Grayce pensaba que conocía el amor, pero su matrimonio con Seth se ha convertido en una prisión de desprecio y agresión. Cuando la misteriosa Dahlia, supuesta amiga de la infancia de Seth, entra en escena, las traiciones comienzan a salir a la luz, desmoronando la fachada de su vida perfecta.
En su desesperada búsqueda de libertad, Grayce se cruza con Cassius, un hombre cuya arrogancia y misterio la obligan a cuestionar todo lo que creía sobre el amor y la lealtad. ¿Puede un contrato con alguien tan egocéntrico y desafiante realmente salvarla de su pasado oscuro? ¿O solo la llevará a un nuevo abismo?
Lo que comienza como un acuerdo frío y calculado, se transforma en una pasión ardiente e inesperada, desafiando las sombras que han dominado su vida.
¿Hasta dónde llegará Grayce para reclamar su propia felicidad?
¿Podrá Cassius ser la chispa que ilumine su camino o será solo otra sombra en su vida?
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Capítulo 10
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...𝐄𝐂𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐔𝐍 𝐀𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐑𝐈𝐎 𝐑𝐎𝐓𝐎...
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Me senté en la barra del restaurante, sintiendo cómo el hielo del vaso se derretía lentamente, al igual que mis esperanzas. Las risas y murmullos a mi alrededor parecían burlarse de mí mientras yo me hundía cada vez más en el abismo de mis propios pensamientos. La llamada de Seth resonaba en mi mente como un eco lejano, su voz distante y fría. Cada palabra pronunciada estaba teñida de una indiferencia que me atravesaba como un cuchillo afilado.
Después de lo que parecieron horas, decidí que había tenido suficiente. No podía seguir permitiendo que este día, que debería ser una celebración de nuestro amor, se convirtiera en un recuerdo amargo y desgarrador. El tequila ardía en mi garganta y sabía que, por muy fuerte que fuera el líquido, no podría borrar el sabor de la decepción.
Finalmente, pagué la cuenta y abandoné el lugar, sintiendo cómo el aire fresco de la noche me golpeaba la cara. Caminé hacia casa, mis pasos pesados como si cada uno de ellos contuviera un pedazo de mi corazón roto.
La noche había caído sobre la ciudad y con ella, una sensación de vacío se había instalado en mi pecho. A pesar del alcohol que me ardía por dentro, no podía ahogar el eco de la indiferencia en la voz de Seth. Fui al restaurante con esperanza, pero volví a casa con el corazón aplastado. Abrí la puerta con una mezcla de pesadez y resignación, sabiendo que el hogar ya no era el refugio cálido que recordaba.
Al llegar, la escena que se presentó ante mí fue devastadora. Allí estaba Seth, sentado en el sillón, su mirada fija en Dahlia, quien se había acomodado sobre sus piernas. Una imagen que debería ser tierna y cálida se transformó en un puñal en mi pecho. Los dos parecían tan cómodos juntos, tan ajenos a mi dolor. Un rayo de amargura recorrió mi cuerpo mientras decidí que no tenía ganas de afrontar esa realidad, así que opté por ignorarlos.
Con un nudo en la garganta, crucé la sala, alzando la barbilla para mostrar una valentía que apenas sentía. Pero cuando Seth me vio, su expresión cambió. Se bajó de inmediato de su asiento y corrió hacia mí, como si intentara cerrar la distancia que había crecido entre nosotros.
— Grayce, espera —me dijo, su tono lleno de una supuesta urgencia, pero en su mirada solo veía confusión.
En ese momento, una rabia incontrolable brotó en mí. Me solté bruscamente de su agarre, como si su toque fuera un veneno que quería evitar a toda costa.
— ¿Esperar? ¿Para qué? —le espeté, mi voz temblando por el esfuerzo de contener las lágrimas. — ¿Para escuchar tus palabras vacías? Estoy cansada de promesas que nunca se cumplen, Seth.
— Déjame explicarte —imploró, su voz sonaba apremiante.
Al mirarlo, todo lo que había contenido comenzó a burbujear en mi interior. — ¿Explicarme? —respondí, tratando de deshacerme de su agarre. Su mirada era sincera, pero yo ya estaba cansada de las palabras vacías. — ¡Siempre tienes una excusa! ¡Siempre es Dahlia! Nunca hay espacio para mí en tu vida, así que no me hables de explicaciones.
Mi voz sonaba más cortante de lo que pretendía, y en ese momento, cada palabra se cargó de dolor y frustración. Las lágrimas comenzaban a asomarse, pero me negué a dejar que fluyeran. Yo había sido la que siempre había estado ahí, la que siempre había estado dispuesta a darlo todo, mientras él ocupaba su tiempo en ser el héroe de alguien más.
