Santiago es el director ejecutivo de su propia empresa. Un ceo frío y calculador.
Alva es una joven que siempre ha tenido todo en la vida, el amor de sus padre, estatus y riquezas es a lo que Santiago considera hija de papi.
Que ocurrirá cuando las circunstancias los llevan a casarse por un contrato de dos años,por azares del destino se ven en un enredo de odio, amor, y obsesión. Dos personas totalmente distintas unidos por un mismo fin.
⚠️ esta novela no es para todo publico tiene escenas +18 explícitas, lenguaje inapropiado si no es de tu agrado solo pasa de largo.
NovelToon tiene autorización de Frida Escobar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cambio de carrera.
Abro los ojos cuando él me suelta y camina hacia su habitación, que queda justo frente a la mía. Cierra la puerta tras de sí y yo entro a la mía.
Me quito el vestido, me pongo la pijama, y apenas toco la cama, no sé más de mí hasta que la alarma de mi celular suena.
Como todos los días, me aseo en el baño y busco la ropa que usaré. Me quito la toalla y, en ropa interior, agarro la blusa para ponérmela cuando la puerta se abre de golpe. Por inercia trato de taparme con las manos al ver a Santiago entrar.
—Mi abuela está abajo.
—Ok... ¿puedes salir?
Parece que le dije “mírame”, porque sus ojos recorren todo mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta mi cabeza.
—Apúrate para bajar juntos.
—¿Me dejas cambiarme?
—Te veo afuera, que no me interesa mirarte mientras te cambias.
—dice, saliendo, aunque sus palabras me dejan dudando. Claro... si la pelirroja tiene un cuerpo con demasiadas curvas.
Termino de arreglarme y, al salir, él está con su celular. Debe estar hablando con ella. ¿Tanto pueden hablar si ayer estuvieron encerrados por horas? Los celos me hacen caminar deprisa.
Llego al comedor y saludo a la abuela, que está seria.
—Santiago, ¿qué es esto?
—dice, dejando una revista sobre la mesa. Noto que es una foto de él con la pelirroja.
—Abuela, ¿qué más quieres? Ya estoy casado, como querías, y con quien querías. Está de más que vengas a mi casa a reclamarme este tipo de cosas, y más si tú no has cumplido.
—Alva, ¿nos dejas solos, por favor?
—Claro, abuela. Se me hace tarde para la universidad.
Me despido de ella y salgo, donde Jorge me espera.
—A la universidad, por favor.
—Claro, señorita.
—¿Cómo están mis padres?
—Bien. Preguntan mucho por usted.
Llego a la universidad y me despido de Jorge. Ana y Lila me esperan con una revista en la mano.
—¿Qué ocurrió ayer?
—¿De qué?
—El que pensamos que era un feliz matrimonio se vio en la fiesta... y ambos con diferentes personas. ¿Será que se casaron solo por apariencias? Es lo más probable, ya que ninguna de las dos familias ha salido a hablar sobre el tema. Se le vio a Alva Beltrán con el soltero Patricio, quien, como bien sabemos, no falta a las fiestas de los Beltrán y donde no pierde oportunidad de declararse a la joven, mientras Santiago Rínaldi se perdió en la fiesta con Paola Miller, quien todos creímos que sería la futura señora Rínaldi. Hacen muy bonita pareja y, aparte de ser socios, hubo rumores de que salían. ¿Qué pensará el señor Leo Beltrán de esto?
—termina de leer Ana, con expresión de escándalo.
—Y hasta hay una foto donde Santiago está con esa zorra, muy juntos.
—No digas eso.
—la regaño, y Lila me apoya.
—No puedo creer que sea la única que vea las cosas como son. Esa vieja se está metiendo entre Santiago y tú.
—Nadie se mete en nada. Es uno quien los deja entrar.
—Alva, ¿si Santiago te engaña con esa mujer, tú seguirás como si nada?
—¿Qué cosas dices? Santiago y yo no tenemos nada.
—Te duele, ¿no es así?
—me dice Ana, y paso de largo, dejándolas detrás de mí. Saco de mi bolso los papeles y me dirijo a las oficinas.
—Buenos días, traigo los papeles para el cambio de carrera.
—Claro. Por poco y no podría hacer el cambio. Vino a hablarnos el joven Patricio para apartarle su lugar.
—Así es. Solo daré la diferencia.
—De hecho, es menos. Por lo que veo, usted llevaba el área de contaduría, que es la más cara, y quiere cambiarse a medicina, que es la más económica. Están en extremos opuestos. En el sistema me aparece que a usted se le puede dar una beca; es una estudiante bastante aplicada. Hay otras formas en que podemos ayudarla a que siga en contaduría.
