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Alana

Alana

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Diferencia de edad
Popularitas:3.7k
Nilai: 5
nombre de autor: NELSI BLANCO

Alana Alvarado Blanco solía sentarse en un rincón de su pequeño cuarto en el orfanato y contar los huecos visibles en la pared, cada uno representando un día más sin la compañía de sus padres. En su mente infantil, imaginaba que cada uno de esos agujeros era un recuerdo de los buenos momentos que había compartido con ellos. Recordaba con cariño aquellos cinco años en los que su vida había sido casi perfecta, entre risas y promesas. La melodía de la risa de Ana Blanco, su madre, resonaba en su corazón, y la voz firme de Vicente Alvarado, su padre, aún ecoaba en su mente: “Volveremos por ti en cuanto tengamos el dinero, pequeña”. Sin embargo, ese consuelo se había transformado en una amarga mentira, la última vez que le repetían esas palabras había sido poco antes de que la pesada puerta de madera del Hogar de San Judas se cerrara tras ella, sellando a la fuerza su destino y dejando su vida marcada por la ausencia. En ese instante, la esperanza que una vez brilló en sus ojos comenzó a de

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capítulo 11

Alana sintió un alivio vertiginoso, seguido de una ira glacial. Fernando no solo la había utilizado; había estado manipulando a su propia hermana.

​"Catalina, por favor, escúchame con mucha atención. Fernando te mintió. Te está usando, igual que a mí," dijo Alana, con la voz firme. "Nuestro matrimonio no es por amor; es por un voto en la junta directiva de su corporación. Yo soy una pieza de ajedrez, y tú probablemente eres la de reserva."

​Alana le dio un resumen rápido y escalofriante de la situación: el abandono, el contrato, el voto, el archivador secreto y su reciente encuentro con Fernando. Mencionó las cláusulas de divorcio que había visto.

​"Encontré tu nombre en su agenda porque él tiene un plan para nosotros, Catalina. Yo acabo de conseguir las pruebas. Estoy sola en su casa. Él está en camino y va a estar furioso. Te necesito."

​Catalina respondió con una claridad sorprendente, borrando cualquier rastro de la chica asustada.

​"Escúchame tú a mí, Alana. Fernando me tiene retenida. Me quitó el pasaporte y mi dinero. Dijo que era por mi 'propia protección'. Yo me gradué de leyes. Sé cómo funciona esto. Él tiene un apartamento en El Pinar, cerca del muelle. Lo usa para encontrarse con sus amantes y para guardarnos a nosotras."

​Alana recordó el nombre de El Pinar que Clara le había dado.

​"¡Clara me dio esa dirección! Es la clave de todo."

​"Alana, no podemos enfrentarlo solas," continuó Catalina. "Él tiene a los abogados de su lado. Lo que necesitamos es un arma legal. Tienes que conseguir las cláusulas de divorcio del Archivador Secreto y tienes que venir al apartamento de El Pinar. No es lujoso, pero tiene una puerta de seguridad. Vente para acá. Es nuestro refugio. Y trae la agenda."

​Alana miró la puerta de su vestidor, la débil cerradura. Afuera, escuchó el sonido de un motor potente entrando al garaje: el Bentley de Fernando.

​"Está aquí," susurró Alana. "Voy en camino, pero necesito terminar algo aquí primero."

​"Sé fuerte, Alana," dijo Catalina. "Estamos juntas en esto. ¡Te espero!"

​Alana colgó, sintiendo el peso de la agenda en sus manos. Había encontrado a su hermana y un plan de escape. Ahora, solo le quedaba el último enfrentamiento para asegurar su salida.

El golpe de la puerta principal fue tan violento que resonó en toda la mansión. Fernando había llegado.

​Alana salió del vestidor, la agenda de cuero bajo el brazo, y se dirigió a la sala de estar. Fernando estaba en el centro de la inmensa habitación, desprendiendo una furia apenas contenida. Su traje de diseñador estaba impecable, pero sus ojos estaban inyectados en sangre.

​"Me has avergonzado en mi propia empresa," siseó, manteniendo la voz baja, el sonido más peligroso que un grito. "Has usado a mi madre. Me has robado. Devuélveme esa agenda, Alana, o te juro que arruinaré tu vida de una forma que hará que el orfanato parezca un paraíso."

