nix es la reina del reino más prospero y con los brujos más poderosos pero es engañada por su madrastra y su propio esposo que le robaron el trono ahora busca venganza de quienes la hicieron caer en el infierno y luchará por conseguir lo que es suyo
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capitulo 10 la alianza
El castillo de Brina, tallado en lo profundo de una montaña oscura, parecía desafiar la misma naturaleza con sus torres afiladas y sus paredes ennegrecidas. Una tenue luz de antorchas guiaba el camino de Nix, Drystan e Ivar mientras avanzaban por los extensos pasillos de piedra. El aire estaba cargado de polvo antiguo y del eco distante de pasos que no podían identificar.
–Esto parece más una trampa que una alianza –susurró Ivar, mirando nervioso las sombras que se arremolinaban en las esquinas.
Drystan no respondió, pero su mirada se mantenía alerta. Su mano descansaba sobre la empuñadura de su espada, listo para cualquier traición. Aun así, Nix avanzaba al frente con paso firme. En su mente, el objetivo era claro: convencer al rey de Brina para que le brindara su apoyo.
Finalmente, las puertas del salón principal se abrieron ante ellos. La sala era vasta, con enormes columnas que sostenían un techo casi invisible por la penumbra. Al fondo, sentado en un trono de piedra ornamentada con símbolos ancestrales, se encontraba Reinar, el rey de Brina. Era un hombre imponente, de barba grisácea y ojos oscuros que parecían perforar el alma de quien los mirara.
–La reina caída se atreve a pisar mi salón –dijo Reinar con una voz profunda, cargada de burla y desafío.
Nix se detuvo en el centro del salón, con la cabeza erguida y la mirada fija en el monarca. Drystan e Ivar se mantuvieron a su lado, aunque con evidente desconfianza.
–No soy una reina caída –respondió Nix con firmeza–. Soy Nix de Lumea, y he venido a buscar tu ayuda para recuperar lo que me fue arrebatado.
Un murmullo se desató entre los cortesanos que se mantenían a los lados de la sala, como una marea de voces apagadas. Reinar no se inmutó, aunque su mirada evaluaba cada movimiento de Nix con atención.
–¿Por qué debería ayudarte? –preguntó Reinar, inclinándose ligeramente hacia adelante–. Dicen que tu trono fue tomado, que tu pueblo te abandonó. Si vienes buscando ejércitos, más vale que traigas algo más que palabras.
–Traigo la verdad –contestó Nix sin titubear–. La traición que cayó sobre Lumea no es un acto aislado. Mi madrastra y Kael no se detendrán hasta someter cada reino. Brina no será una excepción si no actúas ahora.
El silencio que siguió fue tenso. Reinar entrecerró los ojos, como si sopesara sus palabras, mientras su mano recorría lentamente el brazo tallado de su trono.
–La verdad no vale nada sin un compromiso –dijo finalmente el rey–. Mis ejércitos no marcharán sin una garantía de que no perderé más de lo que gano.
Drystan dio un paso adelante, incapaz de contenerse.
–¿Qué garantía esperas? –preguntó con un tono desafiante.
Reinar clavó sus ojos en el semidiós, como si lo desnudara con la mirada.
–Una alianza vinculante –dijo, alzando la voz para que resonara en la sala–. Un compromiso que demuestre la seriedad de tu causa y tu disposición a no fallar.
Ivar lanzó una mirada preocupada hacia Nix, pero ella mantuvo la compostura. Sabía que esta conversación era un juego peligroso y que cada palabra podía inclinar la balanza en su contra.
–No necesito rituales antiguos ni juegos de poder –respondió Nix, firme–. Te daré mi palabra como reina de Lumea. Si recupero mi trono, Brina tendrá un lugar privilegiado en la alianza que forjaré. Tu reino prosperará como nunca antes. Pero si no actúas ahora, perderás más que mi oferta. Perderás todo.
La voz de Nix, fuerte y segura, se propagó por el salón. Reinar la observó en silencio, como si intentara ver más allá de las palabras. Durante un largo momento, no hubo más que el crepitar de las antorchas y la respiración contenida de Ivar.
Finalmente, Reinar sonrió, aunque su gesto era apenas una sombra de amabilidad.
–Eres valiente, Nix de Lumea –dijo, levantándose de su trono con lentitud–. No muchos se atreverían a hablarme así en mi propia corte.
El rey descendió los escalones de piedra y se acercó hasta quedar a unos pasos de Nix. La miró de arriba a abajo, como si analizara cada parte de su ser.
–Aceptaré tus términos –dijo finalmente–. Brina marchará contigo, pero te advierto: si flaqueas o si esta guerra fracasa, no habrá refugio para ti en estas montañas.
Nix asintió con resolución.
–No fracasaré.
Reinar sostuvo su mirada durante un segundo más antes de girarse hacia sus cortesanos.
–Preparen un banquete –ordenó–. Nuestros invitados descansarán esta noche en Brina, y mañana discutiremos las estrategias.
Los murmullos volvieron a llenar la sala mientras los sirvientes se apresuraban a cumplir sus órdenes. Reinar regresó a su trono sin mirar atrás, mientras Nix, Drystan e Ivar eran escoltados fuera del salón.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Ivar rompió el silencio.
–¿Crees que podemos confiar en él? –preguntó con una mezcla de escepticismo y esperanza.
–No –respondió Drystan con frialdad–. Pero no tenemos otra opción.
Nix permaneció en silencio mientras recorrían los oscuros pasillos del castillo. Su mente trabajaba con rapidez, trazando planes y anticipando cada paso que debía dar. Sabía que la alianza con Brina era solo el comienzo. Reinar no era un hombre confiable, pero su apoyo era necesario si quería enfrentarse a Kael y a Elara.
Mientras avanzaban hacia los aposentos asignados, Nix sintió un leve cosquilleo en el cinto donde llevaba la daga primordial. Como si el arma estuviera viva, como si aprobara lo que acababa de suceder.
–Esto es solo el principio –murmuró para sí misma, con la mirada fija en la oscuridad del pasillo.
Drystan, que caminaba a su lado, la miró de reojo.
–¿Qué dijiste?
Nix no respondió. En su interior, un fuego ardía con más intensidad que nunca. La traición que sufrió en Lumea seguía fresca en su memoria, y cada paso que daba la acercaba más a la venganza.
La noche en Brina sería larga, pero Nix no necesitaba descanso. Solo necesitaba tiempo para prepararse. Y cuando llegara el momento, ni Reinar, ni Kael, ni Elara podrían detenerla.
reina y tiene algo q ofrece y te invita a seguir leyendo.me gusta buen libro gracias