para calentarse, pero sabía que no era lo mejor, así que se quitó los zapatos con la ayuda de sus propios pies y los cubrió a ambos con las sábanas.

—No te vayas —susurró nuevamente el mayor.

—Nunca.

Ambos durmieron juntos, y vaya sorpresa que se llevó la madre de este al ver tal escena, pero no dijo nada y se fue sonriendo de la habitación.

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