​Alana se detuvo a una distancia segura, colocándose detrás de una mesa de centro pesada. Tenía que controlar la escena.

​"No te he robado," dijo Alana, su voz firme y sin temblor. "He tomado mi propiedad. Esto," levantó ligeramente la agenda, "es la prueba del fraude que tú y tu familia cometieron. Yo no soy una rata, Fernando; soy la hija de los Alvarado, y mi silencio tiene un precio."

​Fernando se rió, un sonido seco y cruel. "¿Precio? ¿Dinero? ¿Crees que puedes chantajear a los Fuente?"

​"No me interesa tu dinero," respondió Alana. "Lo que quiero es mi vida de vuelta, y la vida de mi hermana. Este es mi trato, y es innegociable."

​Alana enumeró sus demandas, una por una, con la precisión que le había dado la agenda:

​El Divorcio: "Quiero el Anexo A de este archivador, sin cláusulas de confidencialidad y sin litigios. Mañana por la mañana, firmaremos los papeles. Dirás que fue un acuerdo mutuo y me iré con el dinero de mi cuenta matrimonial que no me dejabas tocar." ​La Libertad de Catalina: "Quiero que le devuelvas a mi hermana, Catalina Alvarado, su pasaporte y todos sus documentos de inmediato. Ella es libre de irse, y ni tú ni nadie de tu familia volverá a acercarse a ella, o a usarla para negocios." ​El Silencio Corporativo: "Tú le dirás a tu tía Helena y a tus padres que el voto de los Alvarado está asegurado hasta que yo decida hablar. Si intentan dañarme, o a Catalina, o si me acusas de robo, la agenda se enviará a la prensa, al colegio de abogados y a todos los accionistas minoritarios. Y con ella, las grabaciones de tus amantes y tu uso indebido de los fondos de la empresa."

​La cara de Fernando se transformó. No estaba asustado por el divorcio; estaba aterrorizado por la exposición corporativa.

​"No tienes grabaciones," farfulló.

​"¿Quieres apostar?" Alana sonrió por primera vez, una expresión gélida y vacía. "Puedo ser una chica del orfanato, pero sé cómo usar un teléfono. Y sé con quién hablar. Tu tía Helena estará furiosa, pero tu padre te destruirá por dañar el negocio."

​Fernando se quedó inmóvil, evaluando la amenaza. La pérdida de su esposa era una molestia; la pérdida de su herencia era el fin del mundo.

​"Acepto," dijo finalmente, la palabra era un gruñido. "Te dejaré ir. Y a tu hermana. Pero si me traicionas, te encontraré."

​"No te preocuparé, Fernando. A diferencia de ti, yo cumplo mis tratos," respondió Alana.

​Dejó la agenda sobre la mesa. Era una trampa. Sabía que él intentaría recuperarla.

​"El dinero para mi salida está en mi cuenta," declaró Alana. "Tú quédate con la agenda, y yo me voy ahora mismo."

​Fernando, al ver la oportunidad, se lanzó sobre la mesa para agarrar el cuero negro.

​Mientras él tomaba la agenda, Alana no perdió un segundo. Corrió hacia el vestíbulo, su maleta de emergencia ya empacada, escondida detrás de un jarrón. Salió por la puerta principal, sin mirar atrás, subiéndose al Mercedes blanco que él le había regalado.

​Mientras aceleraba por el camino de la mansión, Alana sintió la adrenalina. No había huido aterrorizada; había negociado y escapado con un plan.

​Fernando se quedó solo en su inmensa sala, con la agenda en las manos, pensando que había ganado. Lo que no sabía era que Alana ya tenía un duplicado de los documentos más importantes, enviado a un servidor seguro.

​Alana condujo por la ciudad, el miedo reemplazado por la esperanza. Su destino: el apartamento cerca del muelle.

​El Pinar. El refugio. Su hermana la esperaba.

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Omis Mendoza
está muy buena La novela no demore mucho los capítulos quiero ver La cara del aristócratico sin celebró dé Fernando
Omis Mendoza
que maldito ojalá ella sea más inteligente y sé largue de ese infeliz y sé haga una mujer fuerte y empoderada
Omis Mendoza
era dé esperarse ésa situacion todo lo que brilla no es oro
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