Soy Mia Montecarlo, joven, hermosa y la única heredera del patrimonio de mi familia; todo eso no me sirve de nada, pues estoy en prisión, por culpa de la Familia Montiel y su ambición, su amor por el dinero y la vida ostentosa, les hizo tenderme la más vil de las trampas, pero lo que ellos no saben es que saldré de aquí, y saldré a vengarme.
Mi plan está hecho y no descanzaré, hasta hacer pagar a cada uno de ellos, incluyendolo a Él, "Valente Montiel".
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10-Ciego de celos.
(Valente)
Como todos los dias laborales, llego temprano al Corporativo, antes que todos los empleados, como lo he hecho desde que me encargué del Corporativo.
Abro la puerta de la oficina de Presidencia, y camino hasta la lujosa mesa de trabajo, la que un día utilizó Máximo Montecarlo, el dueño de esta empresa y la que ahora debería utilizar su única heredera.
Pero en lugar de ella, estoy Yo, y me siento como un maldito usurpador, porque estoy aquí, no porque ella me lo halla pedido, o porque lo merezca, estoy aquí por un maldito fraude.
Y lo peor de todo es que me enteré hace unas 4 semanas.
Todo fue parte de una maldita trampa...
Una trampa para Mía.
Mi Mía... La mujer que jamás he podido sacar de mi mente.
La mujer que me dejo hechizado, desde el primer segundo en que la ví, hasta el día de hoy.
Han pasado 9 años, demasiados años diría Yo, y la sigo pensando, la sigo deseando y la sigo amando, hasta el día de hoy.
Pero eso, lo había mantenido oculto todo este tiempo, porque creí en las absurdas mentiras de Mi Madre.
¡¡Soy un imbécil!!.
Un verdadero imbécil.
No entiendo como es que fui tan idiota, como no darme cuenta de que todo fue una trampa, fraguada por Eugenia y Óscar, dos personas sin escrúpulos y que por desgracia son mis Padres.
Durante todos estos años, me enfoqué en trabajar muy duro, quería mantener mi mente ocupada, pero también quería de alguna manera, mantenerme cerca, y estár en el Corporativo era la mejor manera.
Además, si no me hacía cargo de la empresa, se hubiese venido abajo, porque no habia nadie preparando para el cargo.
Los Montecarlo, tenían gente muy adiestrada en puestos estratégicos, pero la Presidencia y Vicepresidencia, la manejaron siempre ellos, era parte de sus reglas.
El único usurpador, fue mi Padre y ahora Yo.
Pero debo hacer algo, porque todo va a cambiar, y empezaré por buscar al mejor abogado del país, debo sacar a Mía de la cárcel.
Quisiera saber que ha pasado con ella, porque por mi estúpido orgullo nunca, pregunté, ni quise saber nada.
Entiendo y confieso, que actúe así, por celos.
Cuando vi los mensajes en el teléfono de Óscar, y quien los había enviado era Mía, pues era su número; mi corazón se hizo mil pedazos, sentí unos celos incontrolables.
También sentí, rabia y decepción.
Yo la deseaba tanto y ese día íbamos a hacer el amor.
Teníamos todo planeado, estaba tan ansioso porque llegara la noche, porque quería que cumplir todos sus deseos, ella queria hacerlo a la luz de la luna y las estrella, y Yo queria complacerla, pero me cegué de celos y no pude ver más allá, no pude analizar que todo era una vil mentira.
Preferí creer lo malo de Mía, a creer que ella me amaba y me deseaba tanto como Yo.
Perdí la razón, olvidé que se había casado conmigo y que estábamos esperando una oportunidad para escaparnos de aquella fiesta, que Eugenia habia organizado a conveniencia.
Fui tan estúpido, al no recordar en ese momento, que cuando yo la tocaba no había necesidad de oír su voz, era su piel la que me gritaba cuanto me amaba, también lo decían sus ojos al mirarme, el temblor de su cuerpo al sentir el placer que yo le daba, como pude dejar a un lado todo lo vivido, como pude olvidar que era mi esposa.
