Damián Blackwood, es un Alfa dominante que ha construido un imperio oculto entre humanos, jamás pensó que una simple empleada pondría en jaque su autocontrol. Isabella, con su espíritu desafiante, despierta en él un deseo prohibido… pero lo que comienza como una peligrosa atracción se convierte en una amenaza cuando descubre que ella es su compañera destinada. Una humana...
Bajo la sombra de antiguas profecías y oscuros secretos, sus destinos colisionan, desatando fuerzas que nadie podrá contener.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un encuentro no previsto, y una fiesta inesperada
El viernes por la tarde, Selene decidió regalarse un momento para sí misma. Amaba las librerías, sobre todo las que aún conservaban el sutil aroma a papel y el silencio reverente de quienes encontraban en los libros un refugio. En esta librería en especial, permitían leer los libros y optar por comprarlos. Selene caminaba entre las estanterías, cuando un libro llamó su atención, se detuvo, lo tomó, y entonces escuchó una voz que conocía demasiado bien.
—Interesante elección.
Giró en seco, y lo vio al otro lado de la estanteria, con un libro en la mano y esa media sonrisa que pocas veces mostraba.
—Señor Blackwood —dijo, algo desconcertada— No imaginaba que le gustaran las librerías.
—Tengo mis contradicciones —respondió él, acercándose— ¿Kafka? —preguntó notando el libro que Selene tenía en las manos.
—Me gusta leerlo cuando necesito recordar que hay cosas peores que los miércoles —respondió ella —además este no lo tenía aún —le explicó.
Una risa, suave, escapó de sus labios. Damián la observó un instante más de lo necesario. No estaban en la oficina. No había estructura ni jerarquías aquí. Solo dos personas entre libros.
—¿Y usted? —preguntó ella, señalando el ejemplar en sus manos— ¿Ficción política? No es raro.
—Lo encontré interesante. Aunque últimamente prefiero los libros de estrategia.
—Vaya sorpresa —dijo Selene con una ceja levantada —¿Va a comprarlo?
—Así es, prefiero la lectura en casa. ¿Usted?
—Yo voy a hecharle un vistazo y probablemente lo compre, aunque para ser sincera me gusta leer aquí —respondió ella.
Él la miró de reojo, con una expresión indescifrable. Mientras algo se revolvía en su interior. No era molestia. No exactamente. Era… otra cosa.
“Mía.”
La palabra resonó en su mente con la claridad de un trueno. Era su lobo. Otra vez.
—No —murmuró para sí mismo.
—¿Perdón? —indagó Selene que había alcanzado a oírlo.
—Nada —respondió rápido— Solo pensaba en voz alta.
Ella lo miró unos segundos antes de asentir y apartar la vista. Volvió a fijarse en el libro entre sus manos, aunque no estaba segura de haber leído una sola línea.
—La dejo continuar su lectura, señorita Montero—dijo él, dando un paso atrás— Que tenga buena tarde.
—Igualmente, señor Blackwood.
Él se alejó sin volverse. Y apenas salió del local, su lobo volvió a hacerse presente.
*Es hermosa. Inteligente. La elegiste sin querer. Lo sabes.*—le dijo.
*Yo no la elegí. Es humana.* —replicó Damián.
*Pero no es cualquier humana. Te reta y eso lo hace porque en cierta forma te entiende. Además no puedes dejar de pensar en ella.*
*Precisamente por eso debo hacerlo.*
*Podrías dejar de negarlo. Solo una vez.*
Damián apretó la mandíbula. Lo último que necesitaba era desear a una humana. No tenía tiempo para sentimientos, ni para vulnerabilidades. Y sin embargo, al recordar su risa, y su forma tan sutil de desafiarlo, sintió que algo dentro de él tambaleaba.
No lo admitiría.
No aún.
Pero su lobo ya lo había hecho por él.
La semana siguiente comenzó con un ritmo más acelerado de lo habitual. Entre reuniones, informes y presentaciones internas, la atmósfera en Blackwood Enterprises se sentía especialmente cargada. Pero nada se comparó con el revuelo que se generó después de que Marcus enviara un comunicado interno desde su oficina.
Damián estaba revisando una propuesta cuando Marcus entró sin tocar, obviamente.
—¿Olvidaste qué día se acerca? —preguntó con esa expresión de “no puedo creerlo” que usaba cuando Damián se metía demasiado en el trabajo y se olvidaba del mundo.
—¿Ahora qué olvidé? —refutó él, desviando la vista de la pantalla frente a él.
—La fiesta anual. Ese evento que se celebra todos los años con el pretexto de festejar los logros de la empresa, pero que en realidad es la excusa perfecta para que los lobos intenten reconocer a sus compañeras predestinadas.