Su rostro se tornó pálido al oír la dureza en mi tono, y por un segundo me pareció ver una chispa de emoción en su mirada, como si realmente pudiera comprender lo que sentía. Pero pronto se desvaneció, dejando solo un rastro de desdén.
— No es así, Grayce —insistió, tratando de acercarse más, como si su proximidad pudiera suavizar mi furia. Pero eso solo encendió más mi indignación.
— ¿No es así? —repetí con ironía. — Por favor, Seth, mira a tu alrededor. Estás eligiendo quedarte aquí en vez de estar conmigo. Te he estado esperando toda la noche, y tú decidiste no priorizarme. ¿Qué más debo hacer para que entiendas que estoy harta?
Dahlia, aún sentada en el sillón, me observaba con inocencia, ajena al torbellino emocional que me consumía. Me giré hacia ella y, aunque su mirada era de curiosidad, me pareció simplemente una intrusa en mi vida. Y mi corazón se endureció aún más. ¿Por qué tenía que ser siempre ella? ¿Por qué siempre era la prioridad?
— No es lo que piensas… —intenta explicarse, pero lo interrumpi.
— ¡Por favor! —exclamé, sintiendo que el volcán de inseguridades y heridas por fin se desbordaba. — Tú siempre priorizando a Dahlia sobre mí, sin importar lo que sienta yo. ¿Te has dado cuenta de lo egoísta que eres? ¡Un día importante para nosotros y decides que es mejor quedarte con ella!
Dahlia miraba de un lado a otro, sin entender la tensión que crecía entre nosotros. A través de sus ojos infantiles, vi un reflejo de lo que solíamos ser, de los momentos felices que ahora parecían inalcanzables.
Silencio. Todo quedó detenido, incluso el aire que respiraba. Él, con su expresión de desolación; yo, con el corazón latiendo con tanta furia que casi podía oírlo en mis oídos. La distancia entre nosotros se convirtió en un abismo impenetrable, y de repente, el amor que alguna vez había sentido se tornó en una fría indiferencia que me calaba hasta los huesos.
— Grayce, por favor… —su tono era de súplica, pero ya no me importaba.
— ¿Por favor, qué? —le espeté. — ¿Qué esperas que diga? ¿Que todo está bien? ¡No está bien! He estado aquí, dando lo mejor de mí, mientras tú eliges dejarme en segundo plano. Esa es la única realidad que importa ahora.
Retrocedí, alejándome de él, consciente de que cada paso me liberaba un poco más de la carga que había llevado por años. En mi mente, cada palabra hiriente resonaba como un eco: egoísta, indiferente, traidor. Recordé todas las veces que había estado allí cuando más lo necesitaba, y toda la novela romántica que había construido en mi mente se desmoronaba en cenizas.
Seth, en un intento por salvar la situación, se volvió hacia ella y luego de nuevo hacia mí, su angustia palpable. — Grayce, ella me necesitaba en ese momento. Te prometo que hablaremos luego, pero…
— ¡Siempre es después! —grité, las palabras fluyendo como un torrente destructivo. — Nunca hay un "ahora" para nosotros. «Lo siento, Grayce. Prometo que hablaremos luego» son palabras que has repetido tantas veces que han perdido todo su sentido. Tal parece que solo existo cuando no te necesita ella. ¿No ves lo que esto está haciendo a nuestra relación?
Sus ojos se llenaron de una confusión que se transformó en frustración y luego, de nuevo, en indiferencia. En un arrebato de desesperación, decidí que no podía permitirle seguir afectándome.
— Si prefieres estar con ella, entonces hazlo —le dije, sintiendo como si una parte de mí se congelara al pronunciar esas palabras—. Te has convertido en un extraño para mí.
Sin esperar respuesta, giré sobre mis talones y salí de la sala, sintiendo cómo un océano de desilusión me arrastraba. La puerta se cerró detrás de mí con un suave clic, aunque el sonido retumbó en mi mente como un disparo. Me senté en el borde de la cama, la cabeza entre las manos, sintiendo que una profunda tristeza me envolvía. ¿Qué había pasado con el amor que nos prometimos? Me pregunté si alguna vez volvería a sentir algo por él, o si esta era la última prueba de que, a pesar de todo, el amor no siempre es suficiente.
La tormenta había comenzado dentro de mí, y ahora el cielo se oscurecía. Mientras las emociones hacían eco en mi mente, supe que no podía seguir así. Era un ciclo que necesitaba romper y un eco de dolor que debía silenciar.