Salomé Lizárraga es una joven adinerada comprometida a casarse con un hombre elegido por su padre, con el fin de mantener su alto nivel de vida. Sin embargo, durante un pequeño viaje a una isla en Venezuela, conoce al que se convertirá en el gran amor de su vida. Lo que comienza como un romance de una noche resulta en un embarazo inesperado.
El verdadero desafío no solo radica en enfrentarse a su prometido, con quien jamás ha tenido intimidad, sino en descubrir que el hombre con quien compartió esa apasionada noche es, sin saberlo, el esposo de su hermana. Salomé se encuentra atrapada en un torbellino de emociones y decisiones que cambiarán su vida para siempre.
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Una boda adelantada
Estábamos regresando a casa, mi madre al volante, mientras yo lidiaba con el impacto emocional de la noticia. Lo que debería haber sido un motivo de alegría se había transformado en una pesadilla. El hijo que llevaba en mi vientre era el resultado de un error, un error que cometí sin plena conciencia de sus implicaciones.
— Pero, hija, desde que salimos del consultorio del doctor no has dicho una sola palabra. ¿No te alegra que vas a ser madre?
— La verdad es que no me esperaba esto.
— Es lógico, dado que tú y Diego no tomaron precauciones. Ahora lo esencial es hablar con Diego para adelantar la boda este fin de semana; no podemos dejar que pase más tiempo.
— ¿Qué? ¿Decirle a Diego? ¿Casarme este fin de semana? ¿Te has vuelto loca, mamá?
Mi madre frenó de repente, mirándome con incredulidad ante mi reacción.
— ¿Qué te ocurre? Al parecer, la única desquiciada aquí eres tú. Diego te embarazó, y debe casarse contigo antes de lo previsto.
— Falta una semana y media para la boda. No veo la necesidad de adelantarla, y no quiero que Diego lo sepa todavía.
— Diego debe ser el primero en enterarse. Es el padre del niño. Además, no quiero imaginar cómo reaccionará tu padre al enterarse; querrá que se casen de inmediato.
La presión era abrumadora. Aún procesando la noticia, me di cuenta de que los problemas apenas comenzaban. ¿Cómo podía confesarle a mi madre que el hijo que esperaba no era de Diego, sino del esposo de mi hermana? Era una situación insostenible.
— Madre, por favor, solo te pido que me dejes informar a Diego. Es algo que me corresponde a mí.
— No has comprendido. Aunque seas mayor de edad y profesional, vives bajo este techo y debes respetar a esta familia. Hoy mismo llamaremos a Diego para informarle que estás embarazada y que debe casarse contigo. ¿Está claro?
Me quedé en silencio, sintiéndome perdida. Mis padres tenían una mentalidad tradicional, y era evidente que no podrían cambiar su forma de pensar. Decirles la verdad sería devastador, especialmente considerando la delicada salud de mi hermana.
(…)
Momentos más tarde…
Al llegar a casa, mi padre se acercó inmediatamente.
— ¿Cómo les fue en el médico? ¿Qué tiene Salomé?
Ernestina y Alberto estaban presentes, aumentando mi nerviosismo.
— Salomé está en perfecto estado, dijo mi madre mientras colgaba su chaqueta.
— ¿Pero por qué el desmayo, hermana? Alberto y yo estábamos preocupados. —dijo Ernestina acercándose cariñosamente.
— Digan algo, ¿por qué se quedan calladas? Preguntó mi padre, ansioso.
— Salomé, ¿se lo dices tú o lo digo yo? —Pero mi madre, al ver mi silencio, decidió hablar.
— Nuestra hija está esperando un hijo de Diego.
El silencio fue abrumador. La copa que sostenía Alberto cayó al suelo, atónito por la noticia. Ernestina fue la primera en felicitarme, mientras mi padre mantenía el ceño fruncido, sin pronunciar palabra.
— Felicidades, hermana. ¡Qué emoción! Voy a ser tía.
Alberto, al igual que mi padre, parecía en estado de shock. Ernestina, sin embargo, estaba radiante.
— Cariño, ¿no vas a felicitar a Salomé? ¡Ahora eres tío! —le dijo Ernestina eufórica a Alberto.
— Sí, claro. Felicidades, Salomé. — dijo Alberto, estrechando mi mano, aunque sus ojos reflejaban confusión.
Mi padre no aguantó un instante más y rompió el silencio.
— No esperaba esto de ti Salomé. Pensé que contigo sería diferente. Primero tu hermana se casó en secreto, y ahora tú no pudiste esperar. Esto debemos solucionarlo hoy mismo.
— ¿Qué quieres decir con solucionar esto hoy mismo? —pregunté llena de temor.
— Voy a llamar a Diego para que se case contigo mañana mismo.
— ¡No, papá! Espera, por favor…
— No hay peros. Debes asumir las consecuencias. Me has defraudado.
Mi padre se retiró, dejándome paralizada. El pánico me invadió, no sabía qué hacer, por un momento me encontré acorralada. Lo único que hice fue salir corriendo de casa, buscando un lugar para escapar de la presión.
Mi madre, angustiada, me llamó.
— ¡Salomé! ¡Espera! ¿A dónde vas?
— Yo voy por ella. —dijo Alberto decidido a buscarme y hablar conmigo. Tenía que aprovechar el momento a como diera lugar.
— Sí, ve a buscarla. Tal vez hablando contigo se sienta mejor. —respondió Ernestina, sin comprender la magnitud de la situación.
Alberto me alcanzó antes de que pudiera subirme al auto.
— Espera, Salomé, necesitamos hablar.
— No quiero hablar contigo. ¡Déjame! ¿Cómo se te ocurre venir a buscarme?
— Fue Ernestina quien me pidió que viniera. No te preocupes ella no sospecha nada, pero necesitamos hablar.
— No tengo nada que hablar contigo. Suéltame.
— No puedo permitir que conduzcas en este estado. Por favor, trata de calmarte.
En el garaje, él me impidió subir al auto. Mi nerviosismo era incontrolable. Finalmente, me abrazó con fuerza para calmarme.
— Tranquila. Te llevaré a otro lugar para hablar.
— Está bien, llévame lejos de aquí, por favor. No soporto más esta presión.
Así fue como Alberto tomó las llaves de mi auto y salimos de casa. Mientras conducía, lloraba inconsolablemente, deseando liberar el dolor y el miedo que llevaba dentro al pensar en lo que sucedería cuando Diego se enterara de la verdad.