Damián soltó un suspiro. Había olvidado por completo el asunto.
—Pensé que este año podríamos saltarlo —murmuró.
—No, señor CEO. Este año es el aniversario número diez de Blackwood Enterprises. Y vamos a hacerla aquí, en nuestras propias instalaciones. Lo simbólico, lo elegante… y lo estratégico, claro.
Damián frunció el ceño.
—¿Y la parte donde dejamos que sea algo opcional?
—Esa parte la omití en el comunicado. — dijo Marcus, y sacó su teléfono para mostrarle la pantalla con una sonrisa satisfecha— Todos están obligados a asistir. Es parte de la cultura de empresa, ¿recuerdas?
—¿Estás buscando tu compañera? —preguntó Damián con un tono ácido.
—¡Por supuesto! ¿tú no? —replicó Marcus, con una mirada significativa— Tal vez tu lobo necesite un poco de... aire fresco.
Damián no respondió, pero el recuerdo del encuentro con Selene en la librería volvió a atravesarlo como un rayo.
Marcus, por supuesto, no lo dejó pasar.
—Ella asistirá...
Damián le lanzó una mirada filosa, pero Marcus no se inmutó.
—Es lo lógico, es una empleada. Estará ahí como todos los demás. Fin de la historia.
—Claro —respondió Marcus, cruzando los brazos y sonriendo divertido sabiendo lo molesto que se sentía su amigo—. Solo que a tu lobo no le gustan mucho los “finales”.
Damián no respondió. Volvió la vista a la pantalla de su computadora y cerró la ventana de la propuesta que estaba leyendo. En su pecho, el lobo dio un pequeño giro de emoción.
*La fiesta. Ella estará allí.*
*Y no pasará nada* le respondió Damián con determinación, aunque la inquietud ya comenzaba a enroscarse en su interior.
Cuando aquella notificación apareció en la bandeja de entrada de todos a media mañana. Selene tomó un sorbo de café mientras hacía clic con desgano, sin imaginarse el contenido. A medida que leía, su expresión fue cambiando lentamente.
“Blackwood Enterprises se complace en anunciar la celebración del décimo aniversario de la empresa. El evento se realizará en nuestras instalaciones este viernes por la noche. La asistencia es obligatoria para todos los empleados. Código de vestimenta: formal elegante.”
Selene parpadeó.
"¿Obligatoria? ¡No puede ser! " —pensó, luego bufó por lo bajo. No le gustaban las multitudes. Ni los eventos sociales cargados de formalidades, mucho menos los brindis forzados. Prefería la tranquilidad de una cena en casa, una buena película, o incluso una noche revisando reportes antes que verse envuelta en conversaciones vacías entre copas de champán.
Carla, que pasaba por su escritorio justo en ese momento, la notó frunciendo el ceño.
—¿Ya viste el correo? —le preguntó, con un tono mucho más emocionado que el suyo. Ya que ella sabía la verdadera intención de aquella fiesta y para completar tenía la esperanza de encontrar en ella a su compañero.
—Sí, y no puedo creer que sea obligatorio —murmuró Selene con fastidio.
—Es el décimo aniversario. Algo así como la fiesta del año. Hay rumores de que habrá catering, música en vivo y un invitado sorpresa...
—Y probablemente más alcohol que agua —replicó ella, sarcástica.
Carla soltó una risita.
—No me digas que no te emociona un poco. ¿Quién sabe? Tal vez te diviertas.
Selene levantó la vista con escepticismo.
—¿Divertirme en una sala llena de desconocidos vestidos como si fueran a los Óscar? Lo dudo. Además, tengo trabajo acumulado, no tengo vestido, y tampoco estoy de humor.
Carla le dio un codazo suave.
—Entonces ve por protocolo. Entras, saludas, das un para de vueltas y te escapas cuando nadie mire. Pero al menos tendrás que estar allí, cariño.
Selene soltó un suspiro y asintió con resignación.
—Supongo que no tengo opción. Pero me niego a disfrutarlo.
Mientras volvía su atención a la pantalla, una parte de ella no podía evitar preguntarse si Damián estaría presente. Por supuesto que lo estaría. Era su empresa, su evento.
Solo de pensar en su mirada fría pero intensa, el nudo habitual volvió a tensarse en su estómago.
No entendía por qué él la alteraba tanto. Era su jefe. Punto. Pero la sola idea de encontrarse con él fuera del entorno profesional la dejaba inquieta.
"Será solo una noche" — se dijo, volviendo a sus informes.
Pero ni siquiera imaginaba que esa, no sería una noche cualquiera.
¡Mis felicitaciones y agradecimiento por este nuevo regalo de tu fértil imaginación!
👏🏼🌪️👏🏼
💥🐺💖💥💖👧🏼🔥