—No se trata de eso. De hecho, yo negué la beca para dársela a otro estudiante. Mi padre quería que estudiara esa carrera, pero yo quiero estudiar medicina.
—La entiendo. Felicidades por la valentía de seguir sus sueños.
—Gracias.
—Aquí está su lista con los nuevos horarios. ¿La diferencia de saldo se le depositará a la misma cuenta? Felicidades, futura licenciada en Medicina.
—Muy amable. Y sí, puede transferirlo a la misma tarjeta que hace los pagos de colegiatura.
Salgo y mis amigas me esperan afuera.
—Sabes que te quiero mucho. Solo me enoja que no te aprecie como te mereces.
—me dice Ana, abrazándome. Le devuelvo el abrazo.
—Estoy feliz por ti. Eres la esposa de Santiago.
—dice Lila, y sonrío, abrazándola también.
—Tengo que ir a mi clase.
—Felicidades por tu nueva carrera. Tomaste la mejor decisión. Siempre hemos dicho que serías una perfecta doctora.
—me grita Ana desde lejos, y entro al salón indicado.
Tomo asiento y entra la maestra. Cada palabra que dice la entiendo a la perfección; esto era lo que quería.
Mi celular suena. Es mi madre.
—¿Has visto a tu padre?
—No, ¿por qué? ¿Qué ocurre?
—Salió muy molesto de la casa... y creo que se debe a una revista que vio sobre la cena de anoche, en la que tú y Santiago asistieron.
Termino la llamada casi corriendo a donde está Jorge y le digo que me lleve a la empresa de Santiago.
Muerdo mis uñas por los nervios. Cuando llegamos, no dejo que Jorge se estacione; salgo corriendo.
—¿Tiene cita?
—Soy Alva Beltrán. Mi padre está aquí.
Se escucha un alboroto adentro, y aprovecho que no hay seguridad para meterme entre las personas que observan. Mi padre está siendo sujetado por dos de seguridad.
—Padre, vámonos a casa.
—le digo, y él me mira con lágrimas en los ojos. Me parte el alma verlo así. Lo sueltan, y señala a Santiago.
—Te vas a acordar de mí.
—Su hija vive en mi casa. Créame que siempre lo tengo presente.
—le responde Santiago. Noto un pequeño golpe en su labio. Detrás de él está la pelirroja. Y más tonta no me puedo sentir.
—Vamos, padre.
—le digo, tomándolo del brazo. Me abraza.
—Me llamó tu madre. Está preocupada por ti.
—¿Qué te parece si las llevo a un restaurante?
—Me encanta la idea.
—Solo los tres, como solíamos hacerlo.
Asiento y subo con él a su carro. Jorge nos sigue y pongo música en el estéreo.
—Ya me llegó la notificación de que la universidad me devolvió dinero por el cambio de licenciatura.
—Tienes a tu lado a una futura doctora.
—Me gusta cómo suena: doctora Alva, favor de ir a la sala de espera donde su padre la espera con los brazos abiertos.
—dice haciendo una voz de altavoz, y sonrío, asintiendo.
—¿Por qué lo golpeaste?
—Solo entré y lo vi con la misma de la revista. De ti no se va a estar burlando. Es cierto que no lo quiero cerca de ti, pero que al menos te guarde respeto durante estos dos años. No serás el hazmerreír de la gente.
—¿Él te hizo algo?
—le pregunto con miedo, y mi padre niega.
—Es de lo peor, pero al menos sabe respetar a las personas mayores de edad.
—No estás viejo.
—Ya estoy viejo, hija… y cansado. Ya se la venía guardando a ese mal nacido.
Llegamos a casa. Platicamos, y en mi cuarto saco las revistas que tenía de Santiago y las tiro a la basura. Me siento en la cama y en mi celular borro la foto de pantalla que tenía de él. Dejo de seguir las subastas y todo lo relacionado con él.
Con mi madre nos arreglamos entre risas. No sabía cuánto necesitaba esto.
Cuando acabamos, nos reunimos con mi padre y abordamos el carro. Llegamos a un restaurante que está a las afueras de la ciudad. Mi padre va en medio, con cada una a su lado. Pide la mesa y nos guían a ella. Tiene una vista asombrosa.
—Señor Beltrán, le mandan a decir que son bienvenidos a la mesa de sus consuegros.
—dice el mesero, y miro hacia donde está la señora que Jacobo me presentó el día que firmé el acta de matrimonio.
—Son los padres de Santiago.
—nos susurra mi padre.
Me encantó el personaje de Jacobo jaja le daba alegría a la trama.. Excelente por favor siga con mas trabajos así.