Pero me comporté como un bastardo, si hubiese sido un verdadero hombre, la hubiera protegido, la hubiera cuidado con mi vida misma, y quizá ahora ella sería mi mujer.
Pero fui un pelele en manos de Eugenia, y ahora estoy al borde de la desesperación.
Recordar ese dia es frustrante, y es que sentí tanto dolor, que ni siquiera estuve en el velorio de Óscar, por estár llorando a Mía.
Me sentía un hijo desconsiderado, pues según Yo, debía estár llorando por mi Padre, aunque hubiese sido un infiel, pues en ese momento creía que las dos adolescentes lo habían seducido y que el como hombre había caído en su juego inmoral.
Sé que no tengo excusa alguna, nada de lo que diga, puede valerme, pero tenía celos de mi Padre.
Ahh Maldita sea...
Como quisiera poder, ver a Mía y rogarle de rodillas qué me dé una sola oportunidad, que me dé solo un momento para oírme, pero como puedo pedir la oportunidad que yo nunca le di.
¡¡Dios ayúdame!!
¿Qué debo hacer, a quién puedo acudir?.
Estoy en mis pensamientos angustiosos, cuando escucho la puerta.
Doy autorización para que pasen y veo entrar a Marcela Mendez.
Me quedo viendo a la exuberante mujer.
—Buenos días, Cariño.
Te preparo un café — Me dice la desubicada número uno, que con una hora de sexo ya se cree tener derecho de llamarme cariño.
—Marcela, te diré dos cosas y espero que se te grave en tu memoria.
Yo no soy tu cariño, soy El Señor Montiel.
Y lo que más debes recordar, es que lo que pasó hace ya varias semanas, fue un error, del que me arrepiento y no quiero ni acordarme, y el que jamás volverá a suceder.
Te recuerdo que sucedió porque te me ofreciste desvergonzadamente, o quieres que te recuerde tus propias palabras.
"Me dijiste, no se preocupe Señor, sé que con usted no debo esperar nada en serio, pero lo deseo tanto, quiero hacerlo con usted".
¿Te recuerdas?, ¿recuerdas que te desnudaste aquí mismo?.
Recuerdas que te dije que no lo iba a hacer en esta oficina.
Asi que te pusiste tu ropa de nuevo y que me dijiste...
Ire al baño, y me confundiré a propósito...
Entraré al baño de hombres por error...
En el baño te di lo que querías, te di sexo.
Quería probarme ya lo hiciste, date por satisfecha.
Ahh y no me vayas a salir con que esa hora de sexo tiene consecuencias, porque si te recuerdas, me protegí.
Te recuerdo todo eso, para que te ubiques y te comportes inteligentemente, porque si no lo haces tomaré medidas contigo.
Ahora comunícame con Leonardo Dorantes inmediatamente.—Le digo a la secretaria, que se quedó con sus ojos brillantes, y sus manos empañadas, sé que soy un bastardo, y que no debería recordarle su vulgar comportamiento, pues yo mismo me comporté tan vulgar como ella, siguiéndola al baño.
Sé que nadie tiene la culpa, de que yo sea tan imbécil, pero esto es lo que soy ahora y solo hay una mujer por la que cambiaría, pero a esa mujer no la merezco.
Veo retirarse a Marcela y Yo me quedo respirando profundo, para canalizar la presión y el estrés que siento por todo lo que me está pasando, desde que descubrí que Mía jamás me engaño, mi mundo es incierto. porque no sé que es lo que haré.
Tomo un momento para aclarar mis ideas, debo tener muy bien pensado lo que le diré a Leonardo.
Pero no es fácil, porque han pasado 9 malditos años y en todos este tiempo jamás le he preguntado por Mía.
Además, sé que el hombre a duras penas me dirige la palabra, solo lo hace por responsabilidad y compromiso, pues si nó, me ignorara como lo hace con Eugenia y Efraín.
Pero debo pensar en una estrategia, para saber de Mía.
No sé como lo haré pero necesito saber de Ella.